Marruecos militariza la frontera en Melilla para evitar más saltos
Los subsaharianos están desplazados a más de 40 kilómetros de la frontera del 'Barrio Chino', tras el trágico asalto masivo del pasado 24 de junio
J. J. Madueño
Nador (Marruecos)
En un parque bajando del monte Gurugú hacia el municipio de Zeghanghane, a unos 30 kilómetros en línea recta de la verja que separa Marruecos de España por Melilla, hay un pequeño quiosco donde comprar una Coca-Cola y, sobre una mesa de ... camping, se pueden ver unos pequeños sacos de cacahuetes. Sobre uno de los bancos hechos de obra para hacer las barbacoas las familias han dejado unos pocos frutos secos a los monos.
El lugar está lleno de basura. Hay restos de hogueras grandes, así como de bolsas de comidas o botellas de plástico. Es uno de los lugares donde los subsaharianos se concentraban. Ahora no están. Al lugar han vuelto los monos, a los que cazaban para alimentarse en el bosque. Tras el salto del 24 junio en el que murieron 23 personas tratando de llegar a España, Marruecos ha reforzado la seguridad, los ha echado de los lugares donde estaban y les ha puesto coto. Han tenido que abandonar los montes más cercanos a Ben Assar.
El refuerzo de la seguridad en el 'Barrio Chino' es notable. El verde de los militares predomina junto a la valla. Las pocas tiendas abiertas frente a la verja tratan de sobrevivir sin que esté habilitado el comercio entre ambos países, mientras en las garitas la vigilancia es constante. La mayoría están ocupadas por un centinela. Hay Policía con material antidisturbios en furgonetas frente a la verja y hay también gendarmes concentrados en una de las antiguas entradas de las porteadoras a la zona. Esos están el punto justo de la tragedia.
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En ese paso clausurado es donde se desató en infierno. Hasta ese lugar llegaron a las bravas, dispersando a pedradas a las pocas fuerzas marroquíes que custodiaban ese lado de la verja, unos 1.700 inmigrantes subsaharianos, la mayoría de Sudán, según los datos de la tragedia que se hicieron públicos. Allí saltaron la primera zanja para tomar la parte marroquí de la valla e intentar romper la puerta de acceso a España con una radial y un mazo. Algunos consiguieron llegar a suelo español y cargaron contra la Guardia Civil durante horas.
Respuesta dura
Ante el ataque a la frontera, las autoridades del país vecino actuaron con dureza para dispersarlos. La falta de una vía de escape entre los antidisturbios lanzando gases lacrimógenos y bolas de goma hizo que se aplastaran unos a otros. Además de los muertos, hubo 200 heridos. También más de un centenar de agentes marroquíes necesitados de asistencia médica y 55 guardias civiles, la mayoría por contusiones provocadas por las pedradas.
Cuatro meses después de aquella tragedia, Marruecos les ha puesto coto. La presencia militar en la valla se ha multiplicado. Los agentes han crecido, tanto en la verja como en el propio monte Gurugú, desde donde partieron esa mañana. Subiendo a esta montaña, coronada por un castillo en el que están las antenas de comunicación de la zona, hay un pequeño cuartel o una base militar. Una construcción blanca no muy grande a la que le ha crecido un anexo.
Sobre una decena de tiendas verdes para militares están instaladas en la zona a modo de campamento avanzado. En los llanos, coches de aparentes domingueros. «Son vigilantes», explica el guía que conduce a ABC por estas carreteras.
Así, subiendo el monte no hay presencia de subsaharianos. Están los lugares donde antes se asentaban esperando una oportunidad, pero no hay nadie. «Antes estaban en la carretera, se les veía entre los árboles…», asegura el guía en medio del campo, que se sorprende porque ahora no hay nadie. Los han desplazado a otros lugares. Según los habitantes del lugar, antes se concentraban en este bosque, en varios grupos, pero ahora se han tenido que ir. El campamento militar es una primera contención, que los impide bajar al 'Barrio Chino'. La entrada por este lado de la valla está sellada por Marruecos.
Los subsaharianos tienen que buscar otros bosques de espera, como los que hay más allá de Zeghanghane. Desde ahí, cuando se agolpen para un salto, hay más de 40 kilómetros caminando hacia la valla. La misión de llegar sin ser interceptados se complica. Ni siquiera cerca del zoco o de los lugares concurridos de Nador hay subsaharianos. Antes iban allí a buscar comida o trabajo para poder sacar un dinero con el que comprar. Ya no hay nadie. En Nador tampoco están.
Sin fisuras
La fuerte presencia militar y policial en la frontera ha hecho que tengan que pensarse el lugar por donde quieren entrar a España. Ahora no hay fisuras en la verja que aprovechar para saltar aquel lado de la vaya, y menos en el 'Barrio Chino', en el foco de toda la prensa estos días de polémica. Algunos lo intentan a nado, pero es demasiado arriesgado y se corre el riesgo de ahogarse si no los detecta la Guardia Civil. Marruecos les ha complicado el sueño europeo, por el que murieron 23 personas el pasado 24 junio. Gente desconocida que yace ahora en un cementerio sin nombre.
Son las tumbas desconocidas, de las que hay una importante remesa en el cementerio de Nador. Un caso parecido a los enterrados sin reseña en los camposantos andaluces como el de Tarifa, cuando el mar escupe los cuerpos de inmigrantes ahogados que no se pueden identificar. Fuentes consultadas por ABC explican que en Nador se dio sepultura a estos cuerpos. Allí hay enterramientos desconocidos desde, al menos 2016. Son personas sin nombre que, buscando un futuro mejor, murieron sin alcanzarlo y tienen como consuelo una oración y un enterramiento digno con una placa de arcilla diciendo únicamente si son hombre o mujer.
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