Jesulín horror show
Treinta y siete páginas de «Hola» dedicadas a la boda en exclusiva de Jesulín de Ubrique y María José Campanario no sólo son un exceso sino hasta un hartazgo de parejita, puesto que en esas 37 páginas no hay ni un rostro añadido, ni un nombre de postín, ni un famoso despistado, para alegrar la vista o adornar el bodorrio. La familia, la otra familia y las cuñadas. Ni la niña de Jesulín, la pequeña Andrea, posa en las fotos, que para algo avisó su malhumorada madre, Belén Esteban, de una demanda como viera a la niña de sus ojos en esas fotografías vendidas a cambio de muchos euros. El torero Francisco Rivera fue el único representante del mundo taurino (no tenía otra alternativa: comparten apoderado) y el motorista Álex Crivillé también se prestó a posar con su novia. Pero para poses, el mejor fue el propio novio, Jesulín, quien lució finalmente chaqué con chaleco y corbata en crema -esa fue la novedad que anunciaban como toda una sorpresa (¡)- y que no duda en meter las manos en los bolsillos cada vez que se hace un retrato familiar. En esa fotos, lo único divertido son las cuñadas. Ya se llame Carmen Janeiro o Jesulina, ya se llame Carmen Cervera, que no es la baronesa y sí la esposa de un Campanario. Con vestido rojo de volantes y una rosa en el pelo, la cuñada de la novia era la única que posaba a lo Nati Abascal: barbilla alta y ceja enmarcada, la mano bien colocada en la cintura y la manicura perfecta, el escote firme y el moreno a punto. La pobre María José tiene poco que hacer con cuñadas como éstas. Jesulina finalmente optó por un vestido transparente en blanco y negro más propio de una gala televisiva que de una ceremonia. Luego, dejó las faldas por un vaquero blanco bien ajustado aunque para escaseces ya la vimos en Interviú, donde, por cierto, estaba estupenda según escucho a mis compañeros. En cuanto a la boda de 37 páginas y poco más, la verdad es que es de todo menos glamourosa. Los sudores de los asistentes se aliviaron entre las señoras con abanicos (lo de las carpas plastificadas debió resultar mortal) mientras que los señores hacían algo que nunca se recomienda en estos eventos: dejar la chaqueta en las sillas y seguir la fiesta en mangas de camisa. Del vestido de la novia que firma Antonio Ardón pues qué quieren. Mucho encaje a modo de velo y unas mangas con volante como guiño a la tierra. Lo más fue el rosetón que le colocaron justo donde la espalda pierde su nombre y lo menos que de simple que quisieron hacer el diseño al final resultó hasta soso. Dicho lo cual, ojalá que el matrimonio sea muy feliz y que la exclusiva les sirva para regalarle un traje oscuro a Humberto Janeiro, padre del novio, quien se vistió de claro con camisa a rayas y corbata azul nivea. ¿Y si a él le gusta, qué?
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete