día contra la violencia de género
«Mi pareja me amenazó con la cabeza de un hombre decapitado: "Esto te pasará a ti"»
Visitamos un centro de recuperación de mujeres maltratadas, donde dos de ellas nos abren su vida, un infierno de palizas, violaciones e insultos. Sus agresores «no están enfermos, son muy conscientes de lo que hacen», dicen
No han recobrado su identidad. Por eso hemos escogido para ellas nombres figurados que reivindican su situación actual : Luz, quien después de vivir un año y medio de tortura en vida a manos del líder de una banda organizada, que la ... secuestró, la encadenó para que no comiese ni pudiera moverse, ha recobrado ahora hasta la posibilidad robada de vocalizar y comienza a ver la luz; y Anastasia - en hebreo significa resucitada- , que ha logrado ponerse en pie tras una vida entera sometida al agresor de su marido y el maltratador padre de sus hijos, hasta el punto de que ahora se atreve a lanzar mensajes de ánimo a las mujeres víctimas de violencia sexista para que se vayan de sus casas y sepan que «se puede salir».
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A fecha de hoy, ambas están viviendo en un centro financiado con dinero público en el que se está unos 18 meses, explica una de las psicológas que las asiste, Marta Ramos, y en ese tiempo ganan kilos, amistades, autoestima, seguridad y ganas de vivir; perdiendo la culpabilidad, la vergüenza y el temor a los hombres. Porque son estos mensajes los que escuchamos con más asiduidad en boca de estas mujeres y sus «cuidadoras» (psicólogas, trabajadoras sociales, educadoras... Todo un ejército de mujeres se vuelca en conseguir que otras recobren su capacidad de sentirse como tales); estas últimas no paran de repetir que tratan, mano a mano, con «supervivientes, no con víctimas». Y si de las mil historias de supervivientes anónimas que hoy, Día contra la Violencia de Género, se pueden contar para testificar que el agresor existe, está en la calle y disfruta de más comodidades que sus víctimas -Luz reclama que les cuelguen el «cartel de maltratador» para que todo el mundo sepa de qué es capaz ese «actor» que se dibuja como un hombre ejemplar ante sus retinas- estas dos mujeres nos brindan un pedazo de las suyas, las que parecen extraídas de una mala película de ficción y de las que se deduce que el límite humano no existe.
«No tenía derecho a mirarle a los ojos porque decía que le provocaba y me pegaba»
El límite de la maldad, personificado como nadie por la que fue pareja de Luz durante un año y medio. Fue un auténtico asesinato en vida (y casi muerte; Luz ha tenido tres tentativas de suicidio). Maniatada y con 15 kilos menos, con vaginismo, hemorragias, con el pelo cayéndose, los torbillos y muñecas retorcidos, el «agresor» de Luz -todas han identificado a su pesadilla con esta palabra y aluden constantemente así a ellos- y los hombres a sus órdenes en «negocios muy duros» le pusieron frente a ella la cabeza decapitada de un varón al que habían asesinado y, exhibiendo el busto del cadáver, le amenazaron: «Esto es lo que te va a pasar a ti».
Aquel día que todo quebró...
El infierno comenzó al poco tiempo de estar juntos. Nadie se presenta y te dice: «¡Hola, soy Pepito, y te quiero dar un puñetazo en la nariz!», se queja Luz ante la pregunta que todas detestan de «¿por qué aguantaste?». Tras el primer golpe, Luz se vio metida en una trama que durante casi una hora de entrevista narra envuelta en lágrimas. Su agresor se la llevó a una zona alejada, donde el sitio más cercano, una panadería, estaba a 15 minutos, pero no podía tampoco ir a comprar el pan, el tabaco se lo traía él, le controlaba los teléfonos, cada movimiento... «No tenía derecho a mirarle a los ojos porque decía que le provocaba y que cómo me atrevía porque él era Dios, no tenía derecho a hablar, sonreír, llorar, me tenía que esconder para hacerlo, no podía hablar con nadie, no podía comer y cuando le decía que tenía mucha hambre, me decía que sólo había un trozo de pan duro para mí».
Gesticula emulando sus gritos: «No puedes salir a la calle sola, sabes que vives así, esto te lo has buscado tú... y siempre que conté algo a algún amigo, me traicionaron, se lo contaron y, por la noche ¡pum! otra paliza. Pierdes el contacto con la realidad. ¿Sabes qué es vivir sin libertad?». Se responde: «Recuerdo cómo un día, encerrada -relata Luz con increíble dominio de sí misma- vi salir una rata de aquel escondrijo donde me tenía, y sonreí por tener a alguien con quien poder hablar».
Una tortura castigada con 2,9 años
Los 18 meses de Luz con este energúmeno, con una orden de alejamiento, aunque está a punto de salir de prisión, no fueron un calvario que quepa en una película. «Me gritaba cuando me duchaba, porque no me sabía duchar, decía; cuando me lavaba los dientes, me pegaba porque me tenía que duchar y no limpiarme los dientes, me cambiaba el plato para darme una paliza por haberlo cambiado de armario, cualquier excusa era buena para la paliza, y mi día a día era estrategias para hacer que "hoy no me pegue" ». «Me daba palizas atroces, me daba vergüenza mirarme al espejo porque siempre veía un labio deforme, una nariz deforme, mi cuerpo estaba siempre amoratado... Me sentía como la nada». «No hubo un solo día, sinceramente, en que no pensaba que me iba a morir», termina y respira.
«Me hizo hasta brujería, tras violarme día sí día también, para que me quedase embarazada»
Mientras se derrumba un segundo, y es la única licencia que le permite a su ex, cuenta varias anécdotas para resumir un año y medio de abusos, violaciones constantes y «hasta brujería» para conseguir que se quedase embarazada de un hijo de aquel terror . Cuenta, y asiente Anastasia enjugándose el llanto común, que mucha gente no se involucra, dentro de la Policía, en los juicios rápidos, donde los letrados defensores del maltratador sacan partido al bloqueo emocional de la auténtica víctima, en la propia familia y en los servicios sanitarios. «Escucho conversaciones en la calle, y quiero unos tapones, porque el machismo está instalado de raíz, en la base», censura. Y comenta un dato que lleva revoloteando en su mente todo este tiempo, transcurridos 19 meses en el centro de desintoxicación de su ex pareja: «Un día me atendió de una costilla rota una doctora en un hospital, al lado estaba mi agresor y e n ningún momento levantó la cabeza o le dijo: "¿puede salir un momento de la habitación?" Se limitaba a tomar notas y preguntó "¿cómo te lo has hecho?" Yo respondí: "con un golpe", pero con un golpe no te rompes la costilla» y llevas un manto de cardenales en el cuerpo. Dos años y nueve meses es lo que pasará este individuo en prisión. Luz dice que vive «con precaución». «¿Si te digo si tengo miedo a morir? Claro. Pero no quiero vivir esa vida, no tengo por qué vivir esa vida». De hecho, lo tiene tan claro porque cuenta con una prueba real en su mano: una de sus últimas amenazas fue que había encontrado a su última mujer pasados 12 años y en Holanda, así que «a mí me encontrará».
«Me dijo que a su ex la buscó 12 años y la encontró, en Holanda. A mí también me encontrará»
«A aquellas mujeres que, al escucharme, piensan que su drama es menor, les digo que no existen dramas menores. Que no solo una paliza es maltrato, que también lo es un insulto, porque todo empieza con el maltrato psicológico», completa. Y afirma sentirse liberada.
«Te lo han robado todo»
Recoge el lazo tendido por Luz su compañera de viaje, Anastasia. Ella tiene un relato más ponderado, más cabizbajo, pero igual de firme. «Cuando llegas aquí, te das cuenta de que la base para todas es el maltrato. A todas nos han quitado la autoestima, la vida, los hijos, los amigos... Lo pierdes todo». Ella pasó muchos años, demasiado tiempo con su agresor, que no tuvo miramientos en emplear las mismas malas artes con esta mujer henchida de coraje que con sus descendientes. «Es su forma de vengarse de la mujer a quien tienen al lado». Es un golpe más, el peor y el que más duele, confiesa, pero ellos sólo lo utilizan como una herramienta más para quebrar la personalidad de su señora.
«La sociedad te dice: "te quiere a su manera"; solo hay una forma de querer»
«Detectas que, en realidad, hubo maltrato siempre. Piensas al principio: es celosísimo, "porque me quiere", pero es muy complicado, porque el proceso empieza porque te quita la identidad. Va cerrando el círculo, y te va apartando de lo que puede ser un enemigo en potencia para ellos... Mientras, la sociedad te dice: "te quiere a su manera", pero no señor, no hay maneras de querer, solo hay una forma de querer». Ella corrobora que el maltratador repite ese patrón de vejaciones si lo advirtió en su infancia, tal y como ocurrió en el caso de su marido, y confía en que esto no ocurra con sus hijos, que sufrieron palizas «brutales» hasta su independización, porque al final también «cada uno elige su camino». «Ellos veían que los padres de otros niños no eran así, les daban besos, los llevaban al colegio, y ellos me dicen: "No recuerdo un abrazo de mi padre, solo recuerdo normas". Les deja huella, les deja secuelas muy graves , y la Justicia española les da mucha cobertura en ese sentido».
«Los hijos de maltratadores tienen secuelas muy graves. Sus padres no los quieren, los utilizan»
Se adentra en la piel de niños maltratados como los suyos, que pronto ocuparán titulares cuando el Gobierno apruebe la retirada de la custodia a los padres condenados por violencia de género o doméstica: «Los hijos tienen una profunda pena, y heridas muy graves en el alma, porque un niño no entiende cómo se le deja con una persona que le agrede y le insulta. Los jueces piensan que los niños tienen que estar con sus padres biológicos, pero conocemos muchos casos en que han matado a sus propios hijos para vengarse de las madres. No quieren a los hijos, los utilizan ». Y último mensaje para quien escuche, al otro lado: «Las personas que hemos sufrido violencia de género pensamos que están enfermos. Pero no lo están, no son enfermos, son muy conscientes de lo que hacen. El maltratador no tiene reinserción».
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