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«Jordi Pujol era más agarrado que un chotis»

Las visitas del político a la bruja Adelina son una escena digna del Ubú de Boadella. «Propias de un personaje como él», dice a ABC el dramaturgo. La yema negra del huevo era «energía negativa»

«Jordi Pujol era más agarrado que un chotis» Elena Carreras

hughes

-¿Pagarás la terapia con los «bajos fondos»?

-Querrás decir con los fondos reservados.

-Claro, claro...

-Imposible, ¿tú crees que queda mucho después de pagar a periodistas, escritores, políticos...? ¡Ja no queda res!

Esta conversación entre el presidente y su esposa, sacada de la obra «Ubú, President» de Els Joglars, viene a la memoria al conocer el asunto de la vidente Adelina. En la obra de Boadella, el president, preocupado porque cada vez se le entendía menos al hablar , acude a un terapeuta que le somete a sucesivos psicodramas en los que acaba siendo el Papa y Dios.

En la realidad, Pujol visitó a la vidente Adelina en Andorra con el objetivo de curar su tic, completamente descontrolado por entonces. La bruja gallega (o sea, meiga) así lo reconoció esta semana a «Espejo Público»: «¡Vino por el ojo y ahora no tiene ni una cuarta de tic!».

Preguntado por ABC, Albert Boadella no disimula su gozo: «Estoy disfrutando mucho y no me sorprende nada lo de la bruja porque es propio del personaje neurótico que yo retraté». Pero además de esa neurosis, en lo de Pujol asoma también un rastro de trastorno delirante, porque además de curar el tic, la bruja Adelina le sometía a la terapia del huevo para quitarle el mal de ojo. Esta terapia es la gran novedad de calado psiquiátrico, político y nacional, porque apunta a algo que sólo se sospechaba: el ramalazo paranoide.

Adelina cuenta que recorría su cuerpo y su cabeza con el huevo recitando una oración (o bien la fórmula «romero, romero, saca lo malo y deja lo bueno») y luego rompía la cáscara para ver si había mal de ojo. « El huevo le salía negro total. Eso significa envidia mala de su entorno ». Ahora piensa que le saldría aún peor: «Si hubiera robado tanto como él...». El huevo absorbía las malas energías y Pujol se fue haciendo adicto a esa purificación.

La imagen de Pujol sentado y Adelina detrás con el huevo negro en la mano es poderosísima, ¿no recuerda a la propia Virgen de Montserrat con el niño (¡Pujol!) en las rodillas y la piña negra en la mano? Además de curar los trastornos nerviosos y de limpiarle el aura, los servicios de Adelina se completaban con la adivinación electoral: «Vas a ganar por pelitos, eh».

Pero lo de Adelina es fascinante también por el asunto económico. La vidente cuenta que al principio le daba la voluntad. «¿Que si era agarrao? Más que un chotis. Me daba veinte euros». Pero la cosa fue a peor. Pujol se enganchó a Adelina y le puso un piso en Barcelona. Allí empezó a llevarle clientes de entre la selecta burguesía catalana. Al parecer, ella cobraba 150 euros al día mientras que él recibía 300 por visita. «Ganó dinero conmigo». El episodio demuestra el genio económico de Pujol, capaz incluso de chulear a una pitonisa.

Pero lo fundamental del caso sigue siendo el huevo, porque describe a Pujol como un ser temeroso. Ya no es el «milhomes» que decía Tarradellas sino un hombre asustado . Ese recelo paranoico de quien piensa que le están poniendo velas negras remite a otro gran paranoico catalán, Dalí, que además era un simbolista del huevo. Dalí emergía de un huevo en Cadaqués y tiene un cuadro, Metamorfosis del Narciso, en el que el huevo era la cabeza. ¿No se ve en esa cabeza ovoide y narcisista al propio Pujol?

El huevo lo relaciona con Dalí. Ferrusola sería Gala («La dominación por Gala me hará un catalán perfecto») y el método paranoico-crítico de Dalí se sustituye por el paranoico-político de Pujol, esto es: el nacionalismo de corte sardanístico. Y como Dalí, igualmente ávido de dinero. Así se entiende mejor la incesante pasión crematística de Pujol, la pasión por el dinero tocante y por su atesoramiento . Por Andorra, por Suiza. Lo dijo Dalí: « Mis influencias son catalanas, mi propio genio viene de Cataluña, país del oro y de la ascesis ». La Cadaqués de Pujol sería Andorra, donde sublimaría ovíparamente su delirio y acumularía el oro. «La idea de que mi oro fructifique en el banco, sin moverse de ahí, bien protegido por las cajas fuertes me tranquiliza, me entusiasma».

Tras darse cuenta de que Pujol tenía en ella un negocio, Adelina no volvió. Quizás fue el principio del fin. Todo apunta a que, desde entonces, el huevo se le fue poniendo como el betún . La idea de Pujol haciendo «negoci» con quien le limpiaba el chacra nos habla de una especie de compulsión.

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