Hazte premium Hazte premium

Carles Puigdemont, el mesías del independentismo y árbitro de la política española

Fugado de la Justicia desde 2017, tras declarar la secesión de Cataluña, y líder todopoderoso de Junts, Puigdemont espera la llamada de Sánchez

Un Gobierno en manos de Junts, más débil y con mayores contrapesos

Carles Puigdemont, en una imagen subida a su cuenta de Twitter, el 11 de abril de 2017, apareciendo junto a cinco requerimientos del Tribunal Constitucional advirtiéndole del incumplimiento de la Carta Magna TWITTER
Daniel Tercero

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La vida política de España cambió el 9 de enero de 2016. No de golpe. Aquel día, todavía no lo sabían ni sus protagonistas. Una llamada del presidente de la Generalitat al alcalde de Gerona, poco después del mediodía de ese sábado, apartó de la vida de los españoles la ya débil previsibilidad del panorama político catalán, primero, y nacional, después, para instalarlos en la improvisación y los saltos mortales. «Hola, Carles, soy el 'president' Mas. Ya sabes por qué te llamo. ¿Hace falta que hablemos? Si quieres, hablamos de ello. Si no, también lo entendería…». Respuesta: «Hablemos». Aquella misma tarde, Carles Puigdemont entraba escoltado por los Mossos d'Esquadra en el Palacio de la Generalitat de Barcelona. Un día después era investido presidente autonómico y la CUP consumaba su mayor –y única– victoria política: Artur Mas era lanzado a «la papelera de la historia». Cataluña, a su vez, se adentraba en un camino de no retorno y el conjunto de España, todavía sin percibirlo, en la inestabilidad institucional como norma.

Casi ocho años después de aquella llamada, Puigdemont se ha convertido en el árbitro de la gobernabilidad de España. La investidura de Pedro Sánchez depende de su voluntad, porque ni el PP –ganador de las elecciones del 23J– ni el PSOE –instalado en el 'sanchismo' con el apoyo de 7,7 millones de españoles– parecen estar dispuestos a explorar cualquier otra posibilidad que no sea la del enfrentamiento directo entre ellos. Así, en España, el PNV está situado en el bloque progresista –es cuestión de poner un precio– y pactar con Junts una investidura, o una legislatura, si se hace desde el socialismo, es aceptable para hacerse con La Moncloa, pero es «la derecha» a la que hay que apartar –léase Xavier Trias– si se trata del Ayuntamiento de Barcelona.

Por unas cosas o por otras –siempre, eso sí, pasando por las urnas–, Puigdemont tiene las llaves de La Moncloa. Periodista de profesión e independentista de piedra picada, poco dado al cosmopolitismo, su hoja de servicios política demuestra que no tiene rival en el espacio nacionalista catalán. Desde que planteó el pulso al Estado de derecho, es la única referencia que puede aunar complicidades en las bases del movimiento secesionista. Sus seguidores consideran que aquel pulso no lo perdió, a diferencia de Oriol Junqueras (juicio, cárcel e indulto). El reto, ahora, es conseguir poner de rodillas al PSOE. Será eso o perder el halo.

Puigdemont era alcalde de Gerona (2011-2016) y presidente de la Associació de Municipis per la Independència (AMI) cuando fue designado a dedo por Mas para afrontar el reto del referéndum de secesión ilegal. Aunque era diputado autonómico desde 2006, era considerado de segunda fila en los corrillos políticos barceloneses. Un hombre de partido –Convergència Democràtica de Catalunya– y de fuertes convicciones, que solo tenía mano izquierda con el espacio nacionalista (es decir, ERC y, sobre todo, la CUP, además de con los de su formación). Nadie le esperaba. En palabras del propio Puigdemont, o mejor dicho, en el eco de su pensamiento, según recoge en sus memorias de los años 2016 y 2017, cuando accede al hemiciclo para su investidura –el 10 de enero– este es el panorama: «Hay gente de Convergència que pone cara de estar muy descolocada».

Había pasado por la redacción de 'El Punt Avui', diario del que llegó a ser redactor jefe, y hasta que consiguió echar al PSC del Ayuntamiento de Gerona –fue el primer alcalde no socialista y estos no solo no han vuelto sino que ahora el primer edil es de la CUP– se dedicó a potenciar el periodismo, siempre con una línea editorial nacionalista, en catalán (básicamente) e inglés (puntualmente). Y haciendo negocio. Fundó la revista 'Catalonia Today', en 2004, que luego se incorporó al grupo editorial de 'El Punt Avui' y, en 2009, la Agència Catalana de Notícies (ACN), para dar una visión nacionalista al margen de Efe y Europa Press. La ACN, después, se convirtió en la agencia de noticias de la Generalitat de Cataluña. Ahí sigue.

Este impulso periodístico lo compaginó, o pudo aprovecharse de ello, ya que en 2004 fue el director de la Casa de Cultura de Gerona, adscrita a la Diputación provincial, en manos de CiU. Por entonces tenía 42 años y ya había dejado las juventudes de Convergència, partido que le dio la oportunidad de ser diputado autonómico (2006) y afrontar las elecciones locales de Gerona de 2007. En el primer intento, no pudo ser. A la segunda, sí.

Dos años como 'president'

Asumió la Generalitat como un compromiso casi divino. Como una revelación –ungido por el dedo calamitoso del que estaba siendo repudiado–. Y, claro, como el que está llamado a llevar al pueblo escogido al paraíso celestial. Se sentó en el sillón del presidente autonómico y no tuvo más objetivo que su prestigio, como reconoce en su autobiografía parcial: si no aceptaba el encargo de Mas dejaría la política, porque no era el momento de «mi comodidad» ya que era «alguien que ha querido siempre la independencia».

Y a ello se puso entre el 12 de enero de 2016 y el 28 de octubre de 2017, fecha en la que acabó su mandato, en aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ni dos años. Se mofó del Tribunal Constitucional, fotografiándose con cinco requerimientos por incumplir la Carta Magna (11 de abril de 2017), convocó un referéndum ilegal (1 de octubre) y, al margen de las dudas del 26 de octubre, declaró dos veces la independencia (10 y 27 de octubre). Puigdemont vive en Bélgica desde 2017, tras fugarse de España para eludir la acción de la Justicia. Sánchez tendrá que marcar el prefijo internacional +32 si quiere ser presidente.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación