La autopsia confirma que la muerte de Michael Jackson fue un homicidio
Ya es oficial: la muerte de Michael Jackson fue un homicidio. Lo cual es menos que un asesinato pero más que muerte accidental. La investigación especial abierta para esclarecer el fin de Jackson llegó ayer a la conclusión de que este no habría muerto de ... no recibir una “aguda intoxicación de propofol” –el poderoso anestésico que el rey del pop llamaba “mi biberón”- combinada con otro cóctel de fármacos. Hay una mano responsable de habérselos administrado, y es la de su médico personal, Conrad Murray.
Desde el principio hubo sospechas en este sentido. Al morir Jackson Murray pasó horas en paradero desconocido. Cuando apareció lo primero que hizo fue contratar a un abogado. Finalmente ha emergido su relato de los hechos, que a grandes rasgos es el siguiente: la dependencia de Jackson de los somníferos y calmantes que tomaba en grandes cantidades se agudizó con el stress de su vuelta a los escenarios, prevista para este verano, y el desgaste físico de los ensayos. Su última noche de vida fue una noche en blanco. Pasaban las horas y Jackson daba vueltas en la cama, desesperado y sin pegar ojo. Suplicando a su doctor una dosis de “su biberón”.
Murray ha declarado a la policía que él se resistía a administrarle el propofol precisamente porque le preocupaba que el cantante estuviera desarrollando una adicción excesiva. Y que entonces probó, en rápida sucesión, toda clase de narcóticos sucedáneos. Hasta que pasadas las diez de la mañana –sin que ninguno de los dos durmiera ni un minuto- claudicó y le administró el propofol por vía intravenosa. Agotado y aturdido él mismo, se fue al baño. Al volver Jackson ya no respiraba.
Adictos de lujo
El resto es historia o, mejor dicho, crónica social. El fin de Jackson ha abierto la veda de un debate hasta ahora tabú sobre la siniestra simbiosis entre adictos muy ricos, capaces de pagar fortunas por satisfacer sus adicciones, y médicos capaces de venderse o por lo menos de caer en la tentación. Conrad Murray cobraba una fortuna por trabajar en exclusiva para el creador de “Billy Jean”. Es de suponer que el sueldo de muchos ceros que cobraba no era tanto por cuidarle como por firmar recetas de sustancias restringidas sin llevarle demasiado la contraria.
Pero Murray no era el único. Hasta cinco médicos han estado involucrados en las miserias farmacológicas de Jackson. Sin olvidar a los miembros de su círculo íntimo que no necesitaban llevar bata blanca para ejercer la misma siniestra influencia. Más en alguien tan inestable y vulnerable.
Una de las doctoras que asesoró al hospital de Los Angeles en la primera investigación sobre la muerte de Michael Jackson pidió públicamente endurecer las sanciones para los médicos corruptos que se “venden” a las adicciones de lujo de sus pacientes. Que a veces, como en este caso, se les van de las manos. De momento no está claro que se presenten cargos criminales contra Murray, ni si él será el único al que se pidan cuentas de este homicidio.
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