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Diego Armando Maradona lo llevaba escrito en la mirada

Esta imagen fue tomada instantes antes de que le tocara la lotería de un control de orina. Dio positivo en cocaína

Diego Armando Maradona lo llevaba escrito en la mirada archivo abc

carmen de carlos

Quizás, porque sabemos lo que pasó después, nos atrevemos a diseccionar la mirada vidriosa de Maradona y decir lo clásico: lo llevaba escrito en los ojos, basta con fijarte para darte cuenta de que estaba «puesto».

El ex mejor jugador del mundo, en esta imagen donde su cuerpo todavía era su cuerpo y no una caricatura de sí mismo, va camino de los vestuarios tras el encuentro de Boca Juniors frente a Argentina Juniors, donde los «bosteros», con él al frente, se impusieron 4-2.

En esta fotografía a color se anticipa el fundido en negro en que comenzó a transformarse aquella tarde su agridulce existencia: le tocó la lotería del análisis de orina y el resultado fue el que el mundo entero -o casi- conoce: se detectaron restos de cocaína.

Con el periódico del lunes es fácil hablar del partido del domingo y repetir que el resultado -el de su vida- estaba cantado. El problema con aquel hombre que un día fue «el Pelusa» es que jugó tantos partidos con el alcohol, la cocaína y lo que le pusieran por delante, que el único resultado posible era el desastre en el que convirtió sus días pasados y buena parte de los actuales.

A partir del 24 de agosto de 1997, fecha en la que se tomó esta foto, sus tropiezos, ingresos en sanatorios, destrozo de habitaciones, viaje a Cuba para desintoxicarse y otros batacazos parecían una secuencia anunciada de crónicas que anticipaban un final poco feliz. Pero el ídolo, pese a que sus pies ahora sean de barro, surgía y resurge de sus miserias una y otra vez , aunque sus pulmones, a sus 54 años, se parezcan a los de un anciano y su corazón palpite como lo que es, un músculo cansado de recibir tanto castigo.

Cuesta arriba y cuesta abajo, la escalera por la que asciende al cielo y desciende rodando a los infiernos de los excesos, no parece terminar nunca para esta antigua gloria que Argentina identifica con un número: «el 10».

Buenas compañías

En los tiempos de esta foto, el rey de la noche de Buenos Aires era él, «el Diego». Solía estar acompañado de Coppola, no Francis, el otro, «Guillote», con el que se daba «piquitos» en los labios y al que los periodistas deportivos defendían cuando la familia le atribuía ser el causante de todos los males y de los vicios, de la estrella que caía en picado. «Controla que tenga de la buena», advertían condescendientes imaginando una imagen fatal de sobredosis sino fuera por los cuidados de su ex apoderado.

De aquellos fangos de la droga y las orgías con jovencitas que lo contaban con detalle en la televisión, salía con un escudo protector Claudia Villafañe, la única mujer con la que este hombre de pelo en pecho (entonces no estaba de moda la depilación masculina) pasó por el registro civil. Hoy la acusa -y parece que con causa- de distraerle un puñado de millones de dólares cuando «la mano de D10s» era la sombra que daba tumbos, de aquel futbolista que corría y sorteaba adversarios en «la cancha», rápido como el rayo o como «el barrilete (cometa) cósmico», que fue.

Con el pulgar arriba Diego Armando Maradona, El Diego, El Pelusa, El pibe de Oro o como quiera llamarle el mundo, parece que -condenado por la cocaína- se perdona a sí mismo la vida . No fue la primera vez ni, desafortunadamente, la última.

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