El tiempo se para en la Puerta del Sol por revisión del reloj
El histórico reloj se está desmontando. En unos días se parará su movimiento, y las agujas quedarán detenidas, por primera vez en casi 30 años
El conductor del tiempo que jugaba con relojes

Dice un adagio egipcio que «el hombre teme al tiempo, pero el tiempo sólo teme a las pirámides». En Madrid el tiempo lo marca el reloj de la Puerta del Sol, sobre todo cada noche del 31 de diciembre, cuando toda España mira hacia allí ... para ver cómo baja la bola y las agujas se juntan y las campanadas anuncian, entre el atragantamiento general, el nuevo año. Pero este ciclo eterno de segundos, minutos y horas que nada es capaz de frenar va a detenerse, sin embargo, por unos días en la Puerta del Sol. Porque el reloj se está sometiendo a una profunda operación de mantenimiento, desmontaje incluído. De momento no suena, y en unos días, dejará de dar la hora.
Jesús López-Terradas, cofundador de la relojería Losada, se ocupa con mimo de este sofisticado mecanismo de total exactitud desde el año 1996. Entonces, cuando su relojería se hizo cargo del mantenimiento del reloj más famoso del país, se le hizo un repaso completo para asegurarse de que todo estaba en orden. Desde esa fecha, este conjunto de engranajes de absoluta precisión son sometidos cada semana a una visita profesional. Y ahora, casi 30 años después de aquella otra, va a someterse a algo así como un 'lifting' completo: desmontaje pieza a pieza, limpieza y pulido, y vuelta a montar.
López-Terradas lleva ya días trabajando en la torre de Sol. La parte de la maquinaria dedicada al sonido de las horas, la llamada sonería de horas, ha sido ya desmontada; todas las piezas fueron a parar a una caja, y de ahí al taller de la relojería, donde se revisaron ruedas dentadas y palancas; se retiró la grasa con cepillos finos, se utilizaron líquidos para limpiar cada pieza, se verificaron individualmente y se rectificaron cuando hizo falta. «Han sido muchas horas de trabajo para desmontarlo y repasarlo». Y después, se volvió a montar todo.
Ahora, aparecen pulidas, brillantes y con aspecto de recién estrenadas, a diferencia de las que aún están pendientes de la operación, que lucen más oscuras y opacas, con huellas del paso del tiempo visibles para quien entienda. El ojo clínico del relojero, como el del médico, observa y analiza cada matiz, cada cambio de color y hasta de sonido; todo son señales que les indican si ocurre algo fuera de lo normal en esa singular máquina del tiempo.
No hay lugar al error aquí: cada palanca, pasador y tornillo tiene que estar en su lugar y a la presión necesaria, sin que nada falte ni nada sobre. «Están anotadas todas las piezas que hay, claro, pero aunque haya un croquis, no me hace falta, sé volver a montarlo; esto es una profesión», se enorgullece el relojero, casi tan histórico ya en la casa como el propio mecanismo.
Sin roturas
Desde que se desmontó esta sonería, no suenan las campanas para dar las horas en la Puerta del Sol. Ayer volvió a colocarse todo en su sitio, y luce ahora brillante y con aspecto de recién estrenado, pese a sus más de 160 años de vida. El siguiente paso que se inicia ahora va a ser desmontar la sonería de los cuartos, con lo que estos también dejarán de sonar. «Pero las agujas seguirán funcionando», explica López-Terradas, porque la parte del mecanismo dedicado al movimiento sigue andando.
Es casi asombroso que el reloj de la Puerta del Sol, que funciona desde hace 30 años ininterrumpidamente, mañana, tarde y noche, no haya necesitado la renovación de ninguna pieza hasta la fecha. Sólo había alguna que sufría desgaste, y ahora «se ha corregido y se ha dejado como cuando se fabricó».
La parte más espectacular de la reparación que se está llevando a cabo va a llegar en unos días, cuando se desmonte la pieza del movimiento, que va a suponer que el reloj se pare. En la hora exacta en la que se produzca ese desmontaje. Un momento en que se congelará el tiempo en la plaza más concurrida de Madrid, y que dejará las cuatro esferas del reloj detenidas en ese instante, marcando la misma hora durante varios días.
«Las agujas se quedarán tiesas; tienen unos contrapesos para que no se caigan, porque eso afectaría también a la exactitud del reloj». Contemplar el reloj parado desde la Puerta del Sol será algo muy inusual para los madrileños, acostumbrados a que este corazón de la ciudad no deje nunca de latir. Pero será algo temporal: no más de una semana, calcula el experto relojero. Después, todas las partes de este puzzle volverán a su lugar, se probará que funciona con la misma exactitud que es habitual en él, y se pondrá de nuevo en marcha. Igual incluso hay quien se lleva unas uvas para celebrar como merece las primeras 'nuevas campanadas' que de el renovado reloj de Sol cuando se terminen sus tareas de mantenimiento.
El mayor peligro para una máquina de estas características, confiesa el experto, es que llegue alguien «que 'sabe mucho', y lo estropee», pero eso es algo que no ocurre en este caso, porque no cualquiera puede tocar esta maquinaria. «Todas las semanas venimos alguno de los relojeros de Losada a verlo; da igual que sea Semana Santa, el mes de agosto o las navidades, porque el reloj no para nunca». Ni de día, ni de noche. Y «si no se le da cuerda, se para».
No es metafórico: la cuerda no es tal, sino un cable de acero enrollado en una bovina, que sube un contrapeso y permite que todo siga funcionando. «Si la pesa se posa en la tierra, el reloj se detiene». Así que ahí tienen a los tres expertos relojeros de Losada turnándose en sus vacaciones, para no dejar de atender a su criatura mecánica ni una sola semana del año.
Otros 30 años
Una vez finalizados los trabajos que ahora se están llevando a cabo, el reloj quedará «como nuevo» y podría volver a funcionar tan bien como hasta ahora durante los próximos 30 años, sin problema, confía López-Terradas.
Faltará entonces resolver otro enigma: el que une a esta estirpe de relojeros con la máquina de la Puerta del Sol desde hace décadas. No hay relevo, de momento, para ellos, aunque ya peinan canas. «Cuando nos marchemos los tres, vendrán otros», pronostica López-Terradas. Será difícil, en todo caso, encontrar expertos artesanos con sus conocimientos de la relojería antigua, capaces de abordar casi a ojos cerrados la anatomía de un reloj tan especial que ya es historia.
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