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Colocar como cabeza de lista a la Presidencia de Asturias a un ingeniero de minas parece una jugada maestra. Si, además, el candidato procede de una familia materna volcada en el trabajo en las cuencas y en el ala paterna se dedican a la siderurgia, raya casi la cuadratura del círculo. Pero Javier Fernández (Mieres, 7 de enero de 1948) aún tiene más elementos vitales que puede exprimir para presentarse como el presidenciable asturiano «idóneo», y así lo hace saber en la biografía publicada en su página web: «Procede de una familia marcada por la Guerra Civil. Es hijo de María Luz Fernández González, huérfana desde los once años por la desaparición de su padre, y Manuel Fernández Montes, que pasó varios años en un campo de trabajo situado al occidente de Asturias, en el que fue internado a los 16 años». Por si fuese poco, su padrino es Arístides Llaneza, hijo de Manuel Llaneza, quien fuera alcalde de Mieres y el fundador del sindicato minero asturiano, el SOMA.
Trabó amistad con Zapatero, hasta el punto de que se rumoreó su designación como ministro de Industria
Y pese a que todo parecía condicionado en la vida del candidato socialista para que se adentrase en cuerpo y alma en la política, no se inmiscuyó en ella hasta cumplir los 43 años. Hoy tiene 64 y el próximo 25 de marzo será la segunda ocasión que aspire al cetro del poder autonómico. No lo hace en blanco, ya que la primera vez superó con nota el envite: fue el partido más votado en las elecciones autonómicas y municipales del pasado 22 de mayo, si bien la aritmética parlamentaria dejó a su partido con un escaño menos que Foro Asturias (16 escaños frente a los 15 del PSOE). La primera vez se llevó el gato al agua; la segunda no consiguió apearse del aparato de Ferraz y su vendaval de malos resultados del 20N, cuando el PP remontó y se alzó con la medalla de oro del electorado asturiano, el mismo que votará ahora por tercera vez en diez meses.
La trayectoria vital de Fernández
Remontándonos en el tiempo, en los primeros compases de su trayectoria adulta, este hombre pausado, oriundo del barrio mierense de Requejo, abrió en Gijón -ciudad en la que reside con su mujer Carmen y su hija Elena- un despacho de estudios y proyectos de ingeniería junto a sus dos compañeros de estudio. Seis años después se convirtió en funcionario del cuerpo de ingenieros del Estado, dependiente del Ministerio de Industria, una oposición que le permitió llegar a ser director general de Minas en 1991.
Tiene 64 años y es la segunda vez que aspira a la Presidencia de Asturias
Su salto a la política no se fraguó hasta 1996. Sus raíces profundamente republicanas (con su abuelo muerto en manos del banco nacional), constituyeron uno más de los puntos de encuentro que ligaron a Fernández con José Luis Rodríguez Zapatero tras resultar elegido el primero diputado por Asturias (escaño que compartieron hasta 1999, cuando Fernández aceptó ser consejero de Industria, Comercio y Turismo del Principado, aunque solo por un año, ya que abandonó el cargo al resultar elegido secretario general de la Federación Socialista Asturiana -FSA-). Tanta fue la amistad que trabaron ambos diputados que se llegó a rumorear con el nombramiento de Fernández como el primer ministro de Industria del leonés cuando en 2004 fue votado como presidente del Gobierno.
No fue así y Fernández regresó a la primera línea del frente político asturiano. Ha pasado los últimos doce años liderando el poder socialista en su autonomía, revalidado en los congresos regionales por una aplastante mayoría del 92% y el 95% de los militantes. Siempre a la diestra de Vicente Álvarez Areces, Javier Fernández compagina la labor en el partido con el escaño de senador que ocupa desde el 14 de julio de 2003 hasta diciembre de 2011. Asimismo, desde 2007 es diputado en la Junta General del Principado de Asturias. No será hasta que Areces se apee de la carrera electoral cuando Fernández opte al máximo escalón de la dirección asturiana.
El PSOE fue el partido más votado en mayo, aunque el reparto de escaños le dejó a uno de FAC
Y, así, llegó el gran reto (en realidad se trata de un bis) para este hombre, cuyo potencial político descubrió otro secretario general del SOMA, José Ángel Fernández Villa, quien supo captar no solo su sabiduría en temas energéticos, sino también su atractiva gallardía. Raya al lado, melena cuidadosamente recortada, Fernández despierta un aura de tipo apuesto, incrementada por su afición al jogging y el tenis. Amante confeso de la buena literatura, la mesa y, por supuesto, del trabajo en la mina, imprescindibles ingredientes todos ellos de la Asturias que lo vio nacer.
El segundo plato tras «el grotesco entremés»
En el repaso a sus discursos, no obstante, no encontramos tan buen paladar para con el «enemigo»: denostó tras los comicios de mayo a Foro Asturias y el PP por no saber comulgar en pro de los intereses de los votantes de la derecha. Cuando el pasado 30 de enero, el presidente regional, Cascos, anunciaba que su gobierno en minoría no era capaz de sacar adelante las cuentas, autoobligándose por tanto a convocar nuevas elecciones, Fernández suscribía con fiereza que «Asturias no se puede permitir no tener gobierno».
Dice que le «encantaría tener el honor» de dirigir los designios de los asturianos en plena crisis, y cree que tiene «más posibilidades» que la vez anterior, ya que a su entender el Gobierno de la derecha ha demostrado su falta de rigor. «Ha sido una broma», «una coartada política», «un entremés grotesco» que ha durado seis meses... han sido expresiones utilizadas por el secretario general de la FSA para aludir al mandato más corto en la historia democrática de la región. Ahora se ve a sí mismo partiendo desde una mejor posición, directo hacia el mando.
En todo caso, este hombre que se presupone dueño de sus tiempos, sabe que se lo juega todo en ésta, su carta definitiva: «Siendo la responsabilidad sobre mis hombros», pronunció nada más conocer que habría nueva cita con las urnas. Y con vistas al 25M cabe recordar sus palabras cuando presentó su candidatura en 2000 para el liderazgo de la FSA: «Si gano, iré donde sea. Si pierdo, me iré a casa».