Dos años después de la desarticulación de la cúpula etarra en Bidart (1992), la banda estableció como objetivo prioritario atentar contra dirigentes del PP y del PSOE. En enero del 95, el presidente de los populares en Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez (37 años), recibía un tiro en la cabeza.
(Foto: EFE)
Dos años después de la desarticulación de la cúpula etarra en Bidart (1992), la banda estableció como objetivo prioritario atentar contra dirigentes del PP y del PSOE. En enero del 95, el presidente de los populares en Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez (37 años), recibía un tiro en la cabeza mientras comía en un bar junto a varios colaboradores y María San Gil, presidenta del PP en el País Vasco entre 2004 y 2008.
Ordoñez, que inició su militancia motivado por el asesinato del padre de un amigo por parte de ETA e hizo de su partido la fuerza más votada de San Sebastián, se caracterizó por su constante denuncia del terrorismo. Una actitud reflejada en la portada de ABC: «ETA asesina a uno de sus más valientes enemigos». La estrategia de la banda continuó pocos meses después con el atentado a Aznar y el asesinato de Fernando Múgica, en 1996.