El vertido radiactivo que llevó agua contaminada al Manzanares y obligó a analizar verduras y lodos
historias capitales
Ocurrió en 1970 y fue llevado con gran secretismo, pese a la insistencia de los medios y la preocupación social por el suceso
La «isla nuclear» de Ciudad Universitaria, el proyecto para enterrar residuos radiactivos en Madrid
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónMadrid vivió un escape radiactivo hace algo más de 50 años. Concretamente, 54, que se cumplirán el próximo noviembre. Fue un cúmulo de negligencias y fallos humanos los que dieron lugar al accidente cuyas consecuencias es difícil evaluar porque en su tiempo pasó casi ... desapercibido, por el secretismo que le rodeó, y por la total ausencia de análisis epidemiológicos en los años posteriores. Baste decir que la contaminación se detectó hasta en las aguas del Tajo a su paso por Lisboa, y que hubo zonas de la región donde se superaron en 75.000 veces los límites permitidos.
Ocurrió al mediodía del sábado 7 de noviembre, en la Junta de Energía Nuclear, un espacio fundado en 1958 en terrenos de la Avenida Complutense, que contaba con un reactor nuclear suministrado por Estados Unidos y que estaba orientado supuestamente a las investigaciones en medicina y agricultura, aunque también a obtener plutonio con fines militares.
En el momento del suceso, se estaban trasvasando 700 litros de desechos radiactivos de un tanque de la zona del reactor, a otro depósito. En ese momento, una filtración provocó el vertido de entre 40 y 80 litros de agua contaminada con estroncio-90, cesio-137 y rutenio-106, además de partículas de plutonio, al río Manzanares. Aunque el problema se detectó de inmediato y se ordenó parar la operación, el caso es que los trabajadores continuaron adelante con ella hasta las 14.45 horas, y entonces se marcharon de fin de semana. No fue hasta el lunes 9 de noviembre cuando comenzaron a estudiarse las medidas a adoptar.
España se apunta a la carrera de los minirreactores nucleares
Isabel MirandaUna veintena de entidades españolas, entre empresas, centros de investigación y universidades, se unen en un nuevo grupo de trabajo para mantener el sector a la vanguardia de uno de los campos del futuro de la energía atómica: los SMR
Las aguas contaminadas del río Manzanares llegaron hasta el Jarama primero y el Tajo después, y ensuciaron a su paso con contaminación radiactiva y por metales pesados todos los terrenos agrícolas situados en sus orillas, así como los que se surtían de la red de regadío de la zona. La prensa de la época relataba, años después, que las primeras mediciones se salían de escala en los contadores: se contaba hasta 15.000 cuentas por segundo en zonas donde la radiactividad habitual no superaba las 120.
Ese mismo lunes 9 de noviembre comenzaron a recogerse hortalizas de los cultivos situados a las orillas de las cuencas afectadas. No se explicó porqué; únicamente se dieron algunas explicaciones vagas sobre investigaciones con nuevos piensos o vertidos de gasoil. Dos meses después, un informe de la JEN desaconsejaba consumir los vegetales que hubieran crecido en la zona. Pero para ese momento, la mayor parte de las cosechas ya habían sido comercializadas y consumidas.
En ABC se publicaron varias noticias sobre el asunto, no sin dificultades por la materia. La propia JEN difundió una nota explicativa, después de estar minimizando los hechos durante varios días. Cuando en 1994 se desclasificaron los documentos sobre el tema, la prensa generalista comenzó a hacerse eco de lo ocurrido con más detalle y con acceso con informes hasta entonces desconocidos para el gran público.
Este diario pudo, por ejemplo, hablar unos meses después del suceso con algunos de los responsables de la JEN en aquellos días, ante quienes plantearon sus preocupaciones por el vertido. «Pueden estar tranquilos; no representa el menor peligro», aseguraban, al tiempo que afirmaba dormir «tranquilísimo» y «de un tirón». Alertaban de quienes equiparaban «la palabra radiactividad con el fantasma terrorífico de las explosiones atómicas» pero aquella primera, insistían, «está domesticada, y en consecuencia, controlada y perfectamente dirigida».
Preguntado por los rumores que señalaban que habían trasladado con camiones las tierras cercanas a determinados puntos del Jarama y el Manzanares, el responsable de la JEN aseguraba que «las únicas tierras que se han movido es el lodo que se ha venido depositando en los canales de riego» por limpieza de los cauces. Insistía en que «el lodo absorbe mucho la radiactividad de las aguas que siguen su curso sobre él, y en algunos recodos, en determinados puntos de esos canales, el lodo denunció una acumulación de radiactividad que , sin ser peligrosa, tampoco era conveniente permitir que con el tiempo siguiera 'in crescendo'».
Ni preguntándole por los exámenes a lechugas y coles, ni por los terrenos comprados a agricultores, ni por las causas del escape, se consiguió apear a los responsables de su 'blanca' explicación de los hechos: «La única realidad tangible es que las aguas que salían de aquí en noviembre llevaban más radiactividad. Las causas son muy difíciles de averiguar… una simple probeta vertida en una pila… ¡Vaya usted a saber!», era su única justificación.
MÁS INFORMACIÓN
Unos días después, los periodistas seguían preguntando, y desde la JEN seguían echando balones fuera: reconocían, eso sí, que aunque «ni hubo ni hay peligro», se habían realizado análisis a más de 1.400 muestras de agua, tierra, lodos, leche, hortalizas y peces vivos del río. Y que no se había hecho público «para no alarmar a la población». Reconocían también que se había observado más radiactividad en las aguas que se vertían al Manzanares desde el recinto por «la ruptura de un tubo de conducción de líquido radiactivo, que no tiene relación ni con el reactor ni con el edificio en que éste se alberga, ni con sus dependencias». Más tarde, concretaban aún más: no había sido rotura sino «filtración por desgaste, a causa de la corrosión». Insistían en que la radiactividad estaba «retenida en los fangos, y las aguas estaban libres de contaminación». Se detectó radiactividad en las parcelas regadas con agua, pero «aun siendo superior a lo considerado habitual, no ofrecía peligrosidad ni para las personas que transitaran por allí ni para aquellas que ingiriesen lo que allí se cultivaba».
En 2007, de nuevo ABC publicaba que se iban a retirar de las instalaciones de la antigua JEN «unas 300 toneladas de residuos radiactivos de actividad media y baja, totalmente controlados tras un accidente en 1970».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete