Bomberos de Kuwait trata de sofocar un incendio provocado por las fuerzas militares iraquíes en el campo petrolífero de Ramala en marzo de 2003. (AP)
Mikel Ayestarán
El presupuesto nacional iraquí depende en más del noventa por ciento del oro negro. Con las leyes del petróleo e inversiones pendientes de aprobación, el ministro del sector, Hussain al-Shahristani, hizo en 2009 una doble subasta en la capital para ofrecer la explotación de yacimientos a las principales multinacionales. Empresas rusas y chinas se llevaron la mayor parte de contratos, y únicamente dos empresas americanas estarán presente en este negocio en los próximos veinte años, ExxonMobil y Occidental Petroleum.
Las condiciones impuestas por Irak obligan a las compañías a elevar los índices de producción en plazos muy concretos. A cambio recibirán desde medio dólar (33 céntimos de euro) hasta cinco dólares (6,8 euros) por barril extraído, dependiendo de la dificultad de cada yacimiento. Las 44 empresas extranjeras se limitarán a actuar como proveedores de servicio, sin obtener porción alguna en la propiedad de la producción, que queda en manos del pueblo iraquí. El objetivo de las autoridades es llegar a siete millones de barriles al día en 2016, una cifra con la que sueñan para poder hacer frente a los enormes gastos de un país en reconstrucción.
La entrada al mercado de siete millones de barriles iraquíes transformará el mapa petrolífero mundial ya que, en la actualidad, Irán y Arabia Saudí aportan a los mercados el crudo que la destrozada industria iraquí no puede exportar. La estabilidad y seguridad en el suelo, y subsuelo, de Irak serán las claves para el desarrollo de una industria obsoleta que espera la llegada de técnicos extranjeros con los brazos abiertos. Además de la necesidad de repartir el pastel con un invitado que regresa a la mesa, una posible exceso en la producción de crudo podría hacer bajar los precios según algunos expertos, una consecuencia nada deseada en Teherán y Riad, cuyos presupuestos dependen de este sector.
La industria petrolera iraní, por su parte, se mira en el espejo iraquí ya que su producción se ha reducido a la mitad -en 2009 se situó en 3,8 millones de barriles diarios- en los últimos años debido a la falta de medios técnicos y al bloqueo impuesto por Occidente a la entrada de las multinacionales hasta que se resuelva el contencioso nuclear. Un motivo más de tensión entre unos países vecinos "bendecidos" por la presencia de hidrocarburos en sus carnes, condenados para siempre a depender de las exportaciones de petróleo para sostener sus regímenes.