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Escritora con sangre azul

Hannah Rothschild: «Detrás de cada gran fortuna hay una gran idea»

Miembro de la famosa dinastía de banqueros, publica su primera novela, «La improbabilidad del amor», un irónico retrato del mundo del arte

MARTÍN BIANCHI

«Ayer me topé con Rothschild, lo que es como decir con todo el ingenio y todo el dinero de los judíos», escribió el cáustico Honoré de Balzac en una misiva a su querida y lejana Ewelina Hanska fechada en 1833. Hannah Rothschild , hija de Lord Jacob, cuarto barón de Rothschild, lleva 53 años intentando escapar de esa larga sombra que persigue a su familia . « La gente asume que soy increíblemente rica, pero poco se puede hacer cuando te definen antes de conocerte . No voy a quejarme y decir ''pobre de mí''. Llevar mi apellido tiene muchas ventajas, soy muy afortunada », admite la escritora británica durante el encuentro con ABC en las oficinas de la editorial Penguin Random House.

Rothschild, cuyo apellido es sinónimo de bancos y coleccionismo a mansalva , publica en España su primera novela, «La improbabilidad del amor» (Suma de letras), un retrato irónico sobre un mundo que conoce desde niña, el del mercado del arte. A lo largo de 600 páginas, la autora crea un relato trepidante por el que desfilan oligarcas, jequesas, directores de museos y marchantes dispuestos a todo para hacerse con una millonaria obra de Watteau desaparecida durante décadas. La elección de una pintura ficticia del maestro de las «fêtes galantes» tiene su punto de rabiosa actualidad. El artista rococó se hizo famoso inmortalizando escenas de la vida cortesana francesa en una época en la que unos pocos gastaban fortunas en arte y lujo mientras el pueblo se moría de hambre.

« Es muy triste que algunos ricos donen tan poco , pero naces con el don de la generosidad o no lo tienes. En mi opinión, es más divertido donar el dinero que gastárselo en uno mismo . Si donas, por ejemplo, un cuadro a la National Gallery de Londres, museo que yo presido, haces que seis millones de personas disfruten contigo. ¿No es más entretenido que guardárselo todo para uno mismo?», se pregunta la escritora, que puede dar lecciones sobre filantropía (su padre preside Yad Hanadiv, la fundación familiar valorada en más de tres mil millones de euros). Con los precios del arte por las nubes, ella mejor que nadie sabe que ningún museo es capaz de adquirir obras sin la varita mágica del mecenazgo . «El problema es que ahora muchos consideran el arte como una mercancía. Los precios del arte se corregirán cuando se corrijan los de la economía mundial. La burbuja no aguantará mucho más», vaticina.

Quebrantando leyes

A diferencia de otras mujeres en su familia, Hannah nunca quiso ser otro bonito florero en Waddesdon Manor , el castillo neorrenacentista que mandaron construir sus antepasados en la campiña inglesa. Mayer Amschel, fundador de la dinastía, tenía una regla de oro que su heredera ha quebrantado: «Ninguna mujer Rothschild puede trabajar en el negocio familiar» . «Durante siglos las mujeres solo eran buenas para el matrimonio, para tener hijos y, ocasionalmente, para ser documentalistas o bibliotecarias», explica. «Mayer Amschel debe de estar horrorizado conmigo, debe estar revolcándose en su tumba», añade entre risas. Ella, que nació para ser adorno, estudió Historia en Oxford, trabaja en el fondo de inversión de su padre, triunfa como escritora y preside el patronato de la National Gallery por mandato del mismísimo primer ministro David Cameron.

Pero no siempre vio todo con tanta claridad. «Cuando era joven sentía que no era lo suficientemente buena para ser una Rothschild , porque veía que todos mis antepasados habían logrado cosas extraordinarias. Yo no era buena en matemáticas, así que no podía ser banquera. Tampoco en ciencias, así que descarté ser científica. Ni siquiera tuve éxito en mi matrimonio, lo de esposa perfecta no iba conmigo », reconoce soltando una gran carcajada (está divorciada y es madre de tres hijas). «Tardé en descubrir que puedes ser bueno de muchas maneras. Nunca es tarde, yo lo hice con casi 50 años».

Rebelde como su tía «Nica» (Pannonica de Koenigswarter, la mujer que dejó todo para vivir un amor prohibido con el genio del jazz Thelonious Monk), la escritora aborda en su novela uno de los capítulos más tristes de la dinastía, el del expolio nazi. Los Rothschild, como muchas otras familias judías, perdieron miles de obras de arte durante el Tercer Reich . Ese oscuro episodio, que siempre intentan ocultar, es fundamental en la trama de «La imporabilidad...». «Durante mucho tiempo no entendí por qué no querían hablar de ello. Luego caí en la cuenta. Muchos perdieron a todos sus seres queridos en los campos de concentración, a nosotros solo nos robaron unos cuadros . Por otro lado, los Rothschild no quieren ser conocidos por sus obras de arte y sus lujos, sino por ser buenos banqueros», señala.

«La improbabilidad del amor» ha cosechado magníficas críticas en Reino Unido y Estados Unidos y ya se ha traducido a siete idiomas. «Mi familia ama el éxito, así que ahora están contentos». Es imposible no preguntarle por Balzac, que también acuñó la frase «detrás de cada gran fortuna hay un crimen». «No necesariamente es así...», responde. « Detrás de cada gran fortuna hay una gran idea . A veces buena, a veces mala, y otras, criminal».

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