La torera y rejoneadora que asombró al Madrid de los años 40
HISTORIAS CAPITALES
Encantó a los madrileños, que la conocían como la «diosa rubia del toreo»
Tres mujeres en el ruedo: un histórico paseíllo
Madrid
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Iniciar sesiónHace sólo unas semanas, ABC llevaba a portada la gesta de tres toreras que hicieron «un paseíllo para la historia», como rezaba el titular, en la plaza de Salamanca: Lea Vicens, Raquel Martín y Olga Casado. Pero hubo hace ya muchos años una figura femenina ... del toreo a la que se rindió la plaza de Madrid, la Monumental de Las Ventas. Se llamaba Conchita Cintrón, era chilena criada en Perú, la llamaban 'la diosa de oro del toreo' y se ganó el corazón de los aficionados por su arte y su gracia. Esta mujer excepcional era, sin duda, artista hasta la médula: sólo así se entiende que, una vez dejados atrás los ruedos, escribiera libros y se convirtiera en pintora.
«Virreina del redondel, amazona de los incas», la llamaba Rafael Duyos en uno de sus poemas. Corría el mes de mayo de 1945 cuando le nació a los aficionados madrileños el interés por Conchita Cintrón, que tras su espectacular entrada en la Maestranza de Sevilla, se estrenó en Madrid el 12 de ese mes, tal y como recogía ABC. Al ruedo salieron las cuadrillas de Valencia, Cabré y Angelete, y delante de ellos, Conchita a caballo.
Decía la crónica que con su primer toro, de Garci-Grande, «gordo, tardo, pero que cuando se decidía, arrancaba fuerte y con celo», se lució haciendo «emocionantes esquivadas». El público la aplaudió y ella dio la vuelta al ruedo saludando y saliendo a los medios. Y la crítica del día siguiente no podía ser más positiva: «Conchita Cintrón, excepcional amazona, nos demostró la verdad sencilla y simpática de su arte. Su renombre está justificado. Esperamos verla de nuevo en Madrid, con toro de más alegre arrancada».
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Tuvo ocasión de demostrarlo muy pronto. Apenas dos meses después, el 17 de julio, con toros de Guardiola. Y de nuevo, el periodista se deshacía en elogios: «No pierde la dulce línea de la feminidad más delicada y, sin embargo, su toreo es serio, a fondo, valiente», decía. Al parecer, lo que más sorprendía a quienes la veían era su capacidad de hacer bien su trabajo «sin que se desdibuje su feminidad graciosa, de rubia muñeca sonriente». Eran otros tiempos.
También supo ser solidaria la Cintrón, cuando la ocasión lo requería. En septiembre de 1947, cuando un toro se llevó por delante al torero José González López, 'Carnicerito de México', Conchita veló el cadáver toda la noche, y corrío íntegramente con los gastos del entierro, en Portugal.
La revista Paris Press le hizo una entrevista en 1949, al hilo de su participación en una corrida allí, en la que la definía como «una aristócrata colegiala española de ojos fríos, sonrisa tímida y altiva y mentón voluntarioso». Sus respuestas permiten una aproximación a la personalidad de la rejoneadora y torera. Sobre la reacción del público ante el arte taurino en los distintos países, su matiz hilaba fino: «Unos saben, otros intuyen, pero todos se emocionan con lo bueno». Entre sus lecturas favoritas, Campoamor y García Lorca, y en cine, triunfaba Hollywood: «Rex Harrison, Charles Boyer y Spencer Tracy».
«Mi ideal es casarme, torear mejor, comprar una ganadería y viajar a Extremo Oriente», decía. Y dado que estaba en la tierra del amor y que se declaraba «solterísima», no es extraño que apuntara como ideal «tener un novio francés».
Pero a la hora de la verdad, el corazón la llevó por otro camino: en noviembre de 1951 se casó con el aristócrata portugués Francisco de Castelo Branco, en Lisboa. ABC publicaba una hermosa fotografía de la novia, con velo y unas flores enmarcándole el rostro.
Años después, en 1959, Conchita Cintrón asistía como espectadora a una corrida en Madrid, en la que Antonio Bienvenida, que toreaba junto a Julio Aparicio y Pepe Luis Vázquez, le brindó un toro. «Comprometió la faena en un brindis -decía el cronista-, porque si todo brindis es un compromiso, este más si se tiene en cuenta que Conchita Cintrón no fue solamente una gentil rejoneadora, sino un gran torero porque toreaba a pie como pocos toreros saben torear».
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Desde su boda, no volvió a torear, pero el arte le siguió brotando, aunque en otras formas. En agosto de 1962, publicó su libro de memorias, 'Recuerdos'. En su prólogo, José María de Cossío se planteaba si la auténtica vocación de Conchita fue la equitación o el toreo: «En una profesión tan campera, tan de hombres, Conchita era siempre una mujer». Recuerda en él que un sastre que le hizo una vez un mal traje, se justificaba así: «También Frascuelo tuvo sus malas tardes».
En 2006, ABC recogía la participación de la Cintrón en una exposición de pintura, otra faceta artística en la que destacó esta excepcional mujer.
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