Las primeras elecciones que ganó Feijóo: «Vamos a quedarnos un rato»
En 2009, el candidato del PP que hoy se disputa contra Pedro Sánchez la Presidencia del Gobierno salió vencedor -contras todas las engrasadas profecías- en Galicia
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Carlos Dávila
Madrid
Las arcas del Partido Popular gallego estaban devastadas. «A ver quién es el guapo que va pidiendo dinero ahora con la que está cayendo», avisó a este cronista –con su eterna sonrisa burlona– el periodista Enrique Beotas, jefe de Prensa de Fraga, muerto después ... en el terrible accidente ferroviario de Santiago. El presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, un mediocre profesor aupado al machito gracias a los escaños de los independentistas, convocó las elecciones para el 1 de marzo, cuando ya el caso Gürtel estaba dando mucho de sí.
El PP nacional, pringado hasta las entretelas, contempló con estoicismo cómo en el húmedo Noroeste, un ejecutivo acreditado en el Insalud y Correos se merendó a un trío de caciques –José Cuiña, López Veiga, y José Manuel Barreiro–, herederos directos de los prohombres de la campiña y la industria de la región, Cacharro Pardo y los Baltar, todavía hoy en danza.
Pontevedra se puso al lado del «madrileño». Así llamaban entonces al chaval nacido en Peares, y Feijóo fue entronizado en la Secretaría General del PP y como candidato a la Xunta. El Gobierno lo había perdido casi cuatro años antes 'Don Manuel' –o sea, Fraga–, al que ni siquiera le salvó en las urnas su eslogan 'Galego como tí' con el que se presentaba irreductiblemente a todas las elecciones. Ganó el oscuro Touriño y rápidamente se alió en un bipartito catastrófico con el representante del Bloque Nacionalista Gallego, sucesor de Beiras, Anxo Quintana.
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A Quintana, en plena campaña del 2009, le mató –ahora que de nuevo se han puesto de moda las fotos incriminatorias– una realizada en el soberbio yate de un constructor que había hecho negocios con la izquierda territorial y que no se avergonzaba de exhibir la bandera de España, grande como la de Colón, a bordo del presuntuoso buque. Allí se terminó Quintana y empezó a ganar Feijóo, en el que nadie sin embargo confiaba: no tenía recursos, ni otros amigos que los suyos particulares, por ejemplo un publicitario avispado, Juanchu Madoz, que le aconsejó evitar la proliferación del logotipo electoral del PP.
Los medios, muy bien engrasados a la sazón por el bipartito Touriño-Quintana, no le daban pábulo al candidato del PP, tanto que publicaban encuestas en las que ninguna de ellas, ninguna, le otorgaba la mayoría absoluta (38 escaños) para gobernar. Sobre los sondeos, recuerdo una frase de Feijóo: «Como gane se van a llevar un sofocón». Y se lo llevaron. El 009, el Bond de la campaña y de todos los corrillos, se llevó el gato al agua.
Las mariscadas sin fin
Venció entre otras lindezas porque consiguió que la corrupción, que era la gran lacra que doblegaba la imagen del PP, cambiara de barrio y se localizara en los despilfarros del dúo gobernante en cuestión que no ahorraba en lujos, desde mariscadas sin fin, a los flamantes Audis con los que viajaban incluso –en el caso de Touriño– hasta Madrid.
Y además estalló el escándalo de la lengua: los conjurados se habían empeñado en expulsar el español de las escuelas, hasta convertir al gallego en idioma único del territorio. Entonces se levantó en armas callejeras una heroina llamada Gloria Lago con su 'Galicia Bilingüe', y a ella y a su tirón popular se sumó Feijóo que, por lo demás, conectó a la perfección con el público en general, gracias entre otras cosas, a publicaciones casi clandestinas que escribían cosas como éstas: «No es que sea gallego como tú, es que es como tú». Y los gallegos aplaudían. «Parece buen rapaz», le dijó al cronista el director libanés del Araguaney, el hotel central de la política santiaguesa del momento.
«Este día es el más importante de mi vida», admitió Feijóo. Desnudó las fechorías de la conjunción social-independentista
Llegaron las elecciones y curiosamente aquella tarde, serían las siete y media, el equipo popular emboscado supo desde fuera de Galicia que había ganado la partida. A última hora se quedó con un escaño del Bloque y logró de esta forma su primera mayoría absoluta.
Touriño y Quintana (hoy en Brasil) se quedaron para vestir meigas arrugadas, y la candidata de Esquerda Galega, una desmadejada antaño Yolanda Díaz, logró un resultado espectacular: el 0,97 por ciento de los votos, una credencial para trasladarse a Madrid a dar la lata.
Medidas de gran cuajo
«Este día es el más importante de mi vida», admitió Feijóo aquella noche triunfal. Apenas llegado a la Plaza del Obradoiro, se dispuso a desnudar todas las fechorías perpetradas por la conjunción social–independentista. Medidas hubo de gran cuajo como la que se atrevió a urdir contra la torticera memoria histórica de sus antepasados en la Xunta: un día declaró que la «Illa da Memoria» que se iba a instalar en Redondela, Pontevedra, era un ejemplo de mala convivencia. Y se la cargó.
«Él –escribió entonces casi como una profecía un periódico coruñés– se comporta como un ganador nato». Nato y cariñoso: la noche anterior al día clave se marchó a su pueblo natal: le esperaba su familia, le dijo a este cronista: «Eso no me lo pierdo yo». Devorábamos un pulpo a feira en el añorado Vilas. El ahora sucesor, Alfonso Rueda, formuló una premonición en gallego: «Nos vamos quedar para rato». «Vamos a quedarnos un rato».
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