Venezuela: ¿Qué harán las Fuerzas Armadas?

La contestación al régimen crece en las calles venezolanas alimentada por el apoyo internacional. Maduro puede verse pronto en la tesitura de ceder o incrementar la represión recurriendo al empleo de las fuerzas armadas para mantener el orden –el orden 'bolivariano', se entiende- y perpetuarse en el poder. En ambos casos, el cálculo de lo que las FANB pueden hacer al respecto aparece como un factor central.

En una situación de legitimidad democrática, unas relaciones saludables entre políticos y soldados se basan en los pilares de la subordinación de estos al poder legítimo de aquellos y de la neutralidad política de los militares, y se organizan de acuerdo con una división de trabajo por la que las fuerzas armadas protegen al estado de las amenazas externas, mientras que las del orden público se concentran en las amenazas interiores, en tanto no escalen al nivel de requerir una respuesta militar.

No es este, desde luego, el caso de Venezuela, cuyas relaciones cívico-militares se ajustan más bien al modelo de los estados comunistas o totalitarios, en los que las fuerzas armadas, cuando no son las que, directamente, tutelan el régimen, están sujetas al poder político por otros mecanismos como la ideologización y adoctrinamiento de sus miembros, en especial de los que ocupan los puestos clave; la cooptación, forma de corrupción que convierte a los militares en propietarios y actores activos en empresas dominadas por el estado y, con ello, en parte interesada en la preservación del statu quo; y en la vieja práctica del 'divide y vencerás' con la que quien detenta el poder intenta impedir que las fuerzas armadas puedan, eventualmente, presentar un frente común contra él o contra el régimen.

Llegado el momento de que Maduro ordenara a las fuerzas armadas participar en la represión… ¿qué cabría esperar de ellas? Lo primero, que evitaran hacerse responsables de lo que podría convertirse en un baño de sangre. Seguramente, ello pasaría por desobedecer abiertamente las órdenes de un régimen que, solo por contemplar el empleo de sus militares contra su propia población civil desarmada, habría hipotecado su último atisbo de legitimidad. En segundo lugar, que evitaran aprovechar la situación para alzarse con el poder político vacante y que, en lugar de ello, facilitaran y apoyaran el tránsito pacífico e incruento hacia un régimen auténticamente democrático. Finalmente, que, en ese nuevo sistema, se mantuvieran al margen de la actividad política y trabajasen activamente por normalizar las relaciones cívico-militares del país, homologándolas a las de otros estados democráticos.

El apoyo que la cúpula de las FANB ha extendido públicamente a Nicolás Maduro, al que ha jurado lealtad absoluta, no es un buen paso en ese sentido, y pone la responsabilidad y la esperanza en los mandos intermedios y subordinados, confiando que el adoctrinamiento bolivariano no haya calado eficazmente en toda la estructura de las fuerzas armadas y quede, siquiera, un puñado de oficiales, suboficiales, y soldados que entiendan el deber supremo que tienen ante todos los venezolanos y ante la Historia.