El primer verano sin El Bulli
Un año después de su cierre, El Bulli aún atrae visitantes curiosos que al llegar solo encuentran una puerta cerrada
fernando rojo
Cada poco rato, algún coche se detiene a las puertas de El Bulli. Todos saben que el restaurante de Ferrán Adrià lleva un año cerrado. Pero aún así quieren llevarse una foto de recuerdo frente al que un día fue el mejor restaurante del ... mundo . Una chica francesa baja la ventanilla, y en un perfecto español pregunta con sorna: «¿Qué... no nos dan de comer aquí?». De momento, no. El Bulli sigue cerrado a cal y canto a pesar de que no haya ni un solo letrero que lo indique. Nada de «cerrado por reforma» o «por vacaciones». Pero basta asomarse un poco para comprobar su estado de semiabandono . El camino por el que accedían comensales procedentes de los lugares más insospechados del planeta empieza a estar ocupado por piedras y malas hierbas. Y cuando cae la noche, ni una sola luz ilumina la finca, como si quisiera esconderse por un tiempo de su pasado estelar.
Hay que ser muy fan de la cocina de Adrià para venir hasta Cala Montjoi, el Finisterre del Mediterráneo, a sabiendas de que nadie va a deconstruir nada por un buen tiempo. Roberto lo es. Por eso no ha dudado en conducir por una carretera endiablada y estrecha que se retuerce por encima de los acantilados. «Estuve hace tres veranos y fue una experiencia increíble», rememora este empresario madrileño. En esta comarca del norte de Gerona, a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia, el recuerdo de El Bulli sigue muy presente. Incluso aparece, entre calas, cabos y golfos, como un punto geográfico más, en los mapas que distribuye la empresa que realiza excursiones en barco desde Rosas hasta Cadaqués. El restaurante es un atractivo turístico que compite con el Museo Dalí o con los canales de Empuriabrava. Los hosteleros locales intentan que Rosas siga en el mapa de la gastronomía de calidad, y en tiempos de crisis han ofrecido durante todo el mes de julio cenas para todos los bolsillos coincidiendo con los conciertos del festival «Sons del Món».
Todos, incluso sus colegas, parecen aquí desear el retorno de Adrià. Todos, menos los ecologistas, que acusan al prestigioso cocinero de utilizar el cierre como una tapadera. Aseguran que, al constituirse en fundación, podrá hacer lo que no se le permitía cuando funcionaba como restaurante: ampliar sus instalaciones hasta un 50% más dentro de un espacio protegido como es el Parque Natural del Cabo de Creus. De esta manera, temen que Adrià se apodere de la mitad de la pequeña Cala Montjoi . Algo difícil de creer, pues en la actualidad El Bulli no ocupa privativamente ni un metro de costa. De hecho, cualquier viandante puede recorrer el perímetro del recinto por un caminito de libre acceso.
A la espera de que comiencen las obras de ampliación, el único bullicio es el de las familias que acuden al pequeño recinto hotelero que linda con el restaurante. Niños que juegan en la playa y jóvenes que practican el buceo. Ausentes de la polémica que rodea al que fuera mejor restaurante del mundo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete