Un año sin ver a Fabiola de los Belgas

Oficialmente, ni la casa del Rey ni los servicios de prensa del Palacio real han querido informar sobre aspectos que solo incumben a la vida privada de Fabiola . Sin embargo, extraoficialmente, fuentes bien informadas han asegurado a ABC que la Reina Fabiola «se encuentra bien para su edad», es decir, que no tiene ninguna dolencia concreta , pero que «se cansa rápidamente» y que por ello no asistió a la misa conmemorativa. «La reina tiene 86 años y, teniendo en cuenta su edad, se puede decir que se encuentra bien. Sin embargo -afirman las citadas fuentes del Palacio de Laeken- su salud es frágil y precisamente a causa de su edad se cansa enseguida». La última vez que fue vista en público fue precisamente en la misa conmemorativa del primero de agosto del año pasado, que se celebró después de todo el intenso ceremonial de la abdicación de Alberto II y del juramento de su sobrino Felipe como Rey de los Belgas.

Sin embargo, este año, no ha encontrado fuerzas para asistir a la celebración religiosa, ni tampoco a los desfiles de la fiesta nacional belga. Su presencia en la tribuna de honor se hizo muy popular cuando recibió una amenaza de alguien que afirmaba que estaba dispuesto a asesinarla con una flecha, a lo que ella respondió diciendo que iría con una manzana en la mano al desfile militar.

Este año tampoco irá a la casa de Motril (Granada), «villa Astrida» donde tantos veranos pasó con su esposo y donde finalmente éste falleció en 1996 a causa de un ataque cardiaco. Tampoco se sabe cuando se podrá reincorporar a las actividades públicas. «Precisamente porque a causa de la edad se cansa enseguida, no realiza ninguna actividad externa. Para ella es demasiado fatigoso».

La Reina Fabiola nació en Madrid en 1928 y contrajo matrimonio con el rey Balduino de los Belgas en 1960. Como no tuvieron descendencia, a la muerte de Balduino el trono le fue transmitido a su hermano Alberto II y después de la abdicación de éste el año pasado, a su sobrino Felipe. En los últimos años, sus disposiciones sucesorias fueron criticadas y se vio obligada a anular ciertos aspectos que se interpretaron como un intento de eludir las obligaciones fiscales de sus futuros herederos. El escándalo obligó al presidente de Gobierno belga, Elio di Rupo, a reformar el sistema de financiación de la Familia real y a reducir su presupuesto.