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Conde Rudolf Schönburg. Consejero del hotel Marbella Club

Conde Rudi: «Mientras mantenga la calidad, Marbella es imbatible»

Cordial, elegante y ameno, este señor de 80 años encarna la esencia del turismo de lujo sin estridencias, como el hotel que levantó junto a Alfonso de Hohenlohe. Da continuamente gracias a Dios y a la suerte. ¿Y al trabajo? «Eso puede fallar», afirma

Conde Rudi: «Mientras mantenga la calidad, Marbella es imbatible» FRANCIS SILVA

Esperanza Codina

El conde Rudi es probablemente la persona que mejor entiende el concepto «jet set». Ha manejado y atendido como nadie a los millonarios («los que lo eran por sus propios negocios o los que se dedicaban a gastar el dinero familiar», precisa) que recorrían el mundo en busca de diversión y que en los años 60 empezaron a situar a Marbella en la ruta que los llevaba a Nueva York, Tokio o Lisboa. El nombre de Rudolf Schönburg está unido sin remedio a la historia del « Marbella Club », el mítico hotel ideado por el príncipe Alfonso de Hohenlohe que medio siglo después de su nacimiento sigue siendo paradigma de lujo y buen gusto. «Él mandó los mejores clientes y yo entendí lo que ellos querían». Existió «simbiosis», el deseo común de salvar del resto del mundo el rincón «precioso» que es Marbella. Y eso por encima de convertirse en paraíso de la «beautiful people».

Con 80 años recién cumplidos, el conde Rudi aterrizó en la Costa del Sol en diciembre de 1956. Y hasta ahora. Nacido en el castillo Wechselburg, en Alemania, pasó su juventud en las propiedades de la familia en Sajonia hasta que en 1945 huyó a la parte occidental del país por la llegada de las tropas soviéticas. Se formó en la escuela hostelera Suiza y su pariente el príncipe Alfonso lo reclamó para gestionar el hotel dos años después de ponerlo en marcha. Lo que sintió por Marbella fue amor a primera vista. No se cansa de repetirlo. Ni eso, ni la amabilidad y el carácter especial de la gente; o las bondades de su clima; o «el electromagnetismo» beneficioso para la salud por su ubicación entre el Mediterráneo y el Atlántico. «Eso me lo confirmó un científico», defiende.

¿El turismo de lujo entiende de crisis?

Lo haría si se lo dejásemos notar. No hemos percibido la crisis, hemos pasado el mejor verano de la historia (…) Actuamos como si no la hubiese y al cliente le ofrecemos todas las facilidades y el mejor ambiente y servicio. Como si estuviéramos en los mejores años económicos.

El conde Rudi se enamoró de Marbella, igual que le había ocurrido antes a Alfonso de Hohenlohe. Los padres del príncipe, Maximiliam de Hohenlohe y Piedad Iturbe von Scholtz , compraron la finca Santa Margarita persuadidos por su primo Ricardo Soriano, el primer promotor de la Marbella ideada como refugio de las grandes fortunas y la aristocracia europea. «Cada metro de terreno costó menos de una peseta», recuerda el conde.

«Actuamos como si no hubiese crisis y al cliente le ofrecemos todas las facilidades y el mejor ambiente y servicio»

La necesidad de un punto de encuentro para invitados y familiares fue el origen del hotel. El cortijo del terreno agrícola sembrado de olivos, higueras y vides se convirtió en 1954 en el Marbella Club con una veintena de habitaciones alrededor de un patio central. Rudolf Schönburg llegó poco después y empezó la transformación hacia el lugar legendario que ha paseado el nombre de Marbella por todo el mundo.

¿Es de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor?

No, pero siempre habrá épocas bastante diferentes entre sí.

El Marbella Club se llenó de sangre azul y celebridades de Hollywood. Enfiló su época dorada ofreciendo calidad, ambiente andaluz, buen clima y un trato personalizado y cercano que encandiló a Audrey Hepburn, Brigitte Bardot, Omar Sharif, los duques de Windsor… Imposible mencionarlos a todos. Personalidades que empezaron a llamar la atención de la prensa y a los que divertía la idea de visitar este vergel en el sur de Europa.

El Marbella Club creó «un estilo propio». «Se divertían en el hotel por su sencillez, estaban bien atendidos y nadie hizo un circo alrededor de ellos». Ese ha sido siempre el espíritu: mantener el ambiente familiar y próximo, huir de excentricidades y ofrecer la máxima atención.

¿Falta algo por inventar en el turismo?

No. Se trata de calidad, calidad y calidad.

Comenta el conde que el hotel ha tenido el mejor verano de su historia y que no han bajado los precios. El 35 por ciento de los clientes repite. Los huéspedes destacan la atención y la oferta de animación. «Poniendo mucho en la sartén, sale una buena comida», afirma. «Mantenemos la calidad; mostramos simpatía y cariño al visitante y no lo tratamos como un objeto de producción turística». En el hotel siempre han apostado por eso, por «sembrar y conservar», para que el descanso aquí sea como llevar «una vida de castillo». «Mientras mantenga la calidad, Marbella será imbatible».

Cuando el conde Rudi llegó, en los tres kilómetros que separan el hotel del pueblo había entonces 17 casas. Nada que ver con el paisaje de ahora, pero afirma que pese a todo el cemento, «esto no se ha perdido». Su deseo ha sido siempre el de salvar Marbella, él se siente «protector», como lo fue el príncipe Alfonso, y huye de modelos como el de Torremolinos de construir en altura. «He luchado durante años para evitar que pasara en otros puntos de la costa y por mantener este estilo». Se aleja de la avaricia, del simple hecho de ganar dinero y «apretar y apretar».

¿Le dolió la Marbella de Gil?

Me dolió porque sí se esperaba algo de él, porque se presentaba como la salvación de Marbella después de 14 años nefastos de administración socialista.

«Lo que tengo es gratitud y una deuda con Marbella. Nunca lo he hecho para enriquecerme»

Atribuye la llegada del «gilismo» a la decadencia de la ciudad durante la década de los 80. «Y no lo digo porque sea del PP, porque no voy a ser comunista o socialista». Cree que la gente se olvida de que Marbella estaba «arruinada» cuando Jesús Gil hizo su entrada en escena. «Un pueblo desesperado no mira si sus referencias son las perfectas». Pero la corrupción creció durante su mandato y «las malas hierbas hundieron la planta». Todo eso es pasado y sostiene que «Marbella es mucha Marbella para perderse». Aprovecha la ocasión para piropear a la alcaldesa, Ángeles Muñoz, porque «no es que las arcas estuvieran vacías, es que estaban llenas de letras sin pagar».

El conde Rudi está casado desde 1971 con la p rincesa María Luisa de Prusia , bisnieta del emperador Guillermo II y prima de la Reina Sofía. A lo largo de toda una vida dedicada al turismo, ha recibido reconocimientos como la Cruz Oficial de Isabel la Católica o la medalla de plata al Mérito Turístico. Desde el 25 de septiembre, el día de su cumpleaños, su nombre está impreso en el Bulevar de la Fama de Puerto Banús.

¿Le gusta que lo tachen de visionario?

No lo creo. Soy una persona que vivo día a día defendiendo unos ideales. Lo que tengo es gratitud y una deuda con Marbella. Nunca lo he hecho para enriquecerme.

De misa diaria, es alegre y optimista. «Como buen católico», añade. Madruga para asistir al oficio religioso, del que sale «nutrido y de buen humor». En su paseo por el Marbella Club se agacha para arrancar un trozo de césped, una grama que el príncipe Alfonso trajo de México en una maleta. «¿Lo notas?», replica al preguntarle si el hotel sigue siendo un lugar especial. «í. Rezuma historia, buen gusto y tranquilidad. Y un silencio impagable. «Como de convento».

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