Siete estilistas proponen un cambio a Esperanza Aguirre
Sus enemigos (que son legión, como sus fans, porque a nadie deja indiferente) la sitúan como presidenta de honor del Club de las mujeres ambiciosas, una asociación que también incluye a damas tan fascinantes como Carla Bruni.
Esperanza Aguirre es una política decidida, vehemente en ... las decisiones, guerrera en las actitudes y abierta y definitivamente sincera. Muchos de sus problemas se los ha acarreado el no comulgar con lo políticamente correcto. «Soy así, a quien le guste, bien y a los que no, que no me voten», ha declarado esta semana a TVE. Ni es prudente ni lo pretende, por eso los micrófonos le han jugado más de una mala pasada. Así es esa «Esperanza terremoto», como alguien que la quiere la bautizó ya hace años.
Preocupada por su aspecto físico y por su imagen pública, controla sus apariciones fotográficas, y, si la dejan, elimina fotografías, organiza posados y, desde luego, ruega encarecidamente a los fotógrafos que tengan «un miramiento» con una dama que en absoluto aparenta sus 57 años. Es elegante, con ese toque de distinción fruto de un entorno familiar desahogado, una educación británica y una actitud optimista y valiente ante la vida. Aunque armó enorme revuelo su afirmación, en una biografía más polémica de lo previsto, de que no llega —en su economía familiar— a fin de mes. Quienes la conocen saben que odia derrochar, es muy austera, controla los gastos y mantiene a raya todo tipo de tentación de despilfarro. Ahora ha aprovechado la salida de su consejero de Sanidad, Juan José Güemes, para eliminar una de las Consejerías de su Gobierno y reducir el número de vehículos oficiales.
Va de señora «normal en todos los aspectos» y hasta viste de Zara (todavía se la recuerda con su inseparable mochila roja de la campaña de 2003) cuando se prodiga por los pequeños pueblos de la Comunidad madrileña, donde reparte besos y saludos con una naturalidad apabullante. También luce con donaire la ropa más exclusiva en los actos de más exigente protocolo. Cuida mucho su melenita rubia y apenas va maquillada ( en su bolso no falta un gloss de Estée Lauder de tono beige), lo que la imprime un envidiable aire juvenil. Sonríe particularmente bien, con una expresión muy espontánea. Se mantiene en plena forma gracias tanto a los genes como a su afición por el golf, deporte en el que puede darle lecciones a más de uno.
Es una política «todoterreno», posiblemente la más popular de España, con inevitables raptos de genio que desaparecen tan rápidamente como llegan. En plena acción es un torbellino que agota a cuantos trabajan con ella (no en vano su lema es «pico y pala») , un equipo muy bien seleccionado que acompaña a la «lideresa» con una entrega y lealtad a prueba de toda sospecha.
Atraviesa ahora un periodo de cierta calma (política), con la renovación hace casi tres años de su victoria al frente de la Comunidad de Madrid por una mayoría absoluta apabullante. Y, con esa tranquilidad en el horizonte, es el momento, quizá, de que se atreva a hacer algunos cambios en su look. El que propone Tono Sanmartín es el más «valiente»: la peinaría hacia atrás, marcando ondas y con mechas rozando el color platino. Cheska es más convencional y sólo le cambiaría la forma de peinarlo, para actualizarlo. «Un poco como el que popularizó Meg Ryan, y lo convirtió en un clásico». A Ángel le gusta más el estilo de Jane Fonda mientras que Camille Albane cree que el look que más le favorece es el de la imagen de la portada del libro que escribió Virginia Drake. R’Difusión propone un corte con capas más cortas y mechas californianas en la punta. Yolanda Aberasturi cree que debería «volver a sus raíces», que son claramente pelirrojas (le delatan las pecas) y Dessange sugiere que pruebe con una media melena, y un rubio más dorado. ¿La veremos de esta guisa en las próximas elecciones?
- Y la próxima semana... José Blanco
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