El turista madrileño
BAJO CIELO
Uno sale de su tierra para hacerse las Américas, y termina volviendo a sus orillas porque no entiende la vida de otra forma, Madrid mediante
Urbanizaciones, la república dependiente de tu casa
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónNo hay nada que le moleste más a un madrileño que no tener acento. Se piensa que un andaluz o un catalán al oírle hablar ignora de inmediato que es de Madrid, cuando en realidad, se nota al instante por su acento. Lo que más ... le gusta al turista madrileño es decir que es de Madrid, al igual que al americano le gusta comprar o al inglés no aprender otro idioma. De hecho, existen ingleses en Madrid desde hace décadas que siguen pareciendo turistas ingleses. El madrileño, sin embargo, tiene el empeño de decir todo el rato que es madrileño, por si acaso no le hubiera quedado claro a su interlocutor la primera o segunda vez que ya le dijo que era madrileño.
Cuando uno se topa con una familia de madrileños se les distingue varias cosas. La primera es que dicen que son de Madrid. La segunda, cuando afirman que en Madrid en cambio tal y cual. La tercera es cuando dicen que volverán a Madrid pronto. Pero nada más bajarse del coche, ya sea en Vascongadas o Tarifa, la familia de Madrid tiene inevitablemente pinta de ser una familia de Madrid.
Me lo decía el otro día un paisano de Norteña, tomando un blanco en una barra del puerto de Comillas. Me dijo que siempre vestía con pinta de madrileño. Le contesté que los pantalones me los había comprado en Santander, cinco o seis años atrás. Los zapatos eran los adecuados para los cambios de prados a playas con llovizna perpetua. Quizá fue cosa del chubasquero: uno azul con capucha que compré en el mismo pueblo quince años atrás. Así que le dije que llevaba la misma ropa que él. «Pues será que a ti te sienta todo muy madrileñu», aseveró.
El Manzanares y su atípica galerna
Alfonso J. UssíaEn este marzo que es un noviembre de pena, el clima ha venido a desmentir hasta al Siglo de Oro y también a la generación del 27
Los madrileños cuando viajan lo hacen hablando de Madrid. Parecen ser más de Madrid que la propia Madrid, incluso. Entonces pensé en que todo se debe, muy probablemente, a que todos ellos son también un poco de Madrid. Se reconocen en Madrid del mismo modo que nosotros nos sentimos siempre un poco madrileños, por muy cántabros o extremeños que seamos. Una persona de Madrid tiene siempre un poco de prisa, aunque sea para contar que muy pronto volverá a Madrid. Llegan a las terrazas del Remedio de Ruiloba, y antes de que se sienten en la mesa ya están levantando el brazo para pedir la cuenta. El otro día, cenando en Cofiño, una familia de seis personas –que nos dijo al entrar que venían de Madrid–, tenía tanta prisa por hacer tantas cosas que al final pidieron para llevar las alubias y el cocido montañés porque habían quedado con dos grupos de amigos a la vez en dos restaurantes a treinta kilómetros de distancia. Además, confundieron el orballo con lo que rezaba la aplicación del tiempo en su teléfono, se constiparon y lo del Jueves Santo en el norte terminó por hacerles regresar (a Madrid) antes de tiempo. Al madrileño nunca le salen los planes como hubiera deseado.
Los turistas madrileños piden dos cervezas a la vez porque la primera se la beben de un sorbo. Después se agrupan entre madrileños, generalmente, para hablar de sus cosas de Madrid. Para ver todo este fenómeno social no hace falta viajar lejos de Madrid siquiera. Si se dan una vuelta por cualquier bar del centro, por Chamberí, Malasaña, Huertas o Salamanca, es muy posible que también se sientan un poco turistas aunque estén en Madrid. Se darán cuenta porque la ropa les sienta de otra forma, como dando por hecho que usted y los suyos son los únicos de Madrid en esa barra. Al final tenía razón el paisano del puerto. A los de Madrid se nos ve y se nos oye; se nos huele, se percibe. Es un halago ser de Madrid.
Acaba Semana Santa y Madrid vuelve a estas horas a llenarse de madrileños que se han ido de vacaciones repartiéndose por los rincones de España. Lugares que, por cierto, despidieron a muchos de los suyos cuando decidieron irse a Madrid. Tiene miga la cosa. Uno sale de su tierra para hacerse las Américas, y termina volviendo a sus orillas porque no entiende la vida de otra forma, Madrid mediante. Si los ingleses viajan para escapar, los franceses para engordar y los americanos para comprar, tengo claro que los madrileños siempre viajan para regresar.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete