El pulso de Olona a Abascal para volver a la política genera malestar en Vox
El líder derechista calla y se limita a reenviar un tuit en apoyo a la exdiputada por el escrache en Granada
Macarena Olona, el jueves, escoltada por policías a su llegada a la Universidad de Granada
Macarena Olona ha desatado la primera tormenta orgánica en Vox. Su futuro, un culebrón del último coletazo veraniego, está ahora en manos de un líder, Santiago Abascal, que afronta el mayor pulso interno –quizás el único real– al que le han ... sometido en la corta vida de su partido. Una formación absolutamente jerárquica y centralista, donde el presidente monopoliza la voz cantante que escuchan a pies juntillas el resto de actores.
El fenómeno Olona genera sobre todo incomprensión. Tras su «capricho», como manifestaban algunas fuentes tras el fiasco en las elecciones andaluzas, nadie entiende sus movimientos. Candidata, diputada autonómica, salida abrupta de la política en julio por «razones médicas» y regreso triunfal en un camino de pretendida redención, el de Santiago, apenas un mes después.
Este viernes, por fin, desveló sus intenciones y reclamó públicamente a Abascal una reunión «con un solo motivo»: «Preguntarle si caminamos juntos por un mejor futuro de Andalucía y del resto de España». La mención a la región por la que fue candidata en junio llama poderosamente la atención, porque en Vox causó gran pesar incumplir el compromiso de que Olona, tras el 19-J, iba a permanecer allí cuatro años haciendo oposición.
El momento elegido por Olona, oportuno, sitúa a Abascal en la encrucijada de permitir su regreso como si nada hubiese pasado o arriesgarse, incluso, a sufrir una escisión con la que se ha especulado, cuando el partido, tras meses de bonanza, flojea en las encuestas. En la última de GAD3 para ABC pierde dos puntos en intención de voto respecto a abril y cae a entre 38 y 40 diputados, hasta catorce menos de los que tiene ahora. En el cuartel general de Vox, en la madrileña calle de Bambú, restan importancia a los sondeos y tratan de vender optimismo en un contexto favorable en Europa, donde partidos homólogos a Vox están conquistando posiciones de poder, con Suecia como último ejemplo.
Olona, una distracción
Pero la distracción de Olona redirige la mirada. La exdiputada copó la primera plana de los digitales el jueves por la tarde, cuando centenares de radicales intentaron impedir por la fuerza que ofreciese una conferencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada. El partido reaccionó con un mensaje de condena a la «extrema izquierda» que retuiteó Abascal. Pero el presidente de Vox se limitó a eso y no trasladó su respaldo, al menos públicamente, a la que no hace tanto era una de sus referentes. Desde la marcha de Olona, su nombre es recurrente en las ruedas de prensa de Vox. Por lo general, los portavoces batean las preguntas sobre ella como tratando de sacarlas de golpe del imaginario colectivo.
Jorge Buxadé, tras una reunión del Comité de Acción Política, clamó con elocuencia que estaban preocupados por la inflación y no por «Feijóo, Olona, Buxadé...». El vicepresidente de Vox y eurodiputado deslizó que las informaciones sobre su excompañera solo buscaban hacer «daño» en el partido. Solo Iván Espinosa de los Monteros, con quien Olona hizo tándem en el Congreso hasta su paso en falso en Andalucía, ha abierto la puerta a un regreso de la abogada del Estado. El portavoz de Vox en la Cámara Baja, al contrario que su líder, sí escribió un tuit personal para condenar el acoso de los radicales. Final lacónico, pero revelador: «Besos, Macarena».
Abascal dijo el jueves que Olona ya no pertenecía a Vox y esta lo desmintió ayer públicamente en Twitter: «Nunca me he ido»
Abascal, horas antes del escrache a Olona, sentenció en esRadio, visiblemente incómodo ante la pregunta sobre la exdiputada, que ya no pertenecía a Vox y que, por tanto, era «libre» de sus decisiones. Y su primera decisión, recibido el mensaje, es solicitar implícitamente su regreso a la primera línea política.
«Llamaré a Santiago Abascal –lo menciona por su nombre de usuario en Twitter– y le solicitaré una reunión con un solo motivo: preguntarle si caminamos juntos por un mejor futuro de Andalucía y del resto de España. De nuestro país y los españoles. Que no tienen tiempo que perder. A cuyo lado estoy y quiero estar», escribió en un hilo de Twitter, en el que comenzó respondiendo a un periodista y desmintiendo que se haya ido de Vox: «Nunca me he ido de Vox por un motivo básico: mi corazón está con cada uno de los votantes de Vox que amamos España y nos sentimos orgullosos de su bandera».
La excandidata en Andalucía, que dejó la política en julio, emplaza a su líder a decirle en una reunión si 'caminan' juntos
Al cierre de esta edición, ni Abascal ni ningún otro dirigente de Vox había respondido al mensaje de Olona. De momento, se ha decretado el silencio en Vox y apenas se notificaron este viernes por los canales oficiales del partido las convocatorias para las manifestaciones del fin de semana en apoyo al español, así como la rueda de prensa del lunes posterior a la reunión semanal de la dirección de Vox.
«Una cuestión de tiempo»
En su vuelta a la palestra pública, en su ruta en el Camino de Santiago rodeada de fieles, Olona abrió la puerta a un regreso a la política. «Puede ser una cuestión de tiempo», dijo a principios de septiembre, en un primer paso confirmado este viernes. Aunque la exdiputada continúa en Vox, como ella misma ratificó, nunca ha cerrado la puerta a encabezar un nuevo proyecto político, una posibilidad que se ha extendido en los mentideros políticos.
Preguntado al respecto en la radio, Abascal dijo que no era de la opinión de que esa fuese la intención de Olona. Y de serlo, añadió, no le afectaría a Vox mientras el partido siga con sus postulados de siempre; a lo que se comprometió. Ahora, el presidente de Vox debe lidiar con una cuestión incómoda, pero que tampoco puede ignorar. La gran promesa en Andalucía, cuya candidatura fracasó a tenor de la esperanza depositada en ella, está logrando un foco mediático nada despreciable por su capacidad de congregar simpatizantes –y detractores–, como ha quedado demostrado.