ABCLos dictadores comunistas del siglo XXI
Isaías Afewerki, Eritrea

Eritrea

Isaías Afewerki (Asmara, 2 de febrero de 1946)Caudillo perenne en el Cuerno de África

Desde que obtuvo su independencia de Etiopía en 1993, Eritrea es un régimen de partido único, donde las organizaciones humanitarias denuncian con frecuencia violaciones de los derechos humanos

Silvia Nieto
por Silvia Nieto

Como ocurre a menudo en los regímenes autoritarios, la figura del líder impregna tanto las instituciones que descubrir su biografía resulta indispensable para comprender el país. Si Eritrea es una tierra desconocida, de la que apenas se habla y sobre la que se publica poca información, lo mismo ocurre con el que es su presidente desde mayo de 1993, Isaías Afewerki, que también es uno de los dictadores más opacos y poderosos del mundo.

Isaías Afewerki (a la izquierda), en 2007 con Muamar Gadafi (dcha.) y el de Sudán, Omar al-Beshir.
Isaías Afewerki (a la izquierda), en 2007 con Muamar Gadafi (dcha.) y el de Sudán, Omar al-Beshir.EFE

El periodista Martin Plaut reveló los pormenores de la infancia y la juventud de Afewerki en su libro ‘Understanding Eritrea: Inside Africa's Most Repressive State’ (Oxford University Press, 2019). Hijo de un funcionario que trabajaba en la compañía estatal de tabaco y nieto de un soldado que sirvió bajo el mando de uno de los generales etíopes más importantes del siglo XIX, el aliento nacionalista marcó su pensamiento político desde que era un adolescente. Para comprender esa pulsión hay que recordar brevemente el tiempo histórico de sus primeros años: nacido en 1946 en Asmara, Eritrea era por entonces un territorio supervisado por el Reino Unido, que se lo había arrebatado a Italia durante la Segunda Guerra Mundial. El futuro dictador estudió en la Escuela Secundaria Príncipe Makonen y en ese período se produjo otro episodio esencial para su biografía: el establecimiento en 1952 de una federación integrada por Eritrea y Etiopía, y, diez años más tarde, la anexión de Eritrea por Etiopía. Por entonces, el emperador Haile Selassie I, el despótico Negus que retrató con maestría Kapuscinski, se sentaba en el trono de de Adís Abeba.

Viaje a la China maoísta

Esos años escolares configuraron la personalidad de Afewerki, que había nacido en una familia de cristianos ortodoxos –una antigua tradición sostiene que el Arca de la Alianza se conserva en Tigray, una región etíope fronteriza con Eritrea– y por entonces ya expresaba su opinión desfavorable sobre el islam. Como veremos, esa fobia fue el antecedente de una de sus decisiones políticas más importantes, pero antes hay que regresar al final de su adolescencia y el comienzo de sus estudios en la Universidad de Adís Abeba. Según Plaut, Afewerki, que se matriculó en ingeniería, fue un mal estudiante, que no logró superar el primer curso y decidió abandonar la carrera en 1966. Antes de su salida de la capital etíope, el futuro dictador debió de conocer de primera mano la efervescencia contestataria del campus, de marcado tono izquierdista. Junto al malestar en los cuarteles, la revuelta de los estudiantes fue el germen de las protestas que derrocaron a Haile Selassie I en septiembre de 1974.

Sus críticas al islam se recrudecieron en 1967, después de la formación política y militar que recibió durante su viaje a la China maoísta.
Sus críticas al islam se recrudecieron en 1967, después de la formación política y militar que recibió durante su viaje a la China maoísta.ABC

Después de abandonar Adís Abeba, Afewerki se unió en Sudán al Frente de Liberación de Eritrea (FLE). Antes de continuar, hay que hacer algunos apuntes sobre esa organización. El FLE nació en 1960 en El Cairo y estaba sobre todo integrado por líderes musulmanes, que habían huido de Eritrea después de la federación con Etiopía de 1952, según el Historical Dictionary of Ethiopia (Scarecrow Press, 2013). Si Afewerki ya había mostrado su rechazo a esa religión durante sus años de escolar, sus críticas al islam se recrudecieron en 1967, después de la formación política y militar que recibió durante su viaje a la China maoísta. Esa combinación de nacionalismo y marxismo sustentó la ideología de muchos miembros del movimiento independentista y obró como unas tijeras sobre un lienzo de tela: tras la escisión del FEL, nació el Frente Popular de Liberación de Eritrea (FPLE), de mayoría cristiana.

El Frente Popular de Liberación de Eritrea (FPLE), del que Afewerki fue nombrado secretario general en 1987, nació de la escisión del Frente Eritreo de Liberación (FEL), que era de mayoría musulmana

Tras la revolución etíope, una junta militar de corte comunista se hizo con el poder en Adís Abeba. Con la ayuda de la Unión Soviética, el llamado ‘Derg’ se dedicó a combatir a los nacionalistas eritreos para abortar cualquier intento de secesión. Los choques se multiplicaron durante los años 70 y 80, con un notable recrudecimiento a partir de febrero de 1978. Una década más tarde, Afewerki subió otro peldaño en las escaleras del poder, cuando el segundo congreso del FPLE celebrado en marzo de 1987 lo eligió como secretario general. El siguiente momento clave se produjo en mayo de 1991, con la victoria de los rebeldes eritreos sobre las tropas etíopes y la toma de Asmara y el puerto de Asab, pero el punto de inflexión no llegó hasta mayo de 1993, fecha en la que los eritreos votaron de manera masiva a favor de la independencia de Eritrea y Afewerki fue elegido presidente. Su acumulación de cargos comenzó poco después, porque no tardó en liderar también la Asamblea Nacional y en convertirse en comandante en jefe del Ejército.

El presidente de Eritrea, en la imagen de un televisor al anunciarse en 2018 su histórica visita a Etiopía.
El presidente de Eritrea, en la imagen de un televisor al anunciarse en 2018 su histórica visita a Etiopía.AFP

Guerra y represión

Con la caída del socialismo en Etiopía, el nacimiento de una república federal gobernada por el Frente Revolucionario Democrático del Pueblo Etíope (FRDE) abrió una nueva etapa en las relaciones con Eritrea. Aunque al principio parecieron esperanzadoras, los desencuentros no tardaron en llegar y la chispa de la guerra se encendió por las disputas sobre los límites entre ambos países. Los gobernantes del Tigray, que se habían hecho con el poder en Adís Abeba, no se mostraban dispuestos a permitir que Afewerki les arrebatara ni una sola hectárea de su tierra de origen. Según el historiador Martin Meredith en su ‘The State of Africa’ (Simon&Schuster, 2005), en el conflicto «100.000 personas murieron, un tercio de la población eritrea fue desplazada y cientos de millones de dólares se malgastaron en armas».

Etiopía y Eritrea han atacado de manera conjunta la región de Tigray, después de que Afewerki retomara las relaciones bilaterales con el primer ministro etíope, Ahmed Abiy, en julio de 2018

Las últimas iniciativas de Afewerki tampoco animan a soñar con una posible apertura. Aunque el dictador recuperó sus relaciones con Etiopía en julio de 2018, cuando se reunió con el por entonces nuevo ministro etíope, Ahmed Abiy, su entendimiento ha tenido un reverso macabro. Desde que comenzó el conflicto en la región de Tigray en noviembre de 2020, militares etíopes y eritreos han atacado de manera conjunta ese territorio, donde han sido acusados de cometer crímenes de guerra. Nada sorprendente, si se tiene en cuenta el escaso respeto por los derechos humanos del régimen eritreo. Según Amnistía Internacional, varios opositores continúan desaparecidos y las libertades básicas son violadas de manera constante. Reporteros Sin Fronteras también ha denunciado los excesos de la dictadura, en la que solo existen medios estatales y los periodistas son sometidos a un hostigamiento perpetuo, que termina poniendo en peligro su vida o forzándoles al exilio. La violencia ensombrece el cuerno de África.