Tirso de Molina, punto negro de inseguridad a 500 metros de Sol: «Hay robos, peleas y un crimen... No podemos seguir viviendo así»
Vecinos de la plaza de Lavapiés denuncian inseguridad tras el crimen de una comerciante y piden refuerzo policial
La Policía Nacional detiene, a solo 300 metros del homicidio, al presunto autor, que tiene antecedentes por robos
La fachada grafiteada de Vistebien, en el número 4 de Tirso de Molina, se ha convertido –de manera improvisada– en un altar. «El altar de Concha, no se merece menos y no podía ser en otro lado. Aquí era donde ella estaba todos los ... días y te recibía con una sonrisa, es el homenaje que se le puede hacer«. Treinta y tres ramos de flores y dos docenas de velas encendidas recuerdan a la comerciante asesinada el lunes durante un atraco en su tienda. Araceli es una de las vecinas que deposita claveles y los deja apoyados sobre unas verjas que nadie sabe si volverán a subirse. «Y aunque lo hagan, ya no estará ella. Desde los años noventa –o antes– era la que atendía... Da pena decirlo, pero antes o después íbamos a tener que lamentar algo así. Ahora vendrá la Policía, reforzarán la seguridad, pero lo tendrían que haber hecho hace tiempo. Llevamos años reclamándolo», añade la residente, antes de echar un último vistazo a la fachada de la tienda y enfilar camino hacia su hogar.
Degradación e inseguridad son las palabras que más se repiten en la plazoleta del barrio de Lavapiés, uno de los puntos más conflictivos de Centro, hogar y zona de reunión habitual de toxicómanos y mendigos. La conflictividad es uno de los problemas arraigados y, ahora, el homicidio de Concha, ha vuelto a sacar a la luz las peticiones casi históricas de los vecinos y comerciantes, que reclaman mayor presencia policial y control de las personas sin hogar que pernoctan y hacen suya la plaza de Tirso de Molina.
«Aquí tenemos robos, peleas, insultos, amenazas... Y ahora un crimen. No podemos seguir viviendo así», afirma tajante Juanjo, otro de los residentes de la zona. «¿Tienen que matar a una mujer, a una comerciante, para que se ponga el foco sobre la inseguridad de Tirso? Tendría que haber sido antes, las soluciones, si es que las ponen, llegan tarde», continúa el veterano morador mientras mira el altar.
En el barrio todos conocen a Concha. «Toda la vida llevaba aquí». Ya sea por comprarle camisas, como Juanjo o uniformes, como la conserje de uno de los edificios cercanos. «Su bondad», dicen mientras las flores se siguen colocando, un ramo tras otro, sin parar durante toda la mañana de ayer. Algunos, incluso, rezaron durante minutos. «Ahora solo podemos cruzar los dedos por que detengan pronto al que lo hizo», reclamó esta trabajadora, sin querer dar su nombre.
Y así fue. A las 16 horas, la Policía Nacional puso los grilletes al presunto asesino, un viejo conocido de los agentes, con múltiples antecedentes por robos con violencia. El hombre, según ha podido saber este diario, es uno de los habituales de la zona de Lavapiés, español de 58 años, consumidor de drogas que deambula de calle en calle y de albergue en albergue buscando cobijo.
El autor del crimen huyó tras apuñalar, al menos hasta en tres ocasiones, en el abdomen a Concha, tras robarle el dinero que tenía en la caja registradora del negocio. Ella intentó resistirse. La dejó malherida, sangrando y tendida en el suelo, y huyó. Pero pocos metros, porque los agentes del Grupo V de Homicidios a cargo de la investigación lo detuvieron en la confluencia de la calle de Atocha con Relatores, a menos de trescientos metros de donde solo veinticuatro horas antes había acabado con la vida de Concha.
Junto a él, arrestaron a una mujer, también española, de 56 años y con antecedentes por los mismos delitos, por presuntamente estar implicada en el suceso. Ella fue, según las imágenes recabadas por las cámaras de seguridad, la que abrió la puerta de la tienda para que él entrase a por el dinero, diez minutos antes de que la víctima parase para comer. Lo esperó fuera y, al percatarse de lo que su compinche acababa de hacer –salió con la camisa ensangrentada–, se esfumó de la escena.
Los agentes tomaron huellas y revisaron las cámaras de seguridad del establecimiento y las de vigilancia instaladas en la vía pública para recomponer los pasos que esta pareja había dado, hasta lograr detenerlos. Al cierre de esta edición se buscaba todavía el arma empleada. Se espera que durante la jornada de hoy pasen a disposición judicial.
«¿Para robarle qué? Concha en los últimos tiempos se quejaba de las pocas ventas que había. Eso y que iba a ser abuela fueron los detonantes para que se quisiera prejubilar. Decía que después del verano ya no volvía», aseguraron allegados de la mujer lamentando, una y otra vez, lo ocurrido.
En Tirso –a 500 metros en línea recta de la Puerta del Sol– todos coinciden que caminar con el móvil en la mano o sacar dinero en un cajero cercano se convierte en un problema. Todo se ha recrudecido desde que la Policía desalojó en septiembre del año pasado el edificio okupado de la Quimera, en Lavapiés, donde había más de 70 personas viviendo. En mayo de ese año, en la plaza se produjo una reyerta en la que dos jóvenes de 25 años terminaron apuñalados; una semana después, hubo otra con casi una veintena de implicados, donde acuchillaron por la espalda a un hombre de 31 años.
Reyertas
En octubre se repitieron los hechos, con el acuchillamiento de un varón de 24 años en las inmediaciones. Y este año, en mayo, un hombre de 54 años resultó herido grave tras otra trifulca. «Un no parar, aunque hasta ahora las peleas solo eran entre ellos«, dicen los vecinos. Una de ellas, de hecho, sufrió un intento de atraco el miércoles, en el vestíbulo de uno de los edificios, pero consiguió zafarse. La Policía decomisó una navaja al ladrón.
«A veces, sobre todo de noche y en invierno, pasamos con miedo. Han robado móviles, carteras... Se dan avisos los unos a los otros si ven a una persona sola por las callejuelas de atrás, o entran a robar en los supermercados y se ponen a revender la comida, o a consumir drogas en la vía pública; por no hablar de la suciedad y de la venta de alcohol más allá de las 22 horas en las tiendas de alimentación», concluyen los habitantes, que subrayan que actúan «con total impunidad».
Desde la Plataforma de Lavapiés reclaman, para intentar solventar los problemas, la constitución de una mesa de trabajo entre todas las administraciones –vecinos, ayuntamiento, Comunidad y Delegación del Gobierno–. «Si no, en unos días todo volverá a ser igual», aseveran. Mientras aguardan soluciones, todos lamentan el asesinato de Concha. Dejarle flores es la última ofrenda de este barrio a su vecina.
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