in memoriam
«Misión cumplida, almirante»
La ministra de Defensa, Margarita Robles, despide al recién fallecido jefe de la Armada, Antonio Martorell Lacave
«Siempre, incluso en las muy difíciles circunstancias de sus últimos meses, mantuvo la entereza y cumplió sus obligaciones con discreción y coraje»
Margarita Robles
Madrid
Con esa misma serenidad con que navegó toda su vida, nos ha dejado el almirante general Antonio Martorell Lacave, el Ajema.
Le conocí cuando, como vicealmirante, ejercía el mando de la operación Atalanta y ya entonces pude apreciar su entusiasmo ante una responsabilidad ... de raíz profundamente humanitaria. Un despliegue naval europeo que contribuye a erradicar la piratería y a salvar la vida de muchísimas personas en las atormentadas tierras de Somalia, ofreciendo escolta a los buques del Programa Mundial de Alimentos. Pocas misiones más honrosas para un servidor público.
Siendo almirante de la flota y miembro del Consejo Superior de la Armada, tuve la oportunidad de tratarlo con más asiduidad y percatarme de su compromiso por servir, de su desapego de cualquier interés o protagonismo personal. Sus compañeros coincidirán conmigo en que podría definirse fácilmente a Antonio Martorell como un marino que hablaba, y seguramente pensaba, siempre en plural. Siempre, en «echar una mano», como mostró promoviendo, durante la operación Balmis, una participación sin precedentes de la Armada en el apoyo directo a los ciudadanos, que culminaría con el envío de un buque hospital, el Galicia, a Melilla y Ceuta.
Se habla con frecuencia del liderazgo en las Fuerzas Armadas y, a menudo, me habrán oído subrayar esa capacidad de nuestros hombres y mujeres militares para inculcar en sus subordinados la ilusión y la responsabilidad que implica servir a nuestro país. El Ajema Martorell, en todo momento, incluso en las muy difíciles circunstancias de sus últimos meses, mantuvo la entereza y cumplió sus obligaciones con la discreción y el coraje que caracteriza a los mejores, llevando la lección del liderazgo hasta sus últimas consecuencias. Una actitud y unos valores que son la base de nuestra Armada y de toda la institución militar.
Poco antes de su fallecimiento, pude mostrar al almirante las imágenes del submarino Isaac Peral completando con éxito su primera inmersión, y del Juan Sebastián Elcano cruzando a vela el cabo de Hornos. Dos éxitos dispares, pero representativos de la Armada que deja su jefe de Estado Mayor: la que combina la excelencia tecnológica con las más admirables tradiciones de humanidad, arrojo, espíritu de aventura y afán de superación. Dos imágenes que, estoy segura, nuestro almirante atesora y seguirá disfrutando desde más allá del horizonte.
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Creo que, al final de nuestras vidas, uno de los mayores motivos de satisfacción es saber que hemos contribuido a dejar un mundo un poco mejor que aquel que nos encontramos. Antonio Martorell fue heredero, y timonel durante dos años, de nuestra Armada milenaria, y nos ha legado una institución renovada en sus valores y mejor preparada para los desafíos del futuro. María Luisa y toda la maravillosa familia del almirante pueden sentir ese orgullo de saber que su recuerdo permanecerá en los que tuvimos el privilegio de trabajar con él.
Almirante, como ministra de Defensa, sólo puedo decirte: ¡Misión cumplida!
*Margarita Robles es ministra de Defensa
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