El hombre gato Garras de astracán
POR ANTONIO ASTORGAEste digitígrado bizarro y canalla llamado Dennis Avner (nacido en Flint, Michigan, el 27 de agosto de 1958) se ha gastado 300.000 dólares en siete cirugías, siete -como las vidas
POR ANTONIO ASTORGA
Este digitígrado bizarro y canalla llamado Dennis Avner (nacido en Flint, Michigan, el 27 de agosto de 1958) se ha gastado 300.000 dólares en siete cirugías, siete -como las vidas de los felinos- para convertirse en un bigotudo que araña lirones ... caretos. Si don Benito «el garbancero» levantara la cabeza... maullaría de espanto. Si Pedro Solbes le trincara el lomo... le pasaportaría por un rodillo, le envasaría en una tarrina para presentarlo como carne para la crisis. ¿A quién no le han dado gato escaldado por liebre? El hombre (no éste, sino la especie en general), sostiene Fernando Iwasaki, siempre ha experimentado una fascinación inefable al contemplar los afelpados movimientos de esas divinidades misteriosas, ya sea al pie de las pirámides, en las murallas de los «limes» romanos, en cornisas de catedrales góticas, o al solano en un callejón del Trastévere. Pero observar a Avner te regurgita la inefable sensación de tenerle gato a este tío triste y azul, que no serviría ni para aperitivo de los tigres de Momparcén o Bengala. Avner usa lentillas de colores para simular la mirada felina con írises delgados, se ha procurado injertos en las cejas, y se ha incardinado a su jeta implantes dentales semejantes a los piños de un tigre. Lleva un cuarto de siglo transformándose, y más que de escayola se está haciendo de oro: el invento del maligno ha sucumbido a la felonía de este hombre gato.
Felinos sin fronteras
«Me llamo «Stalking cat» -se lee en su «chip»-. Es el nombre que me pusieron hace bastante tiempo. Yo puedo acercarme sigilosamente a cualquier cosa. Tengo un gran equilibrio y tiendo a reaccionar en situaciones en que los gatos también lo harían», se autorretrata este proyecto de mamífero carnívoro de la familia de los félidos, doméstico, de cabeza redonda, lengua muy áspera, patas cortas y pelaje espeso, suave, de color blanco, gris, pardo, verde, rojizo o negro, como stendhaliano. Avner se ha tatuado con manchas verdes (no confundir con la estupenda «La marcha verde», de Antonio Hernández), tiene colmillos grandes, se hizo crecer las uñas, hasta se puso siliconas en los labios superiores (como advertirán en la foto) para hincharlos. Avner ha modificado la línea del crecimiento de su pelo, se ha hecho implantes intradérmicos faciales para permitir el uso de bigotes, uno subdermal facial para cambiar el tipo de ceja, se ha afilado la frente y esmerilado los dientes para lograr un aspecto más felino; se punteó las orejas para abajo e inyectó lorzas de silicona en mejillas, papada y rostro. Nada literario este Avner, émulo de Carmen de Mairena.
Antonio Burgos convocó a todos los gatos literarios en «Gatos sin fronteras», desde el gato negro de Edgard Allan Poe -Plutón, que languideció sobre la tumba de su joven esposa Virginia, que murió de tisis- hasta el felino con botas de Charles Perrault, sin olvidar a los escritores con gato, como Borges, Hemingway, Dickens y Churchill. Offenbach, el gato londinense de Cabrera Infante, nos cuenta Fernando Iwasaki, aprobaba o desaprobaba la calidad de las amistades de Miriam y Guillermo. Cabrera Infante lo amaba y le dedicó un delicioso capítulo de su libro «O», donde comprendió la sencilla vida animal, sus ciclos vitales y su ausencia de agonía: lo contrario de la agónica vida del único animal que sabe que muere. Y junto a ellos Colette, Roberts, Herriot, Gallico, Lewis Carroll, Patricia Highsmith, Twain, Gautier, Rudyard Kipling, Buckley, Saki, Margaret Campbell, Wodehouse, Lessing y Keller, a las letras siempre le han fascinados las garras de los felinos.
Pero las de astracán de Avner motivarán a escasísimos creadores. A Neruda no le habría inspirado su «Oda al gato» -«...seguramente no hay enigma en tu manera,/ tal vez no eres misterio,,...», ni a Borges sus poemas «A un gato» y «Beppo». Ni a los madrileños les habrían apodado «gatos» con tipos tuneados en leopardo como Avner en sus filas. Mohammad I, hijo de Abderramán II, construyó una fortaleza amurallada en un promontorio junto al Manzanares: «Mayrit», para los árabes, y «Magerit», para los cristianos. Cuando las tropas del rey Alfonso VI se acercaron a la muralla para arañar a sus moradores, uno de los soldados comenzó a escalar hincando la daga en las junturas de las piedras. Subió tan ágilmente que parecía un gato. Se dirigió al torreón y colocó la enseña cristiana. Y en memoria de la hazaña a los nacidos en Madrid se les llama gatas y gatos, como a Lope y Quevedo, los dos mayores gatos madrileños.
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Dennis Avner, el «Hombre gato»
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