Cuando el zapato y el calcetín rompen el protocolo
El presidente del Gobierno cometió dos errores estéticos ante el Emperador de Japón
Entendemos que alguien a quien se le exige utilizar mucho la cabeza no esté pendiente de sus pies. Pero Mariano Rajoy podría tomarse más en serio su imagen de base: el calzado y los calcetines . Si hace un tiempo expuso a la mirada pública unos magníficos tomates en los talones, ayer hizo un striptease de sus espinillas ante nada menos que el Emperador del Japón . Reconocemos que estamos en crisis, pero ya que queremos vender la marca España tendríamos que hacer un esfuerzo por mejorar la imagen de las extremidades del señor Rajoy, sobre todo cuando sale del territorio nacional.
Veamos, Rajoy parece abonado al modelo de mocasín tipo Sebago, que es cómodo pero no recomendable para acudir a una entrevista con el Emperador de Japón, o para cualquier acto protocolario. En su defensa, diremos que entre los jóvenes hipsters (los que están en la onda) se vuelve a usar este tipo de calzado que se considera retro y por lo tanto cool . Incluso van tan lejos como para usar el bajo de los pantalones remangados para que se vea el tobillo y prescinden de usar calcetines.
El zapato adecuado
Pero, claro, una cosa es pasear así por las calles de Brooklyn, esperando que te haga una foto un fotógrafo de streestyle como Tommy Ton, para que las publique en su blog y otra muy distinta es ser el presidente del Gobierno. En el mercado existe una gran variedad de marcas, desde la prohibitiva John Lobb (preferida del Príncipe Carlos de Inglaterra) hasta Church’s, pasando por la mallorquina Lottusse , que ofrecen el modelo de zapato Oxford como el que calza el Emperador Akihito. Un modelo sobrio y elegante, con cordones, perfecto para estas ocasiones. Y si la afición a los zapatos mocasín no puede considerarse conforme con una adecuada imagen, la falta de atención a los calcetines del presidente es aún peor. La prensa nacional presentó a los españoles los dos magníficos tomates que Rajoy exhibió en su reunión con el Conde de Godó en el 2007, por cierto con sus amados mocasines, que para más inri tenían comido medio tacón. Una cosa es ser austero, otra es ser dejado.
Eso sí, en su entrevista con el Emperador, hay que reconocer que los mocasines brillaban y que los calcetines eran largos, del color adecuado y nuevos. El problema es que resbalaban, no cumpliendo con su obligación de cubrir las pantorrillas. ¿El resultado? Al sentarse y subir el bajo del pantalón, el calcetín aparece arrugado y la espinilla al aire, estilo calentadores de deporte. Cuando se compra un calcetín alto lo más importante es: 1) el elástico (que sea ajustado), 2) el largo (por encima de la pantorrilla para que encaje bien) y 3) el material (que no sea sedoso ya que es más fácil que se deslice). Dicho esto, la relación entre España y Japón es excelente, y un calcetín arrugado es solo una anécdota sin mucha importancia y sin trascendencia alguna en los asuntos de política internacional.
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