Arturo Fernández «Soy consciente de que la vida se acaba»

-En eso se parecen...

-Un buen vino, una buena mesa y una buena conversación son el placer de los dioses... Y de los abstemios y los vegetarianos no me fío, no... No sé, no creo que lo pasen bien.

Llevaba Arturo Fernández varios años con esta comedia en la cabeza, y ahora, tras la elección del Papa Francisco, le ha parecido el momento de ponerla en pie. «La figura del Papa le suma actualidad, porque sus palabras nos ayudan a no tener miedo y a decir las cosas. El diálogo es inteligentísimo, irónico, auténtico y sorprendente. Además, es polémica y mueve a la reflexión.

-¿Por qué ahora? Usted solía encarnar a personajes frívolos...

-Me ha influido el «Don Juan» que hice con Albert Boadella. Allí había una parte en mí desconocida como actor, del actor mayor. Necesitaba ese cambio, aunque mi personaje se parece a otros que yo he interpretado: este sacerdote es irónico, socarrón y con un gran sentido del humor. Es un hombre que está falto de amor, falto de cariño, como casi todos los sacerdotes. El seminarista le recuerda a él mismo en su juventud, Daría cualquier cosa por ser joven como él. Es una comedia de sentimientos muy importante.

-¿Algo de esa melancolía está en la vida de Arturo Fernández?

-Esa melancolía existe. Soy consciente de que la vida se acaba, y daría cualquier cosa por que se descubriera esa pastillita para quitarse quince años de golpe. Yo amo la vida por encima de todas las cosas. Y soy un poco como los futbolistas, que cuando tienen 34 años es cuando mejor juegan, pero es cuando tienen que retirarse; a mí me pasa un poco eso. ¿Por qué no se alargará la vida, ahora que la empiezo a disfrutar tanto? Cuando ya eres mayor, ves que te has preocupado por cosas que no tenían ninguna importancia, y ahora quieres acogerte a las cosas importantes y disfrutarlas, que no se te escapen.

-Usted tiene el gran regalo de seguir a su edad sobre el escenario, y en plenitud.

-Eso es parte de mi juventud. A los actores el escenario nos aporta juventud. Tomamos las mejores cosas del personaje que estamos interpretando, y si te gustan las trasladas un poco a tu propia vida.

-Usted ha dicho que es católico. ¿Se ha acentuado su religiosidad?

-Sí, eso nos pasa con la edad, que nos volvemos más creyentes... Cuando eres joven no piensas en ello; en una iglesia -y mejor si está vacía- me siento muy protegido. El silencio es lo único bello que todavía nos queda. Es un misterio... Y sí, creo ahora más que lo que he creído.

-El clergyman estará hecho a medida y lo llevará usted impecablemente planchado, claro...

-Para qué le voy a contar... -sonríe-. Creo que el Vaticano ha mandado un emisario para ver cómo voy yo y cómo hablo en el púlpito. Y el traje está hecho a medida. No tolero un Cornejo o un Peris... Nada de traje de alquiler. Aunque sea un sacerdote. Un hombre al que le gusta el vino es encantador.