Mónica Lewinsky vuelve a Bill Clinton para huir de su pasado
Quien fuera la becaria más famosa del mundo habla en «Vanity Fair» del escándalo que vivió en 1998 con el expresidente estadounidense
pedro rodríguez
La verdad es que Mónica Lewinsky nunca ha conseguido marcharse del todo . Hace bastante tiempo que su apellido se ha convertido en una explícita y recurrente broma. Los Clinton siguen dando mucho que hablar como incipiente dinastía política americana (Chelsea acaba de confirmar su ... primer embarazo mientras que Hillary ultima su segunda y puede que definitiva candidatura presidencial). Y todavía este fin de semana, durante la rutilante cena de los corresponsales de la Casa Blanca, se han escuchado chistes sobre toda aquella saga que en 1998 puso a prueba a medios de comunicación de todo el mundo con el dilema de hasta dónde se pueden compartir detalles de rolliza sensualidad.
El caso es que la más famosa de todos los becarios que han desfilado por el número 1600 de la Avenida Pensilvania ya ha cumplido 40 primaveras. Y no ha encontrado mejor forma para celebrarlo que con un intento de catarsis en el próximo número de la revista americana Vanity Fair, con posado y ruptura de diez años de silencio. Según explica en primera persona, «ha llegado el momento» de superar definitivamente su pasado más traumático, empezando metafóricamente por el incriminador vestido azul con lamparón de ADN que hoy se custodia en los Archivos Nacionales de Washington junto a otras reliquias de escándalos presidenciales.
Mónica arranca repitiendo dos veces que «lamenta profundamente lo que ocurrió entre mí y el presidente Clinton». Y desmiente los rumores que apuntan a que su discreción haya sido comprada. A su juicio, ya no toca «andar de puntillas sobre mi pasado y los futuros de otras personas». Y como una Belén Esteban más, se presenta en estos términos: «Determinada a tener un final diferente a mi historia. Dispuesta, finalmente, a sacar mi cabeza del parapeto para poder recuperar mi narrativa y dar sentido a mi pasado».
En retrospectiva, Lewinsky considera que aunque su jefe «se aprovechó de mí», lo cierto es que su relación con Bill Clinton fue consensual. Según ella, el abuso vino con toda la humillación pública sufrida durante el escándalo en el que la joven becaria terminó convirtiéndose en «un chivo expiatorio» para proteger la poderosa posición de su adúltero amante. Pese a todo, Mónica insiste en que ha mantenido su dignidad rechazando ofertas de todo tipo por un valor estimado en más de 10 millones de dólares.
Tras exiliarse temporalmente en Inglaterra, y estudiar un master en psicología social en la London School of Economics, Mónica explica que se ha convertido en una persona sin perspectivas de empleo. Le gustaría trabajar en el campo de la comunicación y el marketing pero por culpa de su «historia» no encuentra nada legítimo. Su melodrama se intensifica hasta el punto de confesar que ha sufrido sucesivas tentaciones de suicido. Y es que su amargo limón es ser «la primera persona» vejada globalmente gracias a Internet. Pero ella quiere hacer limonada y dedicase a luchar contra el acoso «online»: «Quizá compartiendo mi historia, he razonado, pueda ser capaz de ayudar a otros en sus momentos más oscuros de humillación».
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