Así pasa sus domingos Alberto Ruiz Gallardón
El ministro de Justicia vive por y para la política, pero los domingos oye música y pasea con una perra beagle que le regaló su hermana
anna grau
«Está tremendamente malcriada, no he hecho más que mimarla», presume, orgulloso. La llamó Olimpia por la candidatura olímpica de Madrid y ahora es su reposo de la guerra de ser ministro. Hay que decir que Gallardón entró en Justicia pisando fuerte, hasta el ... punto de escocer en las asentaderas de algunos. Él niega que no se dialogue. «Diálogo sí hay, muchísimo, lo que no hay son acuerdos», devuelve su bumerán a la oposición. Y a los lobbies de la judicatura les advierte: «Yo vine al ministerio a hacer, no a estar. Y hacer muchas veces significa abrir confrontación con determinados sectores que defienden sus intereses, absolutamente legítimos… pero que no son los intereses generales».
Él era el predilecto de cierta izquierda, y ahora le ponen a caer de un burro por la reforma del aborto . Reflexiona Gallardón, muy relajado: «Yo desde luego no he cambiado, ni creo que ellos hayan cambiado tampoco, no. Yo creo que la izquierda se ha sorprendido de que me atreva a tocar el aborto , de que yo no rehuya este debate… porque no me conocían, claro, y porque la izquierda parte del supuesto de que ellos están siempre en posesión de la verdad y nosotros no tenemos legitimidad para cambiar sus leyes, da igual que para hacerlo tengamos el apoyo de los ciudadanos». Él tiene claro que el problema no es tanto la izquierda como el hacerle demasiado caso. «Uno de los problemas que hemos tenido en España durante toda la Transición es que la pretendida superioridad moral de la izquierda no solamente se la creían ellos sino que también se la ha creído una parte del pensamiento de centro y hasta de centro-derecha», advierte. ¿Hay una especie de síndrome de Estocolmo político? «Pues sí».
Cambiando de tercio, le comentamos que también hay quien le acusa de ser «tan brillante que no se le puede aguantar». Él no lo niega, sí se justifica: «A veces es pura timidez, te refugias en la seguridad de los conceptos o del lenguaje». Asegura que cuando está con amigos o con su familia se relaja mucho más, pero en cuanto se sube a la tribuna del Congreso se siente obligado «no ya a dar lo mejor de mí mismo, sino a intentar elevar el tono del debate».
Síndrome de la Moncloa
Su relación personal con Mariano Rajoy «es buena», quedan a veces con las señoras. «Se habla mucho del síndrome de la Moncloa», apunta, «yo puedo decir que el Mariano Rajoy de hoy, humanamente, sigue siendo la misma persona cercana». Insiste en que el presidente es especialmente sensible a los retos de sus ministros en un momento como el actual y «siempre tiene una palabra de apoyo y de ánimo». ¿También para él en el tema del aborto? «Por supuesto, en este y en todos los casos», responde sin pestañear.
¿Le preocupan las encuestas en Madrid? «Yo me he presentado a muchas elecciones en Madrid y siempre, siempre, siempre, las encuestas nos daban peor resultado del que luego obteníamos en las urnas». ¿Un mensaje para los descontentos y angustiados? «Que ya hemos pasado lo peor, hemos tenido que tomar decisiones impopulares que iban no ya contra nuestro programa electoral sino contra nuestros propios principios, como las nuevas cargas fiscal es, pero era necesario para la recuperación, y cuando esta recuperación se produzca, estoy convencido de que los ciudadanos la relacionarán directamente con la acción de un gobierno que no quiso esconderse sino que aceptó su responsabilidad, y nos renovarán su confianza».
Entretanto la vida sigue. Volviendo a sus domingos, ese día Gallardón se suele levantar como siempre, de siete a ocho, de otro modo Olimpia le tira de la cama. Lo primero es darle de desayunar a ella (su pienso) y luego el desayuno de él (té, un yogur y una manzana). Y si la política no le aleja de Madrid, irse a correr entre una hora y media y dos horas a El Pardo con la perra. Le gusta comer en casa para descansar de los muchos días entre semana que come fuera. ¿Cocina? «Yo soy el que pone la mesa, el que la recoge y el que lava los platos» ¿No hay lavavajillas en la residencia Gallardón? «Sí, pero yo soy el que lo llena y lo vacía, si hay que lavar algún cacharro a mano, se lava». Pero a la hora de cocinar que no le busquen a él y casi que tampoco a su esposa, Mar Utrera. «El que mejor cocina en casa es mi hijo mayor». Por la tarde cultiva su pasión por la música, que por supuesto incluye la música clásica -está abonado vía Internet a la Filarmónica de Berlín y es habitual del Auditorio y del Teatro Real- pero también puede vibrar con un buen desgarro de Chavela Vargas. Y no se sabe ir a la cama sin un libro.
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