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España, tierra de grandes vinos

Considerada como la más «amable» de las bebidas, el vino es santo y señacultural e industrial de nuestro país

España, tierra de grandes vinos abc

Carlos MARIBONA

En un gran vino se resume una cultura. Y España es tierra de grandes vinos. Nuestro país posee un verdadero tesoro enológico, trasmitido a lo largo de la historia de generación en generación hasta nuestros días. El vino, la más amable de todas las bebidas, supone un paso importante en la sofisticación humana: un líquido que no está destinado a apagar la sed, sino a saborearlo. Un componente imprescindible de casi todas las culturas, muchas veces como alimento, otras como placer, siempre con un origen divino. Dionisos es el primer representante en nuestra civilización de una cosmogonía en la que el vino es un elemento sagrado. Luego, en Roma, lo fue Baco. Más tarde, para la civilización judeocristiana la viña se convirtió en pieza fundamental. Y el vino se transformó en la sangre de Cristo. Vino como símbolo de inmortalidad, brebaje de vida. El hombre lo ha elaborado a lo largo de los siglos para reconfortar tanto su cuerpo como su conciencia, como sustento pero también como fuente de sensaciones. Y ya en el siglo XIX, una burguesía hedonista aprendió a conservarlo y a hacer de él un elemento de placer y de disfrute.

España no ha sido ajena a esta evolución. Es más, ha estado muy implicada. Al fin y al cabo somos el país del mundo con mayor superficie de viñedo plantada y el tercero en producción tras Francia e Italia. Dicen los historiadores que fueron los tartesos quienes trajeron el vino a la Península Ibérica. Un vino con el que se comerciaba por todos los confines del mundo entonces conocido. La dominación romana aumentó este comercio ya que los vinos ibéricos eran muy apreciados en la capital del Imperio. De la zona de Cádiz, de Tarragona, de la Bética, de Valencia o de las islas Baleares ya se exportaban, envasados en ánforas de barro, vinos muy apreciados por los emperadores y los nobles romanos.

Pero son los tiempos actuales los que nos interesan. En todas las Comunidades españolas se hace vino. Incluso en algunas como Cantabria y Asturias, donde el cultivo de la vid estaba prácticamente desaparecido, se han recuperado viñedos y se elaboran vinos muy dignos. Nada menos que setenta denominaciones de origen existen actualmente en España. A las que hay que sumar catorce vinos de pago, procedentes de bodegas que por su calidad consiguen un reconocimiento especial. Aunque hay muchas muy reconocidas, empezando por Rioja y siguiendo por Ribera de Duero, Toro, Priorato o Rías Baixas, de entre todas ellas hay una de la que los españoles nos podemos sentir especialmente orgullosos. Unos vinos únicos en el mundo, diferentes a todos: los vinos de Jerez. Curiosamente, mucho más valorados fuera de nuestras fronteras. Por desgracia no somos conscientes de la riqueza enológica de estos vinos generosos que llevan el sello de España por todo el mundo. Si se elaboraran en Francia o en Italia… De ellos decía el doctor Fleming que «si la penicilina cura a los enfermos, estos vinos ponen en pie a los moribundos». Ya los romanos importaban grandes cantidades de vino gaditano, que puede considerarse el precursor de estos jereces. Aunque siempre fueron muy valorados por las cortes europeas, sería en los siglos XVIII y XIX cuando grandes empresarios ingleses comenzaran a comercializarlo en grandes cantidades a su país, donde el «sherry» adquirió un enorme prestigio. Y ahí siguen las manzanillas, los finos, los olorosos, los amontillados, los palo cortado, o los pedro ximénez haciendo las delicias de los buenos bebedores de todos los continentes. Sin duda es nuestro vino más internacional, una de las grandes banderas de España en el mundo.

Territorio común

A pesar de su trayectoria de siglos, ha sido en nuestros días cuando hemos asistido a la eclosión del vino como un fenómeno cultural específico, favorecido por una globalización que lo hace asequible a todos los humanos y convierte al planeta en un territorio común de intercambio. En esta nueva cultura, el vino emerge como el alimento sensorial por excelencia, capaz de integrarse en un modelo de sociedad complejo y diverso. Una cultura peculiar, que se preocupa de tipos de uvas, de temperaturas de servicio, del ritual del descorche... y en la que, por primera vez importa más la calidad que la cantidad. Tanto que en España hemos pasado de consumir cerca de 70 litros por persona en los años setenta a solamente 22. Se bebe mucho menos, pero con una calidad muy superior. Y lo que ya no se bebe en nuestro país, se exporta. Tanto que somos el primer país exportador del mundo por volumen, más de 2.000 millones de litros cada año, lo que reporta unos ingresos que también superan los 2.000 millones de euros.

Nuevos mercados

El problema está en que durante muchos años se exportó vino de poca calidad a bajo coste y sin cuidar la imagen. Como es lógico eso no ha sido nada positivo. Por fortuna, las bodegas españolas de alto nivel, que son muchas, han trabajado duro para abrir caminos a sus vinos y para demostrar que la calidad es muy alta. Así, en los últimos tiempos hemos podido constatar la mejora de la imagen de nuestros vinos, que se introducen con éxito en mercados tan complicados como el de Estados Unidos . Nuevas generaciones de bodegueros de nuestro país, que elaboran mejores vinos que nunca, han entendido que no basta con el contenido. Que el diseño y la etiqueta también son importantes. Y las campañas de promoción. No es suficiente tener un buen vino, hay que saber colocarlo en los mercados. Ese buen vino ya lo teníamos, ahora hemos aprendido a venderlo. Un buen motivo para sentirnos orgullosos.

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