Cristina Alberdi: «Si tienes las ideas claras, el poder es algo extraordinario»
-¿El poder sigue siendo cosa de hombres, Cristina?
-Sigue siéndolo. Va cambiando la cosa pero todavía hoy es algo monopolizado por los hombres. Las reglas del juego de las relaciones políticas y de las relaciones de poder, son masculinas. Las mujeres no participamos ... de una forma igualitaria. Seguimos siendo una novedad.
Cristina Alberdi acaba de publicar su libro «El poder es cosa de hombres». Lo empieza así: «Una pasión ha dominado mi vida: la lucha por la igualdad personal y colectiva. Desde muy joven percibí las diferencias de trato que nos dispensaban a las mujeres, la falta de respeto, la displicencia.»
-¿Dónde empezó a notar esas diferencias?
-En la Universidad. Los mismos profesores, el paternalismo... En mi libro cuento cómo en la clase de derecho canónico nos decían que «las señoritas salieran», cuando eran temas de cierta entidad... Al estudiar el Código Civil empecé a darme cuenta de la discriminación que había. Después, al final de la carrera de Derecho, es cuando llega la lucha feminista.
Cristina nació en Los Rosales, cerca de Sevilla, en una fábrica de azúcar que su padre, ingeniero industrial, dirigía. Fue la sexta de trece hermanos, diez mujeres y tres hombres. Todas las chicas estudiaron una carrera, «y eso se lo agradeceré siempre a mis padres».
-Eran muy conservadores, muy tradicionales.
-Si. Pero muy respetuosos. Nunca rechazaban lo que planteábamos. Nos escuchaban. Y eso facilitaba las cosas.
-Con su padre tuvo una relación muy especial. ¿Qué cosas les unían, además de las largas caminatas por el monte?
-Todo. Nos unía todo. Siempre decía que yo era igual a mi abuela y sentía una cierta debilidad por mí. Estaba pendiente de nosotros, orgulloso de la familia que tenía, nos defendía mucho. Yo me sentí siempre muy arropada, muy protegida y muy defendida por él.
Su padre era vasco y su madre asturiana. A pesar del cruce de Sevilla en su camino, ella se siente absolutamente vasca. Su primer trabajo fue como pasante en el despacho de José Maria Rubio y jamás olvida la emoción que le produjo el primer sueldo. En l975 se independizó y tuvo su propio despacho. Defendía solo a mujeres.
-¿Sólo a mujeres...?
-Sí. Mujeres totalmente discriminadas, incluso en las leyes. Trabajamos para modificar esas leyes, desde el Código Penal hasta el Código Civil; participamos en la elaboración de la Constitución...
-¿Y si hubiera aparecido un pobre hombre indefenso y maltratado?
-Nunca he tenido el caso de un señor maltratado (ríe), no lo he conocido. Podría haber alguno, pero eso es la excepción y más en una sociedad como la nuestra. He llevado muchísimos casos de mutuo acuerdo y he solucionado muchos problemas en el mutuo acuerdo. Pero nunca defendía a un hombre contra una mujer.
-Hábleme de la Transición. Eso la marcó.
-Es que la época de la transición política en España fue una época de ebullición de deseos, de entusiasmo, de impulsos, de trabajo. La gente estaba deseando cambiar el régimen político, cambiar las costumbres, la forma de relacionarse, todo lo que era la transición de una dictadura a una democracia. Y para nosotras, las mujeres, fue especialmente emocionante porque era romper con muchas costumbres discriminatorias, con muchos tabúes, y se nos echaban a veces encima: los periodistas, la sociedad bienpensante, la Iglesia...
-Y un día aparece «la triple A» : Alborch, Alberdi y Amador. Fueron ustedes una piña desde aquella foto que les hicieron en las escaleras del palacio de la Moncloa. ¿Lograron mucho de lo que se habían propuesto?
-Yo creo que sí porque estábamos muy unidas y nos ayudábamos mucho. Cada una en su responsabilidad consiguió sacar adelante el ministerio con mucha categoría. De hecho éramos las tres más valoradas del Gobierno.
-¿Se le hizo corto su tiempo como ministra?
-¡Cortísimo! ¡Visto y no visto! Apenas tres años, una legislatura durísima pero a la vez muy enriquecedora, con el Presidente volcado con nosotras, siempre impulsándonos, siempre animándonos.
-¿Crea adicción el poder?
-Sí. Se puede llamar adicción, o deseo, o enganche... Sí, hay algo de eso. Cuando tienes el poder te das cuenta de que es un instrumento impresionante para transformar la realidad. Y si tienes las ideas claras y sabes a donde quieres ir y lo que quieres conseguir, el poder es algo extraordinario.
-¿Aquel tiempo pasado fue mejor, Cristina? ¿Iba bien España? ¿Va bien ahora?
-Bueno (sonríe), yo creo que el tiempo pasado tuvo sus luces y sus sombras. Y creo que, lo que hemos conseguido en la transición entre todos los españoles, es lo mejor que ha podido pasarle a este país. Lo hemos hecho entre todos. Hemos dado un ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas. Hoy, tenemos el respeto de la comunidad internacional, el reconocimiento de España como nación. Estamos ahora mismo enfrentados a los fundamentalismos islámicos y sobre todo al terrorismo islámico, y hay una situación de lucha muy legítima, de defensa de nuestras posiciones y de nuestros valores, que ha costado muchos siglos conseguir. No podemos renunciar a los derechos de la mujer, y si hay países donde los atropellen, tendremos que luchar para que eso termine.
-Como feminista, ¿qué piensa que debe permanecer siendo sólo femenino y sólo masculino?
-Hay una realidad: hombres y mujeres somos físicamente distintos. Y siglos de educación distinta nos han hecho tener actitudes distintas. Creo que hay cosas muy buenas en las mujeres que debemos preservar. Y que por vivir en un mundo masculino o trabajar en un ambiente masculino, no nos vamos a masculinizar. El liderazgo de las mujeres siempre será distinto al de los hombres. Creo que esta frase es muy determinante, muy clara, y expresa muy bien lo que me preguntas: «Somos diferentes, sí. Pero la diferencia no tiene por qué implicar desigualdad».
-Sin embargo, continuamos aceptando algunas discriminaciones. Hábleme del tema de la Corona, por favor.
-Esa es una de las discriminaciones aceptada en la Constitución de l978. Pero parece llegado el momento de modernizar la Monarquía, una Monarquía muy querida por los españoles. Del mismo modo que parece que el Príncipe va a contraer matrimonio con una persona que no es de Casa Real, como estaba en vigor en la sucesión a la Corona de nuestra Monarquía, debe acometerse un hecho central que es la discriminación por razón de sexo. Debe modificarse la Constitución de una forma puntual en ese aspecto que dice que se preferirá al varón sobre la mujer. Sin perjuicio de los derechos adquiridos que tenga el Príncipe Felipe para un futuro, tiene que quedar claramente establecido que serán iguales los hombres y las mujeres en la sucesión a la Corona.
-Su amiga y colaboradora Paloma Saavedra dice que en política hay que seguir las tres P: prudencia, perseverancia y paciencia. ¿Cuál sigue usted con más fuerza?
-Perseverancia -me contesta sin dudar un instante-. Yo no cejo. Le he hecho siempre mucho caso a Paloma. Las tres P son importantes pero la mía es la Perseverancia.
La última frase del libro de Cristina Alberdi es ésta: «En un futuro no muy lejano, el poder también será cosa de mujeres». Le pregunto antes de despedirme si podrá escribir pronto otro libro: «El poder es también cosa de mujeres».
-¡Me encantaría! Significaría que lo he vivido. Yo creo que si las mujeres nos lo proponemos y tenemos los objetivos claros, es algo que puede producirse en un tiempo no muy lejano.
-La P de Perseverancia.
-¡Eso! -ríe- ¡La P de Perseverancia siempre!
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