El PP se lanza a por el voto anti-Trump de Vox para recuperar terreno
Génova detectó hace semanas que podía sacar provecho de la cercanía de Abascal al presidente de EE.UU.
La política arancelaria, que golpea al campo, es uno de los asuntos donde los populares centran su estrategia
Aznar, en ABC: «Es una gran oportunidad para hablar con los de Abascal»

La política son vasos comunicantes. Un viaje de ida y vuelta entre los electores que se encuentran en el centro de dos espectros ideológicos y cuyos votos acaban en uno u otro partido en función de factores que muchas veces resultan difíciles de ... controlar. Ocurre entre bloques, con el grupo moderado situado a medio camino de la derecha y la izquierda, pero también se reproduce esta situación dentro del espacio de progresistas y conservadores. Y es éste último el que se disputan Partido Popular y Vox, en una batalla que para algunos esconde buena parte de la futura gobernabilidad de España.
Los dos partidos de la derecha sumaron más de once millones de votos y del 45% de los apoyos en las elecciones generales de 2023. Una cifra que ligeramente inferior a la que le dio, por ejemplo, la mayoría absoluta a Mariano Rajoy en 2011. Esa división condenó las opciones de gobernar de Alberto Núñez Feijóo, empeñado en 2024 en atraer el voto de los desencantados con Sánchez, haciendo un vacío a Vox que ha abandonado en las últimas semanas.
La razón principal para ese cambio de estrategia había que buscarla en las encuestas electorales que habían catapultado a Vox desde que los de Abascal decidieron romper sus alianzas autonómicas el verano pasado. Un ascenso mayúsculo que los de Santiago Abascal fueron conquistando a fuego lento, sin hacer ruido, para dispararse hasta los 44 diputados en los escrutinios.
Fue en ese momento cuando en Génova se dio la voz de alarma y Feijóo pronunció la famosa frase en la que calificó a Vox como «oposición de tumbona, de sarao y dedo levantado». Aquellas palabras pillaron por sorpresa a los de Abascal, que reaccionó con un mensaje que sirve para explicar lo ocurrido entre ambos partidos en las últimas semanas. «Tenemos el dedo levantado, sí, acusando a todos los que sostienen a este Gobierno. Que no solo son sus aliados, es también la oposición que hace oposición a Trump en vez de a Sánchez», dijo el líder de Vox, que acababa de regresar de Estados Unidos tras haber asistido a la toma de posesión del nuevo presidente americano, al ya por entonces había mostrado su apoyo casi incondicional.
Una relación sin fisuras que regaló a Génova un flanco por donde hacer daño a Vox cuando Trump anunció su intención de desatar una guerra comercial contra Europa y señaló a Volodímir Zelenski como un «dictador» que se negaba a la paz por intereses personales. Dos asuntos espinosos que el PP aprovechó para lanzar una estrategia que acercara a su papeleta a los votantes de Vox que no estaban de acuerdo con esas políticas del presidente estadounidense. «A nuestros agricultores no les van a servir de nada los insultos del Gobierno de España a la administración norteamericana ni tampoco el silencio cómplice de partidos como Vox que dicen que todo lo que hace esta administración está bien hecho. A nuestros agricultores no se les defiende con pancartas ni con proclamas. Se les defiende con política, diplomacia e inteligencia», señaló Feijóo hace tres semanas, aflorando una estrategia de confrontación con Vox que ha dado sus réditos y que se ha extendido a las autonomías donde gobierna en minoría, en las que el PP vuelve a recuperar terreno.
Desde uno de esos territorios, se explica a ABC que la posición de Vox puede quedar muy dañada. «Es evidente que les ha sentado mal», reconocen las fuentes consultadas, quien ahondan en el problema que ya tiene encima Vox: «A ver cómo explican a la gente del campo todo el tema de los aranceles».
Un asunto del que Vox ha intentado desligarse y que no es el único que ha golpeado a los de Abascal. La guerra de Ucrania y el señalamiento que Trump ha hecho de Zelenski, situándole en el mismo plano que a Vladimir Putin, también han sacudido la imagen de los de Abascal, cuyos votantes han empezado a mirar de nuevo hacia el Partido Popular como la opción más segura para desalojar a Sánchez de La Moncloa.
La mejoría del PP en algunas de esas autonomías en las que gobierna en minoría es ya evidente, con estudios demoscópicos que le dan la mayoría absoluta en comunidades como la Región de Murcia y con crecimiento importante en otras como Aragón. «El debate de Trump se ha colado en los parlamentos autonómicos y eso es una señal clara de que es una herramienta para hacer daño a Vox», reconocen a ABC desde diferentes territorios gobernados por el PP.
Tranquilidad en Vox
En la otra orilla, la situación no se ve con preocupación. La política internacional y sus alianzas son algunos los asuntos citados habitualmente por los críticos de Vox en sus argumentos contra el devenir del partido. Sin embargo, desde la cúpula niegan la mayor y rechazan que estén perdiendo votos por su apoyo al presidente estadounidense. «No hay nada, solo humo», afirma a ABC un dirigente de la formación.
El apoyo de Vox a las políticas de Donald Trump es claro y la asistencia de Santiago Abascal a su toma de posesión en Washington el pasado 20 de enero fue solo el culmen de años trabajando en la creación de un nexo con su entorno más cercano. El propio Trump felicitó al líder de Vox «por su gran trabajo» durante su intervención en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, en inglés) celebrada el pasado mes de febrero en Washington.
Desde entonces, la formación ha apoyado todas sus políticas, por polémicas que hayan sido, y ha evitado criticar decisiones como el acercamiento a Rusia o los anuncios de imposición de aranceles. Sin embargo, sí que acepta ciertos matices porque Trump, como presidente de Estados Unidos, defiende los intereses «de su país». «Trump es un aliado para muchas cosas, pero no todas», asumió este mes el portavoz del partido, José Antonio Fúster.
En la calle Bambú aparentan tranquilidad y rechazan cualquier cambio de postura. «No hemos cambiado cuando no éramos nadie ni cuando todo iba regular, pues no vamos a cambiar ahora», reivindica un dirigente.
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