Puigdemont preparó su vuelta en los últimos días sin que nadie lo vigilara

Aunque pueda parecer sorprendente, ni la Guardia Civil, ni la Policía Nacional, para los que Puigdemont dejó de ser un objetivo en tanto se encuentre fuera de España; ni los Mossos d'Esquadra, que no pueden actuar fuera de Cataluña, ni tampoco el CNI, que ya no investiga las actividades del independentismo catalán por orden del Gobierno, han controlado las actividades del expresidente de la Generalitat desde hace tiempo ni han hecho indagación alguna acerca de cómo organizaba su regreso a España.

Es cierto que contra el líder independentista no hay dictada una orden de detención internacional, de modo que podía moverse a sus anchas sin ser 'molestado', pero sorprende que no se ejerciera un cierto control sobre sus movimientos desde el fin de semana pasado, cuando anunció su intención de asistir a la sesión de investidura del socialista Salvador Illa, que finalmente se ha convocado para las diez de la mañana de hoy.

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Resulta aún más difícil de entender porque hay veinte carreteras distintas que unen Francia con Cataluña -es evidente que no iba a volver vía aérea porque saltaría la alerta correspondiente en el aeropuerto de destino- y además no hay frontera física, lo que hacía extremadamente difícil controlar todas las vías de acceso durante bastantes días.

El resultado es que ayer ningún Cuerpo policial tenía la menor noticia de su paradero, de modo que cada vez está más cerca el esperpento de ver a un líder político en busca y captura participando en un acto tras burlar a las Fuerzas de Seguridad. Algunas fuentes consultadas creen que no sería extraño que la vuelta se hubiese producido hace días y que al menos el último vídeo se grabara ya en algún lugar de Cataluña donde estaría oculto antes de su aparición estelar. A estas alturas es evidente que lo que busca Puigdemont es un golpe de efecto, y sin duda su aparición en el acto convocado por Junts en el paseo de Lluís Companys, muy cerca del Parlamento catalán y al que se han sumado la ANC y ERC, lo sería.

Es evidente que proceder a detenerlo en ese momento, cuando estará rodeado por al menos un millar de personas -la previsión es que no haya una gran movilización- es inviable. Hay que recordar que la orden de arresto del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena no obliga a las Fuerzas de Seguridad, en este caso los Mossos d'Esquadra, a actuar en el mismo momento en el que el implicado sea visto, sino que los agentes buscarán la circunstancia más propicia para cumplir la decisión del magistrado.

El análisis más extendido ayer es que ese momento llegará después de la recepción del Paseo Lluís Companys, cuando intente, junto al resto de diputados independentistas, acceder al Parlamento catalán. Hay que tener en cuenta que para hacerlo deberá cruzar el parque de la Ciutadella, que estará cerrado para todo aquel que no esté acreditado, de modo que no estará rodeado de una masa de personas.

El principal objetivo, por supuesto, es que Puidemont no consiga acceder a la cámara catalana, porque si entra lo más probable es que haya que esperar a su salida para detenerlo. Hay que recordar que el presidente del Parlament, Josep Rull, ya ha advertido de que no va a dejar entrar a los agentes al edificio.

Habrá que ver, además, qué actitud adoptan el expresidente de la Generalitat y sus fieles, porque no se descartan actuaciones un tanto histéricas que añadan notas surrealistas a la ya de por sí complicada situación. Se confía, no obstante, en que a Puigdemont le quede un poco de sentido común, siquiera como recuerdo del puesto que ocupó durante años, pero nadie pone la mano en el fuego. Una vez que sea arrestado, el líder secesionista será llevado ante el juez de guardia, que a su vez preguntará a Llarena cuáles son los pasos a seguir a partir de ese momento. Lo normal es que sea trasladado cuanto antes a Madrid para ser puesto a disposición del magistrado del Supremo, que le acusa de malversación agravada, un delito no amnistiable. Dado su historial, y que la pena a la que se enfrenta son 12 años, no sería descabellado que lo envíe a prisión si así lo solicita alguna de las partes personadas en el procedimiento, y Vox ya ha anunciado que lo hará.

Lo que está claro es que los Mossos van a concentrar la fuerza en el perímetro del Parlamento de Cataluña porque saben que Puigdemont está empeñado en asistir a la sesión de investidura. Desde ayer se controlan todos sus accesos y mañana habrá medidas para evitar que pueda burlar la actuación policial, como por ejemplo en el interior del maletero.

El despliegue policial también prestará atención a las movilizaciones que se han convocado en las inmediaciones, puesto que además de la de los independentistas hay otra de los partidarios de Vox. En principio, y aunque ambas concentraciones distan solo unos pocos cientos de metros, esta segunda se espera que sea prácticamente testimonial y por tanto los que asistan podrán ser fácilmente aislados y protegidos.

Sí ha llamado poderosamente la atención -para bien si se habla en términos de mantener la seguridad-, que los partidarios de Alvise Pérez no hayan hecho convocatoria alguna para hoy, lo que facilita un poco las cosas. Se trata de un grupo que se mueve bien por redes sociales y con cierta capacidad de movilización, pero no se han pronunciado sobre este episodio concreto.

El dispositivo de los Mossos d'Esquadra va a ser importante y de la suficiente entidad como para hacer frente a cualquier eventualidad que se pueda producir. El escenario, en todo caso, está muy alejado del que se vivió en 2017, ya que la capacidad de movilización del independentismo está bajo mínimos. «Aunque no nos ahorraremos probablemente episodios desagradables, nadie prevé, salvo algún detonante imprevisto, que la situación se descontrole», explican distintas fuentes de los servicios de Información consultadas por ABC.

Todas los expertos consultados reconocen que en esta operación las Fuerzas de Seguridad se juegan su imagen. Tanto si Puigdemont consigue su propósito de burlar el dispositivo policial y entra en la cámara catalana, de modo que no se pueda cumplir la orden judicial, como si se producen altercados de importancia, las críticas arreciarán contra los agentes desde todos los sectores políticos. Por supuesto, ese es otro factor que preocupa a los responsables de los Cuerpos policiales.

Hoy, por tanto, va a ser una jornada complicada en Barcelona, aunque a diferencia de lo que sucedía hace años no se espera que la tensión se prolongue en los próximos días. De cualquier forma, desde una perspectiva policial, el ambiente que se ha generado en la Ciudad Condal desde el anuncio de Puigdemont recuerda, con todos los matices ya apuntados, a los tristes episodios de entonces, en una especie de «día de la marmota» que la mayor parte de los catalanes intenta superar.