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EL PULSO DEL PLANETA

Vivir flotando en el delta

Los «ecobarrios flotantes», que comenzaron hace una década en el delta del Tigre, a las afueras de Buenos Aires, se extienden como la pólvora

Vivir flotando en el delta ALQUILERARGENTINA.COM

CARMEN DE CARLOS

La moda se va haciendo, poco a poco, hueco en el delta del Tigre. La idea de vivir sobre el agua se identificaba hasta no hace mucho con los amantes de la navegación y los aventureros. Hoy, en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, donde los brazos del río Paraná se extienden como los de un pulpo, solteros, casados y familias con chicos viven en modernas casas flotantes.

No son grandes barcazas adaptadas para tener un salón como el de un apartamento en la costa o una cocinita y un par de dormitorios. Son construcciones fijas –hasta de dos alturas– hechas con módulos, en su mayoría con la «fachada» de cristal, realizadas con técnicas y materiales que respetan el medio ambiente.

Los «cimientos flotantes» de estos barrios se fabrican mediante el sistema combinado de «ferrocemento», un hormigón flexible de poco espesor y mallas metálicas, cuya principal virtud es permitir que la casa flote, tenga estabilidad y esté protegida de la erosión de las aguas. Estos modelos de viviendas adquieren nombre propio en lo que se conoce como «ecobarrios flotantes».

Se encuentran extendidos por el litoral pero uno de los lugares donde más abundan es en Tigre, en la zona de la localidad de San Fernando. La proliferación de estas viviendas forzó a la Prefectura Naval, responsable de éste ámbito, a cambiar la normativa y establecer una nueva categoría: construcción flotante no destinada a navegar.

Los primeros proyectos comenzaron a instalarse hace diez años y hoy todo indica que empiezan a transformar las costumbres de algunos porteños .

El bullicio de la capital argentina, tradicionalmente, se esquivaba los fines de semana con escapadas a las «quintas» (parcelas) de la periferia, algo así como el chalet de la sierra en Madrid. Los más acaudalados y las grandes fortunas, aún hoy, se refugian en sus «campos», fincas de grandes extensiones de terreno que suelen tener ganado o cultivos propios, para descansar del ruido de coches y el tumulto y, de paso, echar un vistazo a la evolución de sus posesiones.

Entre los lugares favoritos, para descansar, de la clase media con ingresos suficientes y de bohemios o artistas, se encontraba –y todavía se mantiene– el alquiler o compra de chalets, en tierra firme, en las islas del Tigre. Hasta allí se llega únicamente por vía fluvial, el transporte público se hace a través de hermosas barcas de madera que funcionan como autobuses de línea que recorren diferentes rutas por otros tantos afluentes y se convierten a su vez en curiosa experiencia turística.

La modesta Venecia

Con un poquito de imaginación se puede decir que esta zona es una versión, muy modesta, de Venecia bañada por las aguas color panza de león, como las llamó por su color arcilloso el poeta Leopoldo Lugones, un hombre atormentado por el dolor que se suicidó, precisamente, en un hotel del Tigre.

El invento de las casas flotantes parece que puede poner en riesgo las viejas casas de ladrillos o «palafitos» que aguantan los bruscos cambios de nivel de río y las sudestadas, vendavales muy peligrosos que, por momentos, hacen confundir el río con un mar embravecido. El tiempo dirá si estas nuevas construcciones entierran a las de tierra firme o ambas pueden convivir en paz.

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