Moncho Veloso
Se suponía que iba a ser una guerra «rápida y barata». El secretario de Defensa de EE.UU. cuando se produjo la invasión de Irak en 2003, Donald Rumsfeld, estimó que derrocar a Sadam Hussein y llevar la democracia al país árabe costaría, en el peor de los casos, 60.000 millones de dólares. Siete años después se ha convertido ya en el segundo conflicto más caro para las arcas públicas de Estados Unidos, por delante de la contienda en Vietnam y solo por detrás de la Segunda Guerra Mundial. Hasta hoy, los estadounidenses se han dejado 784.000 millones en esta empresa, según un informe del pasado mes de junio del Servicio de Estudios del Congreso de EE.UU. Si a esa cifra se le suman futuros gastos como las indemnizaciones a las familias de los soldados fallecidos o las pensiones vitalicias por invalidez a los heridos, el montante asciende a los tres billones de dólares. Y podría seguir creciendo.
A pesar del anuncio de retirada de las tropas, el Congreso de Estados Unidos ya estudia un presupuesto para el departamento de Defensa, en 2011, de 708.000 millones, de los cuales más de 150.000 millones estarían destinados a financiar las guerras en Irak y, en menor medida, aunque a un ritmo creciente, en Afganistán. De esta forma, el gasto en Irak rozaría ya el billón de dólares, según las cuentas más básicas.
El precio de los veteranos de guerra
El libro de contabilidad gubernamental para Irak sigue siendo, a pesar de la transparencia prometida por Barack Obama en este sentido, el más escueto. Los expertos denuncian que las cuentas oficiales no han tenido en cuenta los gastos futuros derivados de una guerra de estas condiciones. Que lo que de verdad va a disparar la factura a pagar son los gastos derivados de pensiones vitalicias a los veteranos de guerra, las atenciones médicas a heridos crónicos o las indemnizaciones por invalidez física o psíquica a los soldados.
Según un estudio de 2008 del Nobel de Economía Joseph Stiglitz y la profesora de Harvard Linda Bilmes, titulado La guerra de los tres trillones de dólares y que pretende dar con el coste real de la «aventura» iraquí, esas prestaciones exigirían un esfuerzo fiscal de 590.000 millones de dólares. El «think tank» Center of American Progress eleva esa cifra a 717.000 millones. Estos gastos, además, tendrán su impacto a largo plazo. El pago de las indemnizaciones por incapacidad a los veteranos de la Primera Guerra Mundial tuvo su pico al final de los años 60, 50 años después del final de ese conflicto. Los de la Segunda, en la década de los 80, y a día de hoy el Estado norteamericano todavía dedica 4.000 millones de dólares al año para compensar a los combatientes de la primera Guerra del Golfo.
A esa partida hay que añadir, según Stiglitz y Bilmes, otras como la reposición del material militar estadounidense (280.000 millones), la reconstrucción del país (hasta la fecha ya se han destinado 53.000 millones), y los intereses de la deuda pública contraída para financiar la guerra, que ascienden a 615.000 millones de dólares. Al final de la contienda, y según cálculos los «conservadores» de estos expertos, Estados Unidos habrá desembolsado tres billones de dólares; «en el mejor de los casos», advierte el documento, la factura será de dos billones. Si además se añade el impacto macroeconómico -lo que se ha dejado de gastar, por ejemplo, en educación y sanidad para sufragar la guerra y lo que esta ha supuesto para el precio del petróleo -, la factura final será de unos 4,5 billones de dólares.