análisis
Puigdemont baraja no presentarse a la Generalitat y seguir como eurodiputado
Junts y Esquerra aseguran mantener el objetivo de la independencia, pero la única realidad tangible es el odio autonomista que ambas formaciones se profesan
Artículos escritos por Salvador Sostres en ABC
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Iniciar sesiónEl expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, que exige la amnistía a cambio de la investidura de Pedro Sánchez, tiene asumido que no puede presentarse a las próximas elecciones autonómicas. Lo que primero le inclinó a llegar a este convencimiento es que podría perderlas ... y arruinar lo más preciado de su capital político, que es su relato del presidente legítimo y perseguido. Pero lo que definitivamente le convenció fue el riesgo de ganarlas y de que a continuación sus votantes le exigirían que inmediatamente llevara a cabo el «mandato del 1 de octubre» y «volviera a hacer» lo que de hecho se comprometerá a no repetir a cambio de que le faciliten el regreso a España sin pasar por la cárcel.
El prófugo quiere poder volver a su casa cuando le plazca pero piensa quedarse de diputado europeo con la excusa de que en Europa es donde el independentismo ha ganado sus batallas más importantes, como su no extradición por los delitos de rebelión o sedición, y que es en Europa donde tiene sentido su lucha.
Puigdemont espera poder regresar como lo hizo el expresidente Josep Tarradellas, después de décadas de exilio –en su caso real–, y copiarle igualmente la estrategia de no concurrir a unos comicios que muy difícilmente ganaría, pese a la épica que pudiera tener la jornada concreta de su llegada a Barcelona, para poder volver a España sin pasar por la cárcel y culminar su relato del presidente legítimo y en el exilio.
Puigdemont tiene tomada desde el verano la decisión de no perder la oportunidad que la aritmética parlamentaria le ha brindado, pero como Junqueras en 2021, cuando negoció los indultos de los condenados por el proceso independentista, quiere evitar la imagen de que lo único que pretende es salvar su situación personal. A tal efecto, Puigdemont intenta negociar un pacto más amplio –«un acuerdo histórico»- pero sin ni siquiera plantearse que las negociaciones no lleguen a buen puerto.
Junqueras, que a diferencia del pacto de los indultos no tiene en estas negociaciones casi ningún protagonismo, quiere evitar la imagen de que consiguió menos de lo que obtendrá Puigdemont y gesticula para hacer ver que sube el precio del pacto. En clave interna, como le sucede a Puigdemont, también tiene dudas. Sabe que no es una persona querida en el independentismo, que mayoritariamente le acusa de traidor y de vendido, pero quiere tocar la gloria de ser presidente de la Generalitat. Pere Aragonès es presidente pero también consciente de los límites de su alcance electoral.
Junts y Esquerra aseguran que mantienen el objetivo de la independencia pero la única realidad tangible es el odio autonomista que ambas formaciones se profesan, y que por separado y escondidas guardan cola para ser el socio preferente del que todas las encuestas sugieren que será el nuevo presidente, Salvador Illa.
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