Ferran Adrià: «Sin patrocinios no hay Cultura»

«La gente cree que el legado de elBulli es un tipo de cocina, pero eso no es lo importante, lo importante es la filosofía que transmite, y son los hijos del Bulli quienes más orgullosos están de ella», aseguraba Adrià este jueves en Londres, durante la presentación de la exposición «elBulli: Ferran Adrià y el arte de cocinar», que ha sido visitada en Barcelona por casi 700.000 personas y que estará en la Sommerset House de la capital británica entre el 5 de julio y el 29 de septiembre.

«Las listas son maravillosas, existen en muchos sectores, y seguramente Hollywood es Hollywood gracias a los Oscar», explica a ABC Adrià, a quien las pobres cosechas recientes de la economía, el tenis y el fútbol español han convertido en el español más universal. «Son discutibles, como todo, y son asesinas: cuando estás arriba te gustan y les concedes toda la credibilidad, y cuando no lo estás dejan de ser fantásticas», matiza, haciéndose eco del debate habitual entre los especialistas sobre las mayores o menores bondades de un ranking de restaurantes que nació con la vocación –conseguida- de ser una alternativa a la Guía Michelín. «Tras 7-8 años con 3-4 españoles entre los diez primeros, seríamos tontos si dijéramos que no nos gustan», zanja Adrià.

El cocinero sin restaurante más aclamado del mundo es un hervidero imparable de ideas y proyectos. La semana que viene desvelará por fin el nombre definitivo que tendrá elBulli en esta nueva etapa, tras su cierre como restaurante el 26 de julio de 2010. Una noticia que, como recuerda divertido Adrià, ocupó la portada del «Financial Times». «¡Estamos locos, el "Financial Times”!», dice. «Aquel día todo el mundo se dio cuenta de que elBulli era mucho más que un restaurante», reflexiona, más serio.

En el universo creativo de Ferran Adrià, no hay límites a las posibilidades de crecimiento y evolución. En noviembre reabrirá por fin un espacio seis veces mayor que el restaurante en el mismo emplazamiento en la Cala Montjoi, una ampliación que no ha gustado a los ecologistas de la zona. Habrá una exposición y un equipo creativo de 30 cocineros «en diálogo permanente con otras disciplinas», que divulgarán su trabajo en Internet. En 2016 quiere lanzar la Bullipedia , un ambicioso proyecto de crear un compendio digital del arte y la ciencia de cocinar. «Eso es un proyecto a 30 años, pero no tengo prisa», nos explica.

En efecto, lleva un año discutiendo con especialistas la pregunta más elemental: «¿qué es cocinar?». «Y no estamos de acuerdo todavía», explicaba en la rueda de prensa. De la marca elBulli ha logrado hacer una chistera de proyectos y negocios, pero Ferran Adrià no tiene prisa. No pierde de referencia los valores que han inculcado a las 2.600 personas que trabajaron en el restaurante, inaugurado en 1962: «ética, libertad, memoria, pasión, y compartir». Ni se olvida nunca de Juli Soler, su socio durante 30, años aquejado de una enfermedad degenerativa. «Vendrá a Londres porque, aunque está enfermito, es su ciudad favorita, a la que venía a comprar discos para hacer contrabando con ellos», explicaba este jueves Adrià en la presentación de la exposición.

Venden un millón de platos al año en Tickets, el restaurante de tapeo que dirige su hermano en Barcelona (a 50-60 euros el menú), pero su energía se centra ahora en la Fundación elBulli, sin ánimo de lucro. Y, mientras Hollywood prepara una película sobre el difunto restaurante, Sotheby’s recaudaba el mes pasado 700.000 euros subastando dos cenas con Adrià y la bodega del Bulli. «Las cosas que nos están pasando con elBulli Foundation me sorprenden cada día, y es importantísimo que todo siga sorprendiéndote», dice con humildad.

«A mi, como mucho, me tocaba ser el mejor restaurante del mundo y tres estrellas Michelín, y ahora llevo diez años en los que me pasan cosas que no me tocaba», afirma Adrià, a quien en 2004 la revista «Time» llevó a la portada de su lista de personas más influyentes. Si los 1.846 platos creados por el equipo de elBulli eran un homenaje a la minuciosidad milimétrica, sus planes para el futuro parecen guiados por el lema «piensa grande y acertarás».

El culpable, según el propio Adrià, sería Israel Ruiz, vicepresidente del MIT (Massachussets Institute of Technology): «El español más importante en innovación», según el cocinero. «Es de mi barrio e íntimo amigo mío», aclara. Ruiz le dijo: «Ferran, tu piensa en qué pasará dentro de 70 años, cuando tú ya estés muerto, y tira para atrás y planifica tus proyectos».

Dicho y hecho. «Yo quiero que la Bullipedia siga ahí dentro de 300 años», exclama Adrià, con esta incontinencia espacio-temporal tan característica de alguien que, por otro lado, solo se ve a si mismo como «cocinero». La idea de legado le obsesiona. Quiere canalizar su energía creativa y dejar algo a las generaciones futuras, y que la marca elBulli perviva. «Mi legado estará en Internet con la Bullipedia, pero también en elBulli físicamente», dice.

«El futuro son Internet y los iconos, el icono es necesario, tú la foto te la quieres hacer en el Bernabeu o en el Camp Nou», reflexiona. Si en la cocina de elBulli su lenguaje corporal era encorbado, toqueteando platos, el Ferran Adrià convertido él mismo en icono de la modernidad es una explosión de gestos orientados al futuro. Una actitud que ha terminado de interiorizar en su contacto con Harvard, la universidad donde imparte clases sobre la cocina.

«Creo que esta visión de pensar así en el futuro no la tiene España, ni Europa, la tiene Estados Unidos», aclara. Una visión de la que ha aprendido, dice, la importancia de la financiación privada como soporte de la creatividad. «Sin sponsors no hay cultura», exclama con rotundidad. Y con la convicción del visionario. «Si no abrazamos la financiación privada será difícil impedirlo porque vemos que los recursos disminuyen, y creo que es un asunto estructural, no coyuntural», dice.

«Necesitamos acercarnos al modelo de Estados Unidos», cree. «Tienen muchas cosas que no me gustan, pero allí la gente está comprometida –y no me refiero solo a los millonarios– a dar 500 euros al año para que sobreviva un espacio cultural que les gusta, es un modelo que lo hace ser mucho más competitivo». Adrià no es todavía un artista patrocinado, aunque ha enrolado a Telefónica «como socio tecnológico». Pero no lo descarta en esta etapa de la Fundación. «En el restaurante jamás lo aceptamos, y tuve muchas ofertas de millonarios para ir a cocinar a sus casas», confiesa.

Pero explica que fue lo primero que aprendió en Harvard. «Nada más llegar me dijeron: usted tiene que buscar sponsors». «Pero, ¡si yo soy profesor!», pensé. Y avisa a navegantes: «Miquel Barceló no necesita un sponsor, pero a gente joven que está empezando en la pintura no creo que les pase nada por tener un patrocinador que les ayude a construir su marca«. Y concluye: «Si lo hacía Warhol, por qué no lo vamos a hacer nosotros».