Juez Mercedes Alaya, ha nacido una estrella

Sobre todo desde que está adquiriendo la relevancia de una estrella saludada por la calle, como hizo esta misma semana una señora al llegar a los juzgados dándole la mano y la enhorabuena por su investigación sobre los ERE fraudulentos. Alaya, tímida por naturaleza, apenas cambió su serio gesto . Pero esa timidez, que se traduce en que sea incapaz de saludar a la prensa o en que sean pocos los que han visto su sonrisa, también es compatible con un carácter muy fuerte y un creciente cuidado de su aspecto físico.

Siempre arreglada, la juez Alaya quiso el pasado miércoles, primer día de la declaración del principal imputado, hacer una demostración de poder también con su vestimenta. Con una docena de cámaras en la puerta, Alaya no optó por un color discreto o un tono pastel. Se presentó con un ajustado vestido rojo y un abrigo de pata de gallo . Como diciendo aquí estoy yo. Claro que el físico la acompaña. Hasta el punto de que ejerce fascinación incluso entre las defensas de sus imputados. «Es una diosa», dice uno de ellos. Seguramente su altivez que la hace aún mas elegante también contribuye. Sea como sea, la juez conserva, a sus 48 años y tras haber tenido cuatro hijos, una figura envidiable. En su delgadez seguramente también influye que come poco y que son muchos los días que se queda en su despacho y se toma un sándwich o se permite una palmera de chocolate. Ella puede.

Aficionada a los vestidos de una pieza o a los trajes de chaqueta, dicen que Mango es una de sus marchas fetiche. Aunque también las firmas del Corte Inglés. Nunca lleva minifalda y los pantalones no son su fuerte (quizás porque tiene algo anchas las caderas), pero hay que reconocer que el traje pantalón blanco de ayer le quedaba de muerte. Y cuando se calza los vaqueros, siempre los acompaña con una prenda glamourosa como la camiseta de lentejuelas que ha lucido en ocasiones. Poco dada a repetir modelito, se nota que tampoco deja al azar los complementos. Muy comentado fue su cestito con adornos en plata del pasado verano. Y los zapatos, siempre de un tacón medio, que, aunque sea en pleno invierno, suelen dejar sus talones al aire. La melena al viento quizás necesitaría un corte que le diera algo de aire. Apenas se pinta. Si acaso los labios aunque en tonos discretos. Y las perlas son su principal adorno. No necesita más.