Carmina que estás en los cielos (creemos)

El 23 de julio de 2004 se descubrió el cadáver en la bañera de su casa. Tenía 49 años

Carmina que estás en los cielos (creemos) efe

rosa belmonte

Guapa, hija de guapos y madre de guapos, Carmina Ordóñez murió dejando un bonito cadáver el 23 de julio de 2004. En la bañera y con 49 años. Una edad tan tonta como los 36 de Marilyn Monroe. Ella bromeaba con que no se veía ... llegando a los 50. Necrosis cardíaca, se dijo después. Noticia en los informativos de las tres. Horas y horas de televisión más amarilla. Momento de volver a decir aquello de «A mí, plin. Yo soy Ordóñez Dominguín». La había encontrado Eva Carreño, su amiga y asistente personal, a las 12.23, tras la llamada de la asistenta no personal y doméstica, extrañada porque la señora no salía de la habitación. Sus cenizas fueron esparcidas por algún lugar del Rocío. Podía haber elegido la finca Recreo de San Cayetano, en Ronda, donde reposan las de Orson Welles. Carmina era una estrella con escenarios favoritos y uno era el Rocío. El otro, Marrakech. El internado suizo y la clínica de desintoxicación fueron localizaciones menores. Era muy de bajarse al moro. Por los preciosos jardines de La Mamounia correteaban sus hijos. Y allí se codeaba con Saint Laurent o el mismísimo rey Hassan (cuando compró casa en el Palmeral puso en el salón un retrato suyo). Divinamente. Hija de torero, mujer de torero, prima de toreros , madre de toreros (y de un viejo), Carmina tenía entidad propia como famosa sin oficio conocido. «Licenciada en la buena vida, doctorada en la contemplación y catedrática de la exclusiva», como escribió Pepe Colubi, la hija de Antonio Ordóñez llevó una vida de excesos y defectos. Una vida de chulis, cabras y pais.

El 16 de febrero de 1973, a los 17 años, se casó con Paquirri, de 24. Se separó del torero en 1979. Luego empezó a crear y criar famosos a su vera: Julián Ordóñez, Ernesto Neyra (al que llegó a acusar de malos tratos) o Pepe el Marismeño , que luego hablaría de adicciones. También se la relacionó con Pedro Pablo Peralta. Y antes con Antonio Arribas, Pepe Cabrera o Eduardo Bermejo. Fuera del negociado sentimental, podríamos situar también a Lara Rodríguez, secretaria, asistente y luego intrigante. Muchos de ellos tuvieron momentos televisivos bajo cobro. La primera, la maestra Carmina, que hasta fue colaboradora en el sofá de «A tu lado». Los otros se subieron al curro.

Señorita de cuna meneada, Carmina no pegó un palo al agua. Como mucho se daba golpes de pelo. Hombreriega y disfrutona, todo lo que hacía se convertía en noticia. Ya fuera lavarse los pies con Coca-Cola en el Rocío, vestirse de azul pavo en la boda de su hijo con la duquesa o pasear al redicho benjamín. Carmina daba la impresión de ser el ventrílocuo de Julianín porque no parecía posible que de ese monicaco salieran tales parlamentos (claro, que de Carmina, menos). Luego comprobamos que sí, que el muchacho era así, que se habría comido a algún señor.

Un día, Mario Vaquerizo y Alaska, que siempre se han declarado fans de gente como Ana Obregón, Belén Esteban o la propia Carmina Ordóñez se acercaron a esta y le manifestaron su rendida admiración. Los miró y dijo: «¿De verdad? ¿No os estáis riendo de mí?».

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