Cómo un virus marcó el cambio de una era
Citas online, vacuna contra la soledad pandémica
Las aplicaciones de contactos viven una edad de oro. Se han convertido en un refugio seguro para combatir el aislamiento y la soledad. La manera de relacionarnos ha cambiado
Texto Beatriz L. Echazarreta
Ilustraciones Julián de Velasco
Las viejas artes de seducción ya languidecían en la era pre-Covid en favor de métodos de flirteo cada vez más virtuales y menos novelescos. La conquista, pantalla mediante, es uno de los síntomas de una generación apegada al ‘like’ que no ha hecho sino potenciarse en doce meses de pandemia. Las causas, según aducen varios usuarios de aplicaciones de citas, apuntan a un sentimiento a priori peliagudo de confesar: la soledad.
Las cifras delatan anónimamente a un país que se siente cada vez más solo. Según el estudio anual de la realidad socioeconómica en España elaborado por la Universidad Pontificia de Comillas y Deloitte, más del 21% de la población siente aislamiento social. Para Camino, una guionista cercana a la treintena, «la vida son muchos días seguidos» y relata a este diario que la pandemia le ha hecho darse cuenta de que «cuando todo pasaba rápido y teníamos libertad, suplía con conversaciones y bailes hasta altas horas de la madrugada el abrazo que ahora me falta». Pese a todo, esta joven vallisoletana dice haber extraído una enseñanza: «Puede que antes, con toda esa libertad, tapáramos una carencia». Camino, como tantos otros jóvenes, ha descargado en su móvil aplicaciones de citas desde aquel viernes 13 de marzo en que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciara por televisión a los españoles que decretaría el estado de alarma. La compañía Smartme Analytics determinó que solo en los primeros días de confinamento, Tinder –la reina de las aplicaciones para ligar– incrementó su uso un 94% en menores de 35 años. Felipe, un italiano que lleva en España dos años y medio, llegó a quedar con casi 50 chicas distintas durante el encierro. «El primer mes me daba mucho respeto, hasta que me encontré con una sanitaria que insistió en que nos viéramos y yo accedí». Este joven de 34 años reconoce que llegó un momento en que el uso de la aplicación «se tornó un vicio y quedaba con más de una chica al día». Era más que una descarga sexual. Lo que le movió a actuar fue evitar pasar tanto tiempo solo.
Muchos de los jóvenes que han recalado en Tinder, coinciden en lo anómalo que ha sido utilizar esta herramienta en busca de compañía. Ceci, que se declara «extrovertida», apunta que nunca lo había utilizado antes y explica que, en su caso, «era muy importante no violar las precauciones sanitarias». Esta madrileña que trabaja en el aeropuerto de Barajas cuenta que no fue hasta la desescalada cuando se lanzó a la piscina virtual. «Quedé con un chico que tenía que hacerse pruebas PCR semanalmente. Me tranquilizaba». Pero no es la única que ha tenido en mente el riesgo de contagio y recuerda que se ha llegado a encontrar fotos de test de antígenos o PCR negativas en los perfiles de estas redes de contactos. Después de estos meses declara haberse vuelto más cariñosa, a pesar de que los que la conocen siempre han definido su carácter como «muy del norte». Sin embargo, mostrar cercanía durante la primera cita en época de distancias sociales no ha sido fácil.
«Dar el codo o un beso»
Arturo, que trabaja en el departamento de recursos humanos de una empresa, cree que el momento más delicado del flirteo es el final del primer encuentro: «No sabes si dar el codo, un abrazo o un beso. La manera de ligar ha cambiado». Prueba de ello es la historia de Ángel, que se dedica al mundo audiovisual y está próximo a los 40. La relación que más le ha llenado estos meses, es la que mantiene con una chica a la que aún no conoce. «Ni siquiera sé cuál es su aspecto. En su perfil no hay ninguna imagen, pero el mejor momento del día es poder charlar con ella sobre cualquier cosa», zanja este alicantino que agradece haberse vuelto «menos superficial» gracias a la soledad impuesta por el Covid. Muy distintas son las experiencias de Olalla y María José, que agradecen el confinamiento del primer estado de alarma. En el caso de esta última, los meses de marzo a junio supusieron un momento de calma para «aprender a valorar el silencio y sacar tiempo para la lectura y otros lujos que el ajetreo de los metros en Madrid no permite».
Esta estudiante de Literatura confiesa que «sintió lástima» el día que el confinamiento terminó. «¡Incluso lloré!», comenta entre risas. A Olalla –una bilbaína de 34 años– el confinamiento le sirvió para darse cuenta de que la relación que tenía con su pareja no le satisfacía y reconoce sentirse más libre y «valorar mucho más su independencia» tras terminar con su vínculo anterior gracias al Covid. La soledad y el virus también son los culpables de que Javi, que pasó cuatro meses aislado en su piso de Santa Pola (Alicante), se reencontrara, gracias a Tinder, con un antiguo amor. «A muchos, el coronavirus nos ha reseteado la vida para bien». Ahí va un optimista.