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La discreta mujer que maneja la casa (y la política) de Salmond

Once años mayor que su marido, dice disfrutar en la sombra. Pero Moira McGlashan opina de todo

La discreta mujer que maneja la casa (y la política) de Salmond abc

ana mellado

Podría haber emergido como la primera dama de Escocia. En cambio, para su satisfacción, continuará entregada a sus plantas, a la costura y al scrabble, en su modesto molino del recóndito pueblo escocés de Strichen en el que reside con su marido, Alex Salmond.

Moira McGlashan encarna a la perfección el prototipo de mujer a la sombra, que abraza la discreción y el segundo plano como estilo de vida. Quizá ahí radique el éxito de un matrimonio de más de tres décadas, integrado por un político deslenguado y una silenciosa ama de casa, a la que los flashes le generan sarpullidos.

A sus 77 años, la esposa del adalid de la independencia de Escocia mantiene intacto ese carácter frío, un tanto insulso y rancio, del que se impregnó en Peebles. Esta región de las Scottish Borders, donde nació y pasó buena parte de su infancia , no cuenta con más de 8.000 habitantes y en invierno, adopta un cierto tinte fantasmal.

El destino quiso que accediera como funcionaria al Departamento de Agricultura y Pesca, en los años 70, donde conocería a su futuro marido. Un buen día comenzaría trabajar bajo su supervisión un joven de Linlithgow, licenciado en Economía y militante del Partido Nacional Escocés, con la ambición de comerse el mundo.

A pesar de la diferencia de edad, ella tenía 43 y Alex Salmond sólo 26, se dieron el sí quiero en 1981. Casarse con una mujer en la cuarentena le sentenciaba de alguna manera a renunciar a una descendencia. Algo que durante la campaña del referéndum no le han dejado de reprochar. «Qué le importará el futuro de Escocia si sus hijos no lo padecerán».

Todos los que conocían a Alex o Moira en este momento los recuerdan como la pareja perfecta. Él, un animal político en busca de una carrera política brillante y ella, la esposa perfecta que le recordaría a su marido un día sí otra también que se subiera los calcetines cada vez que se sentase en un plató de televisión.

Cuando Salmond renovó la presencia parlamentaria del SNP en 1987 logrando un escaño, renunció a su trabajo y se dedicó a apoyar su carrera. Moira parecía destinada a seguir los pasos de Sir Denis Thatcher, el esposo de bajo perfil de la dama de hierro. «Me casé con Alex, no con la política. Esa es su vida y estoy feliz de estar detrás. Comparto sus convicciones, pero un político en la familia es más que suficiente» declaró Moira en su última entrevista, concedida en 1990.

A pesar de que ella misma promulga su satisfacción de mujer a la sombra, tiene más influencia sobre él de lo que pretende y no sólo en el ámbito del estilo.

«Es una mujer amable y optimista, que decidió permanecer en un discreto segundo plano . Nunca habla con la prensa o aparece en una plataforma política, pero es evidente que todos los que la han conocido saben que Alex no podía tener un aliado más fiable», escribió el ex diplomático Paul Henderson Scott, en sus memorias.

La idea de cobijarse en una bandera escocesa para celebrar la victoria de Murray en Wimbledon no fue precisamente de Salmond. Pero ella se empeña en reforzar ese prototipo de mujer florero que se lleva las manos a la cabeza cuando su marido abre el armario.

«A veces pongo la noticias de las seis y me quedo horrorizada con lo que lleva puesto. No tiene ni idea de cómo combinar los colores de las corbatas, con las camisas y los calcetines. Se pone la cosa más cercana a la mano», declaró en esa última entrevista. Por no hablar del repudio que le genera el presenciar las pantorrillas de su marido en su televisión cuando viste calcetines tobilleros.

De hecho, mientras Salmond se preparaba para ser interrogado por Brian Walden en el período previo a las elecciones generales de 1992, se subió los calcetines con su esposa en mente.

Pese a la discreción de la que hace gala, tampoco tuvo mayor reparo en revelar que su marido no sabe freír un huevo, ni desempeñar ningún menester del hogar. La pobre Moira esperó más de seis meses a que le colgase el palo de la cortina del salón. Por aquel entonces quizá andaba empantanado dando forma a su sueño separatista. A partir de mañana, después de haber anunciado su dimisión, ya no tendrá excusa.

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