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Fuera de sitio

Puta

«Es la misma escena que he vivido mil veces, que le pase a ella lo llevo mucho peor. Qué rabia me da, qué impotencia, qué tristeza»

Lola Sampedro

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Yo hoy quería hablar de que ayer llamaron puta a mi hija pequeña , a sus 12 años, cuando iba por la calle, por no devolver el saludo a un chaval desconocido. Luego he pensado que situaciones así ya las he escrito muchas veces y no me quiero repetir. Lo cierto es que, por más que lo cuente, sigue pasando y siempre hay quien no lo entiende. Así que voy a cambiar de tema y voy a hablar del final del verano. Empieza a refrescar.

Cuando era jovencita me gustaba mucho el verano, esos meses para mí pasaban como las películas de Rohmer, sin que nunca ocurriera nada y a la vez todo era demasiado bello. No recuerdo el calor, solo la luz y la juventud y la inocencia. Mi primer beso me lo dieron un verano en la década de los 90. Un beso con lengua, claro. Por eso lo recuerdo, yo era más joven que mi hijo mayor y ahora cuando lo miro a él me parece todo increíble. Qué bonita es la adolescencia, aunque a veces sea complicada, esa búsqueda y esa pelea interior , esa inquietud bélica, siempre vale la pena.

Me gustaba el verano aunque ahora ya no, tengo una edad y el calor me cansa demasiado. Lo único que me sigue gustando son las siestas. Yo siempre intento dormir la siesta, esté donde esté, estoy convencida de que si no la duermo envejeceré mucho en pocos días. Hay que dormir. Lo de los dos litros de agua y el sueño, sobre todo el sueño, no es el tópico que siempre dicen las mujeres hermosas como secreto de belleza. Eso es así y te das cuenta, sobre todo, cuando tienes un bebé. Ahí eres una zombi andante, más que por el cansancio brutal (que también), por esa falta de sueño que te roba en un suspiro la vida, la juventud y la belleza. Menos mal que el amor por ese cachorro es gigante y lo salva todo. Lo mejor es que pasa y te recuperas, con el tiempo.

Hablaba del verano y las siestas que me pego. Me encanta poder dormir a cualquier hora del día, como un animalito, me voy para desconectar y luego vuelvo como si nada. Cuando tienes hijos pequeños ese intento es imposible , una pesadilla. Justo en el mismo instante en que te duermes, ellos te despiertan. Eso es brutal, la mala hostia que te entra es tremenda, ese dolor de cabeza por haber cabeceado diez minutos y que te interrumpan así. Repito, menos mal que los quiero tanto.

Mis hijos ya son mayores, adolescentes, pero mi hija aún tiene la manía de despertarme. No consigo que respete ese momento íntimo mío. Ella siempre quiere estar a mi lado, darme besos y abrazarme. Yo nunca me enfado, porque sé perfectamente la necesidad de esos abrazos con tu madre, la paz infinita que te regalan. A veces pienso, dejo que me estruje porque si alguna vez falto, estos abrazos serán el mayor y más cálido recuerdo que tenga de mí . Lo sé perfectamente. Por eso dejo siempre que venga a mí y me toque y me achuche. Mi hijo igual, pero hoy hablo de lo cariñosa que es ella, incluso de adolescente, porque la han llamado puta. Y eso me enerva. Es la misma escena que he vivido mil veces, que le pase a ella lo llevo mucho peor. Qué rabia me da, qué impotencia, qué tristeza.

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