todo irá bien

La sentencia es el olvido

Nada desprestigia tanto a un hombre como quedarse sin enemigos y es lo que le ha pasado a Carles Puigdemont

El silencio de Xavi, el ictus de Laporta y el cementerio de elefantes

Nada desprestigia tanto a un hombre como quedarse sin enemigos y es lo que le ha pasado a Carles Puigdemont. Ha dejado de ser un tema de conversación tanto en Cataluña, desconectada por aburrimiento del monotema, como en el conjunto de España, que tiene ... retos mucho más interesantes de cara al próximo 23 de julio que meter en la cárcel al tipo de Gerona del que ya nadie se acuerda. Esta es la gran derrota de Puigdemont y del independentismo: que en la medida que han dejado de preocupar como peligro han perdido interés como ídolos.

En una capacidad casi única para la autodestrucción -sólo vista en Europa en su predecesor, Artur Mas- el propio Puigdemont se ha ocupado de quedarse igualmente sin amigos: su odio cerval a Esquerra le ha dejado a solas con su partido, que a su vez está gravemente dividido entre los que creen que el expresidente es el único líder posible y los que entienden que su recorrido está agotado y quieren pasar página volviendo a la centralidad pragmática. Puigdemont renunció a ser el presidente de todos los catalanes para ser el líder del independentismo y acabar reducido al cabecilla del independentismo irredento. En su proceso de radicalización y arrinconamiento hoy simplemente resiste con unos cuantos incondicionales sin que nadie -ni siquiera él mismo- crea en cualquier proyecto político que no sea pactar las condiciones de su entrega para pasar el menor tiempo posible en la cárcel. En términos médicos, Puigdemont está entre los cuidados paliativos y las medidas compasivas para que no sufra. Hay alguna duda en los plazos, ninguna en el destino.

Él único candidato del partido de Puigdemont que en los últimos tiempos ha ganado unas elecciones en Cataluña ha sido Xavier Trias, escondiendo las siglas del partido, renegando de Puigdemont y negando que sea independentista. Ni así logró ser alcalde, pese a resultar la lista más votada. Si hoy Puigdemont se presentara a unas elecciones en Cataluña, las perdería. Si sólo votaran los independentistas, también las perdería. Y en su propio partido, para ganar una primarias, tendría que emplearse a fondo y el resultado sería muy reñido.

En este contexto personal y con unas encuestas que auguran que todos los partidos independentistas perderán apoyos en las próximas elecciones generales, la pérdida de la inmunidad es un golpe de gracia a un político ya mortalmente herido. Tanto el CIS de Tezanos como el CEO de la Generalitat vaticinan una victoria del PSC en las próximas elecciones autonómicas y un llamativo retroceso de Junts.

Puigdemont puede recurrir la decisión de la justicia europea, puede pedir el indulto al próximo presidente del Gobierno o puede fugarse a otro país sin acuerdo de extradición con España. Pero ya no está a su alcance salvarse del olvido al que lo han sentenciado en general los catalanes y muy mayoritariamente los independentistas.

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