Isabella Rossellini cambia la acústica de Epidauro por un micrófono en el escote
Era uno de los acontecimientos de la temporada: los actores Gerard Depardieu e Isabella Rossellini iban a participar, en el teatro clásico de Epidauro, en dos obras de Stravinsky: el melodrama «Perséfone» y la ópera-oratorio «Edipo Rey», dirigidos por el brillante Jean Paul Scarpitta y con actores, coros y músicos del Teatro de San Carlos de Nápoles, así como el apoyo del coro infantil del colegio griego Moraiti. La personalidad de los dos actores y la calidad de las escenografías de Scarpitta, junto con la fama del teatro napolitano, garantizaban la calidad del espectáculo. Las dos obras se representaron la noche del viernes y de ayer sábado, con más de diez mil espectadores cada dia (en el teatro caben catorce mil ).
Pero el escándalo lo provocó... el micrófono de Rossellini. La famosa actriz, hija de Ingrid Bergman y de Roberto Rossellini,, envuelta en un precioso traje largo blanco de gasa y seda, representaba con sentimiento y dramatismo a la heroína Perséfone (Proserpina) bajando al infierno y regresando a la tierra. Pero para escándalo del público, llevaba un micrófono inalámbrico en el escote que además... se estropeó varias veces. Isabella no se percataba de ello y seguía declamando los versos de Cocteau con una voz tan fina y tan frágil que sin micrófono no llegaba ni a la quinta fila . Y con micrófono y parásitos, a todo el auditorio. Pero Epidauro es un teatro de solera, utilizado desde el siglo IV a.C., con la mejor acústica natural del mundo. Desde el centro de su escena se oye en la parte más alta de las gradas caer una cerilla o romper un papel. Con lo que el público disfrutó fue con las intervenciones de Benjamin Butterfield, Luiggi Petrozzielo y Robert Swensen, el coro y la orquesta, todos ellos, como en la siguiente obra, sin micros, naturalmente.
Seguidamente se interpretó «Edipo Rey», con textos esta vez de André Gide, y como narrador excepcional Gerard Depardieu. Él no necesita micrófonos. Pero por si acaso, declamó en voz tan alta que a muchos les recordó su personaje cinematográfico de Obélix. Soberbios esta vez los tenores Swensen y Lorenzo Carola, la mezzosoprano Nancy Maultsby, el barítono Pablo Hunka y el bajo David Pittsinger. Y la escenografía y coreografía de Scarpitta sorprendió y gustó por su sencillez, que conseguía un efectismo extraordinario. La pena fue... el micrófono.
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