Vox recrudece sus mensajes para atraer a los desencantados

Todo esto se agravó con las declaraciones que el líder de Vox, Santiago Abascal, realizó en un podcast de extrema derecha 'Bipartidismo Stream'. Decidió cruzar lo que pareció hasta entonces una línea roja en su discurso político: arremetió no sólo contra el Gobierno, como es habitual, o la inmigración irregular, sino nada menos que contra la Iglesia.

La razón: la postura de la Conferencia Episcopal a favor de los musulmanes de Jumilla. Abascal giró su mirada hacia un aliado histórico del conservadurismo español y de la mayoría de sus votantes. En un partido que se ha nutrido de símbolos, liturgias y referencias al catolicismo, sus palabras suenan como un portazo en mitad de misa.

La pregunta es si se trata de un gesto calculado o de un desvío inesperado en su hoja de ruta política. Para desentrañar el alcance de esta ruptura, ABC consultó con politólogos que analizaron tanto la posible táctica detrás de este movimiento como su posible impacto en el electorado de la formación.

Para Aurken Sierra, profesor de Comunicación Política en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, «no se trató de un ataque contra la Iglesia en su conjunto», sino «contra el secretario general de la Conferencia Episcopal, Francisco César García Magán». Sitúa el episodio en un marco más amplio: «Vox solo puede entenderse desde su insistencia en los ejes de inmigración e identidad, que se han consolidado como pilares de su discurso».

Para Sierra estos casos forman parte de una misma lógica: conectar con una frustración social que permanece latente desde el fin del bipartidismo en 2015, cuando irrumpió Podemos. A su juicio, «Vox trata de capitalizar el malestar de los perdedores del cambio político y social, presentándose como alternativa al 'establishment'», y más aún «ante los supuestos casos de corrupción que se prevén para septiembre».

Por su parte, Ernesto Pascual, profesor de Estudios Políticos en la UOC, interpreta el movimiento como una «jugada calculada». Ve dos objetivos principales: marcar distancia con la jerarquía eclesiástica y reforzar la narrativa sobre inmigración e identidad cultural.

Considera que al confrontar a la élite religiosa, Vox busca «galvanizar a sus bases más identitarias y atraer a nuevos votantes, especialmente jóvenes y trabajadores», siguiendo una estrategia semejante a la desplegada por Marine Le Pen en Francia.

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Sin embargo, Jordi Rodríguez Virgili, también profesor de Comunicación Política en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, cree que la maniobra supone un «error no forzado». Recuerda que gran parte del «electorado de Vox se identifica con el catolicismo», de modo que «abrir un frente con la Iglesia puede resultar contraproducente».

Además, advierte de que el debate introduce asuntos muy delicados, como las subvenciones e incluso la pederastia. Utiliza una imagen gráfica: en un escenario de desgaste del bipartidismo, «cuando soplan vientos favorables, hay que coger bien la ola».

Se trate de una estrategia o de un error lo que está claro es que Vox ha evolucionado. La formación de Abascal ha pasado de un proyecto neoconservador centrado en la recentralización territorial hacia «un populismo de corte identitario».

Esta estrategia se pondrá de nuevo a prueba, con la celebración de la segunda cumbre de los Patriots en septiembre bajo el lema 'Comienza la reconquista', una cita que busca consolidar su papel en la ola populista europea.