Miguel Noguera, el humorista preferido de Doña Letizia
Los Príncipes de Asturias acudieron recientemente en Madrid a un «Ultrashow» del artista

Hace poco supimos que los Príncipes, por iniciativa de Doña Letizia (41 años), habían acudido a ver un «Ultrashow» de Miguel Noguera (34 años) que tuvo lugar en Madrid. Esto ha despertado un cierto interés por tratarse de un humorista de culto. Quizá nunca fue el Príncipe un joven más de su tiempo que en el «Ultrashow», ante el desarrollo de las ideas de Noguera, un artefacto lógico-artístico que va más allá del humor, más allá del post-humor incluso, en un territorio donde el dibujo, la literatura y lo humorístico se dan la mano (¡pero qué cursi y parroquial suena ese darse la mano!) La única relevancia de la noticia, en realidad, es el buen gusto de Doña Letizia y lo que esto pudiera revelar del matrimonio: Amor es humor y una pareja que profundiza conjuntamente en el humor es, por fuerza, una pareja viva.
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La obra de Noguera se desarrolla como una sucesión de ideas. Su Idea es un constumbrismo infinitesimal, una aceleración-ralentización de partículas humorísticas, una poética del subjuntivo. Noguera habita un Chiquitistán filosófico. Montado en el caballo que va y viene de Bonanza mira fijamente un punto con la obsesión de la inteligencia y nos introduce en una dinámica feliz, en una deprecación-celebración bernhardiana del mundo.
«Mirar lo muerto»
El átomo de gracia de Noguera es la canica, la canica es ese ápice infantil, y tierno de las cosas. Noguera resulta españolísimo por su manera de «mirar lo muerto», por su carroñería de lo real.
Ha inventado el alzacuellos lateral para el cura deportivo. La cruz profunda. El saludo de espaldas del conspirador. El policía que para disparar no hinca una rodilla sino dos. La cena centrífuga y tirante que permite que ningún comensal tenga que verse. Y ha fantaseado con el momento crítico y posible de desmayarse meando y seguir haciéndolo, como un surtidor inevitable.
Noguera tiene algunas obsesiones. La cruz, las anomalías musculares, las miradas, los camareros y quizás uno de los mejores chistes (antichiste) de la historia: Dos personas que en la cola del supermercado se ceden mutuamente el paso, dado lo escaso de la compra. Llevados por su infinita amabilidad proceden a darse la prioridad mutua e incesantemente («Usted». «No, no, usted») hasta convertirse en una máquina rotatoria, un auténtico shuriken de caballerosidad , estrella ninja en la que se cruza un niño y muere.
Noguera es dibujante y escritor y humorista de resultas de lo anterior. Reivindica la figura de Chiquito de la Calzada (81 años) o incluso de Pumares (70 años) y huye de lo «saleroso». «En realidad soy bastante insulso», dice. Aun sin pretenderlo resulta irresistiblemente gracioso en el escenario. Pese a su aparentedesgana, su no-querer-ser-cómico, tiene una suerte de flema hiperlúcida, un tono entre Chiquito yEugenio para declamar la Idea que acaba resultando contagioso. Hay, definitivamente, una manera noguerística de contar las cosas.
Los gustos de la Princesa
¿Hasta qué punto es moderna Doña Letizia? Se sabe que compró un lbro de Jonathan Franzen, que le gustan Los Planetas, Eels o Los Punsetes. Esta visita al Ultrashow nos la acercaría al público hipster, en el underground de la carcajada inteligente (¿no lo son todas?). Pero con Doña Letizia siempre surge la voz discrepante (a menudo esa voz es femenina): ¿No será impostado todo esto? También fue a conciertos de Amaral, que no son precisamente el colmo de lo contracultural. Sea moderna o casi, si cuando luce el diseño de un modisto español se aprovecha la publicidad, no estaría mal que nosotros, súbditos criticones, tomáramos nota de su excelente gusto para el humor.
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