La actriz británica Emily Blunt se «exilia» en Estados Unidos por razones fiscales

A mediados del mes de septiembre, cuando se encontraba en el Festival de Cine de Toronto, la intérprete de «El diablo viste de Prada» desató las iras de los conservadores cuando comentó a «The Hollywood Reporter» que tras ver el debate de los candidatos republicanos a la presidencia de los Estados Unidos, horas después de jurar la Constitución, pensó que podía haber cometido «un terrible error». Además, en el programa televisivo de Jimmy Kimmel, la actriz dejó otra perla dialéctica a propósito de su recién estrenada ciudadanía norteamericana: «No estoy demasiado emocionada con esto. La gente me pregunta todo el tiempo sobre el asunto de la nacionalidad. Me dicen: "¡Oh, debe de ser tan emocionante. A lo que yo respondo: " ¡No lo es! ¡Es triste! Me gusta ser británica. ¡He tenido que renunciar a mi Reina!"» .

Tras estos comentarios, en Estados Unidos muchos se han preguntado, entonces, por qué diablos Emily Blunt se ha hecho ciudadana norteamericana si tanta tristeza le produce. Ahora acaba de dar sus auténticas razones y, de nuevo, corre el riesgo de enojar a más de uno . Al parecer, la razón para asumir la doble nacionalidad es el dinero. «Se debe, principalmente, ha motivos fiscales» , ha dicho en «The Sunday Times». Y ha vuelto a repetir: « Yo no quería renunciar a mi Reina» .

Blunt se mudó a California hace seis años cuando se comprometió con John Krasinski, actor estadounidense que protagonizó «The Office». La pareja se casó, tuvo una hija (Hazel) y, fuera de los rodajes y las promociones, divide su tiempo entre un rancho y una casa en la ciudad. En los últimos tiempos la carrera de Blunt se ha disparado: ha sido varias veces nominada a los BAFTA y los Globos de Oro .

En «The Sunday Times», además, la actriz no dudó en desplegar su irónico sentido del humor al explicar cómo fue la ceremonia de adquisición de la nacionalidad estadounidense. Calificó el proceso como «interesante». Y añadió: «Tienes que aprender todo acerca de la Constitución. Uno no puede ser un borracho habitual, no puede formar parte de una guerrilla, ni ser una prostituta, lo que resulta una pena» .