Sotogrande se convierte estos días en la capital mundial del polo
ABC reúne a los tres polistas más punteros de España. Son jóvenes, ricos y bien parecidos
marina pina
Parecen un grupo de niños bien montando a caballo y dando golpes a una pelota con un palo. Sin embargo, lo que hacen en el Santa María Polo Club de Sotogrande es golpear una bocha con un taco, lo que hacen es jugar al polo. ... El ambiente de la ciudad gaditana en agosto dista mucho del resto del año. Con la celebración del Torneo Internacional Land Rover, Sotogrande se llena de caballos, de polistas y de gente intentando aprender en qué consiste este deporte cuyo primer profesional español fue Nacho Domecq. Hoy, su hijo, Luis Domecq , se labra camino en donde empezó su padre.
El polo no es una reunión de amigos, es un deporte exigente. Si no que se lo digan a Pelayo Berazadi, que se fisuró una costilla y siguió jugando. O a Domecq Jr., que aparece con una herida en la nariz y numerosos moratones en las piernas. El único sano -a simple vista- es Pascual Sáinz de Vicuña. Los tres llevan un mes instalados en Sotogrande , compitiendo en el torneo que hoy termina con la Copa de Oro Bulgari. Y los tres se juntan por primera vez para hablar sobre este deporte que es más que una reunión de caras bonitas.
A sus 28 años, Pascual es el mayor de los tres polistas y el español con más hándicap, seis. En Sotogrande juega en Dos Lunas, el equipo en el que Nacho Domecq ejerce como patrón. Sáinz de Vicuña practica este deporte desde hace «sólo» doce años. «De pequeño no me gustaba tanto, pero me fui a Argentina con unos primos míos y empecé a jugar», explica. Sus primos de la Pampa son los Bemberg, una de las familias más poderosas de Argentina, antiguos dueños de la cerveza Quilmes. «Me divirtió y cuando volví a España empecé a jugar todo el rato y decidí dedicarme a esto», continúa.
Luis, de 20 años, le escucha sentado en el suelo. Es el benjamín de este trío, aunque es el que más relación tiene con el deporte. «Lo veo desde pequeño, desde que tenía tres años y montaba en el caballo con mi padre», cuenta a ABC. Ligado a uno de los apellidos más conocidos de Andalucía, Luis aún no sabe si se dedicará profesionalmente al polo . «De momento me quedan dos años de carrera, estudio Administración y Dirección de Empresas en Madrid».
Esa es la carrera que también estudió Pelayo, quien se define como «un chico normal» y contesta a las preguntas con profesionalidad. En 2012 formó parte del equipo español que disputó el Campeonato de Europa, y desde hace dos años pasa los meses de invierno jugando en Dubái. Tiene 25 años y una carrera muy prometedora. «Empecé a jugar al polo porque me crié en Sotogrande. Siempre me gustaron los caballos, al principio era bastante malo y empecé echando una mano...», recuerda.
Los tres jugadores se quejan de que el deporte no es tan conocido en España como en Inglaterra o Argentina. «En el polo importa bastante tener un determinado nivel adquisitivo, porque los caballos comen y eso vale un dinero», opina Luis. Pascual, su compañero de equipo, matiza: «Es un poco más difícil empezar, quizás, pero yo no sé si va con el alto nivel adquisitivo o con la cultura del caballo, porque en Andalucía sí que hay cultura del caballo, pero en el resto de España, no». «Aquí para jugar tienes que tener o mucha suerte o los medios para poder hacerlo, no es un deporte muy accesible», resume Pelayo.
Ser polista, además de ser caro, parece que tampoco es una credencial para ligar. Los chicos se ríen al ser preguntados por qué dicen las mujeres cuando les cuentan que juegan al polo. «Algunas te preguntan que qué tal nadas, se piensan que te dedicas al waterpolo», bromean. Y en ese momento la conversación se vuelve más distendida, y Luis asegura que los «piques» de la cancha se quedan ahí. «¡Es que sino tú no tendrías amigos!», dice con sorna Pelayo.
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