Dos presos, «paparazzi» de Ortega Cano en la cárcel
Grabaron al matador en la prisión de Zuera e iban a vender el material por 30.000 euros
Dos presos, «paparazzi» de Ortega Cano en la cárcel
El negocio con las cuitas del matador José Ortega Cano (60 años) y su familia no acaba ni entre rejas. Si el torero pensaba que los paparazzi dejarían de perseguirlo en la prisión, se equivocaba. Ingresó el 23 de abril en la de Zuera ( ... Zaragoza) para cumplir los dos años y medio de condena por causar el accidente en el que murió Carlos Parra y menos de un mes después ya estaban intentando comerciar con su intimidad patibularia.
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Hace unos días, funcionarios de este centro penitenciario interceptaron unas imágenes de la rutinaria vida del preso más famoso. Dos internos habían grabado material del matador cuando se encontraba en las zonas comunes (patio y comedor) del módulo en el que está ingresado. Los trabajadores de Zuera habían detectado movimientos extraños y gracias al celo aplicado lograron dar con el material prohibido, así como con el dispositivo utilizado para la grabación, perfectamente oculto, según ha podido saber ABC de fuentes penitenciarias.
Material prohibido
Ese tipo de grabación supone una infracción muy grave, así como la emisión de las imágenes. A los dos presos, amigos entre rejas, se les tomó declaración tras interceptarse las imágenes. Los dos coincidieron en sus palabras. Un medio de comunicación les había ofrecido 30.000 euros a cambio del jugoso material, así que sin dudarlo se convirtieron en paparazzi improvisados y se aplicaron con dedicación a la tarea.
Aún no se ha determinado cómo se les hizo la oferta a los dos internos, si a través de un abogado o de un familiar o por algún otro medio, ni tampoco cómo consiguieron el dispositivo de grabación, prohibido en cualquier centro penitenciario.
La cifra de 30.000 euros parece a todas luces elevada para un material jugoso, pero anecdótico, por lo que no se descarta que esa promesa de pago fuera menor o incluso siendo real que luego se rebajara.
Tras reconocer los hechos, y a la vista del material y de la «cámara», los dos internos fueron sancionados y trasladados a otro centro penitenciario. Ambos estaban ingresados en el mismo módulo de respeto que el diestro, adaptado perfectamente a la rutinaria vida penitenciaria, que se ocupa de limpiar su celda y otras zonas comunes, como marcan las normas de estos módulos, más tranquilos, pero en los que el interno adquiere un mayor compromiso y tiene más responsabilidades. Si las incumple, es expulsado automáticamente del mismo.
Los dos tipos, presos comunes ávidos de dinero, demostraron su falta de escrúpulos pero no les quedó más remedio que reconocer los hechos. Las fuentes consultadas reiteran el trabajo de investigación y seguimiento de los funcionarios a los que no les pasó desapercibido el interés de los reos por emular a los «cazaimágenes».
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